TODOS HABLAMOS DE CAMBIO...
...PERO ESPERAMOS QUE CAMBIEN LOS DEMÁS
Se habla mucho de talento, de aportar y servir a
los demás, de liderazgo y de nuestras habilidades
blandas. Se habla de inteligencia emocional, de trabajo
en equipo y de empatía.
Cuando digo “se habla” también me refiero a mí, porque me
dedico a acompañar a las personas y organizaciones para desarrollar estas
habilidades. Sin embargo, tengo la desagradable sensación de que esta sociedad
todavía no se lo cree. Lo comenta con avidez, pero espera que lo haga otro, lo
desea pero sigue aferrada al esquema antiguo, a la absurda creencia de ir “a lo
seguro y no hacer ruido” (como si la incertidumbre no nos hubiera demostrado ya
que vino a quedarse) y diluirse en el grupo esperando que no les toque a ellos
dar la cara.
No, no nos lo creemos (uso el plural por cortesía, pero no me siento incluida, aunque a veces cuando el cansancio me vence, cedo y me dejo arrastrar, lo admito). Hablamos de aprender a escuchar, pero no lo hacemos. Se nos llena la boca de empatizar pero no nos ponemos nunca en la piel de otro y nos perdemos el gran aprendizaje de compartir. Damos lecciones de cómo gestionar emociones pero luego nos llevamos a casa la rabia acumulada por un problema en el trabajo y culpamos al compañero de nuestra falta de iniciativa y de confianza en nosotros mismos.
De liderazgo hablamos mucho, mucho. No hemos comprendido que
no tenemos que esperar al líder, tenemos que ser el líder de nuestra vida.
Aunque estemos en lo que podríamos definir como “el último peldaño de la
empresa” (todo trabajo aporta e importa) somos valiosos y podemos llevar el
timón de nuestra carrera profesional. Nosotros decidimos si hacemos nuestro
trabajo de forma excelente o pasable. Sin listones demasiado altos, sin
desgaste, sin tener que dejarse la piel porque no somos esclavos, pero con
ganas, aprovechando la oportunidad para aportar y poner nuestro valor en lo que
hacemos.
Buscamos un guía y luego le criticamos, le ponemos la
zancadilla y esperamos que caiga porque en el fondo pensamos que si fracasa eso
nos permitirá quedarnos quietos y no pasar tanto miedo. Queremos liderar y no
paramos de compararnos con otros en una espiral sin sentido, puesto que nadie
es igual que nadie y cada ser humano tiene cosas para aportar.
¿Cómo vamos a liderar nuestras vidas si no nos conocemos ni
aceptamos? ¿Cómo vamos a liderar nuestras vidas si no aceptamos a los demás y
nos pasamos los días intentando que cambien y sean como nosotros hemos decidido
que deben ser? ¿Cómo vamos a liderar nuestras vidas si estamos esperando a que
las circunstancias cambien para cambiar nosotros?
Hablamos de innovar, de cambio, de nuevos tiempos
(hablábamos de nuevos tiempos ya hace años) pero seguimos valorando el
presentismo en la empresa, el tener más horas las posaderas en la silla y
aparentar que hacemos, el presentar un informe del informe, el hacer una
reunión inútil sin tomar decisiones ni conllevar consecuencias. Hablamos de
flexibilidad y la aplicamos con la máxima rigidez…
Sí, también hablamos de felicidad y bienestar en las
empresas. Es posible, hay grandes ejemplos… Sin embargo eso no pasa sólo por
pagar una formación a los empleados para que se conozcan y aprendan a
comunicar, pasa por transformar la organización de arriba abajo y pensar en las
personas, enfocarse a producir “con alma” y a veces, convertir los medios en
fines.
Pasa por abrir la mente y plantearse que tal vez hemos
vivido implantando esquemas rancios y rígidos, cuestionarse todo a ver qué
queda de lo que pensábamos que era inamovible y qué nos motiva… Pasa por
construir un ambiente motivante y permitir que tu equipo se motive solo,
dejarle margen, dejar que se exprese, que haga mover su talento y sus ganas…
Hablamos de teletrabajo pero seguimos sin confiar, sin respetar los tiempos,
sin valorar lo que se hace en casa y el esfuerzo que están llevando a cabo
muchas personas para salir adelante.
Hablamos de una nueva forma de hacer las cosas pero el
discurso está vacío, es fachada, maquillaje, postureo, apariencia… Porque
seguimos mostrando el yugo a los que dependen de nosotros, seguimos usando el
miedo porque hace tiempo que hemos hecho que nos pierdan el respeto por cómo
les tratamos… Hablamos mal de la empresa en la que trabajamos y esperamos luego
que funcione, queremos sentirnos cómodos en ella cuando cada día la enmarañamos
con nuestro mal humor y pocas ganas de seguir, sin cuidar las formas, ni los
espacios, ni a los que nos acompañan.
Hablamos de cambio sin querer cambiar esperando a que la
iniciativa la lleve otro y nos haga el camino, así si luego sale mal podremos
criticar y culpar y no nos sentiremos responsables de nada, porque la
responsabilidad y el compromiso asustan.
Se habla de personas y de equipo pero no se les pregunta, no
se les escucha, no se les conoce, no se invierte el tiempo sabiendo qué le
motiva y qué le interesa. Se dice que eso es “perder el tiempo” cuando luego se
malgasta en reuniones absurdas y se repiten las cosas una y otra vez porque no
se le encargan a la persona adecuada porque no se conocen las habilidades de
cada uno ni su potencial.
Hablamos de marca personal y nos perdemos en el “y tú más”
cuando no somos capaces de listar en voz alta nuestras fortalezas ni
debilidades, nuestras metas, nuestras habilidades, nuestras inquietudes…
Se habla mucho y es necesario (hay grandes profesionales
inspirando en ello) pero ha llegado el momento de actuar, de ponerlo en marcha
aunque cueste, aunque suponga una revolución, aunque se levante ampollas,
aunque suponga repensarlo todo de nuevo… Y hay que hacerlo con amabilidad, con
palabras, con asertividad, con humildad, con todas las ganas de aportar y salir
fortalecidos. Este es el momento porque si no lo hacemos, el barco se hunde.
Se habla mucho de todo, pero hay pocos que se lo crean y
hagan cambios reales y no estéticos. Pocos que estén dispuestos a ver cómo el
suelo se tambalea más para encontrar al final algo firme y construido a partir
de nuevas formas de trabajar… Pocos dispuestos a ser el primero pero ponerse el
último de vez en cuando para acompañar.
Se habla de cambio, pero en el fondo, nadie quiere cambiar
porque asusta, porque el camino es complicado, porque es incierto… Porque
esperamos a que cambien los demás y nos allanen el camino y nos cuenten los
trucos y las trampas que hay en él, pero la experiencia del cambio es
individual y colectiva al mismo tiempo y nadie la puede vivir por nosotros.
Pensamos que si no nos movemos estamos a salvo, pero no nos
hemos dado cuenta de que en realidad todo se mueve y la única forma de seguir
adelante es ponerse en marcha.
Mercè Roura
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