LA EXPLORACIÓN DE LA CONCIENCIA
El biólogo Rupert
Sheldrake en otro acercamiento de ciencia y espiritualidad
Lejos de aquellos vídeos de los diálogos con Krishnamurti,
Bohm y Hidley, en los comienzos de la década de los 80 del pasado siglo, Rupert
Sheldrake vuelve a captar el interés de quienes por aquellos años contemplamos
el acercamiento de ciencia y espiritualidad. Por cierto, este por entonces
joven biólogo pagó caro (mucho) la insolencia de publicar su hipótesis sobre
los campos morfogenéticos en “Una
nueva ciencia de la vida: la hipótesis de la resonancia mórfica”. Pero no
es aquí donde nos vamos a detener. Recientemente la editorial Kairós presentó
su último libro en castellano, “Caminos para ir más allá. Prácticas
espirituales en la era de la ciencia”, traducido por Vicente Merlo.
Este texto es la continuidad de su libro “La ciencia y las prácticas espirituales”, donde analiza prácticas muy diferentes, como la gratitud, la meditación, la conexión con la naturaleza, el relacionarse con las plantas, y los rituales, entre otras, y siete más, como el aspecto espiritual de los deportes, el ayuno y los poderes de la oración.
Sheldrake cuenta que luego de sus estudios en las
universidades de Cambridge y Harvard, y por su investigación en biología del
desarrollo en la primera de ellas, su fe atea quedó debilitada ante “las dudas
científicas acerca de la teoría mecanicista de la vida”. De allí que
acabara considerando que las prácticas espirituales merecen ser observadas a
través de una nueva luz, evolucionista y científica.
Este trabajo comienza en la década de los 90 gracias al interés de investigadores del campo de estudios de la conciencia que se interesan en las experiencias cercanas a la muerte, la meditación, los efectos de conectar con la naturaleza, las experiencias fuera del cuerpo, los estados místicos de unión, los estados al cantar y salmodiar en grupo y las experiencias psicodélicas.
Según Sheldrake, “todas estas investigaciones llevan a las ciencias mucho más
allá del materialismo mecanicista de viejo cuño”, a tal grado que “algunos
materialistas y ateos están explorando ahora su propia conciencia mediante
prácticas como la meditación y los psicodélicos”. Y pone como ejemplo a Sam
Harris, filósofo y neurocientífico, uno de los llamados nuevos ateos,
que enseña meditación online.
Vale un detalle para nada insignificante: el árbitro
último de estos estudios es la experiencia, no la teoría. Y esto
adquiere relevancia porque las prácticas espirituales proporcionan modos a
través de los cuales la conciencia puede ser explorada empíricamente.
Por esta razón, Sheldrake señala que “estamos en el
umbral de una nueva era de la exploración de la consciencia” y que “después
de varias generaciones en las que la ciencia y la espiritualidad parecían estar
en oposición, se están volviendo complementarias”. “Juntas –afirma– contribuyen
a una fase sin precedentes de la evolución espiritual, que comienza ahora”.
En el deporte
¿Cómo podemos entender las experiencias espirituales que
muchas personas tienen cuando practican un deporte? Con esta pregunta comienza
a desgranar Sheldrake el análisis sobre las diversas prácticas espirituales.
“Parte de este efecto depende de estar en el
presente, en lugar de ser extraídos de este por las preocupaciones, las
ansiedades, los lamentos por el pasado y otros tipos de parloteo mental”,
responde, apuntando que “la meditación puede ayudar a lograr un estado de
presencia, pero los deportes lo hacen a veces de una manera más rápida y
efectiva. Ahora bien, lo hacen de un modo diferente”. Otra vez, ¿cómo? Pues, si
bien la meditación puede llevar a una experiencia de conexión con el fundamento
del ser, los deportes se relacionan más con experiencias de fluir (una
palabra que se ha impuesto en los últimos tiempos, inciertos), del espíritu,
que son inherentemente gozosas.
Con los animales
También los animales pueden conectarnos con el reino del
espíritu mediante su belleza, su gracia y su elegancia, como también de sus
muchos poderes y capacidades. Entre estas últimas, Sheldrake dice que “la
capacidad de los animales para consolar y sanar no es una
fantasía sentimental, ni una proyección antropomórfica ni algo meramente
anecdótico. Sus efectos beneficiosos se han cuantificado en muchos estudios
científicos”.
Cita en particular que una investigación financiada por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de los Estados Unidos expuso numerosos beneficios en los propietarios de mascotas, en la salud psicológica y física, tanto en adultos como en niños.
Entre lo que denomina prácticas emocionales y espirituales de los animales que
pueden ayudarnos a los humanos, de muchas formas, el biólogo nombra el
amor incondicional, la sanación a través de su presencia y compañía, una
sensibilidad intuitiva mayor que nosotros, viven en el presente, “y nos
recuerdan que el gozo es inherente al mundo”.
La oración
Sheldrake distingue meditación y oración, para
extenderse sobre esta última detallando oraciones de petición y de otro
tipo (sin que nos extendamos más por nuestra parte porque eso significaría
mucha tela que cortar): “Considero la meditación como el inspirar, llevando el
foco de concentración hacia dentro –explica–; la oración es como la espiración,
centrándose en las bendiciones, los objetivos, los propósitos, las intenciones
y las esperanzas. La meditación no tiene que ver con peticiones ni intenciones,
sino más bien con centrarse en el proceso de la respiración y en las
sensaciones corporales, como en la meditación mindfulness o en
la repetición de un mantra”.
Fiestas y festivos
En otro apartado, el autor aborda el tema “Días festivos y
festivales” puntualizando que, según los datos obtenidos de estudios
científicos, “todos comparten muchos rasgos beneficiosos, como descansar del
trabajo los días de fiesta, reunirse para celebrar con otras personas, juntarse
con la familia bajo un propósito común, cantar, bailar y dar las gracias; es un
tiempo para pasarlo muchas veces al aire libre y participar en actividades
recreativas, y para asistir a ritos y ceremonias religiosas”.
De modo que la participación en estos eventos, además de facilitar el trato
interpersonal, como consecuencia también reduce la soledad y el aislamiento
social, hay un mayor sentido de pertenencia a una comunidad y deriva en una
toma conciencia del curso del año y los ciclos naturales que hacen posible la
vida vegetal, animal y humana.
Y en el horizonte, advierte, “nos enfrentamos al reto de
hallar nuevas maneras de adaptar esas prácticas antiguas a la vida moderna de
las sociedades tecnológicas” y que los días de descanso semanales en el
contexto laboral se ven amenazados “por la secularización, trabajando los fines
de semana, con mensajes torrenciales en las redes sociales, correos
electrónicos y la cultura comercial del 24/7. Hace falta hoy un gran esfuerzo
para celebrar el día de descanso, y es muy importante que lo consigamos”.
Buenos y malos hábitos
Al reconocer que hay numerosas normas impuestas por las
religiones y las tradiciones que son parte de la moralidad en cada cultura,
Sheldrake indica que desde principios del presente siglo el mundo académico
viene incorporando el estudio empírico de las virtudes como parte del
movimiento de la psicología positiva. Para ello Christopher Peterson y Martin
Seligman han rebautizado a las virtudes como “fortalezas del
carácter”, que son las siguientes:
• Sabiduría y conocimiento.
• Coraje: fortalezas emocionales que implican la
voluntad de alcanzar unos objetivos frente a una oposición.
• Humanidad: fortalezas emocionales relacionadas
con ayudar a los demás.
• Justicia: fortalezas cívicas que subyacen a
toda vida comunitaria saludable.
• Templanza: fortalezas que previenen el exceso.
• Trascendencia: fortalezas que fraguan vínculos
con universos superiores y proveen de significado.
Al referirse a lo que denomina “las raíces evolutivas de la
moralidad humana”, la mirada de Sheldrake se detiene en la figura de Bert
Hellinger, el creador de las Constelaciones Familiares, de quien dice que “ha
subrayado con claridad la forma en que dichos rasgos fundamentales de nuestras relaciones
sociales se experimentan por medio de sentimientos de culpa e inocencia” y que
resumió nuestras necesidades más básicas en las siguientes:
• De pertenencia o necesidad de vincularse.
• De mantener cierto equilibrio entre dar y tomar,
vivir de forma equilibrada.
• De que las convenciones sociales y la previsibilidad
infundan seguridad (orden).
Por otro lado, afirma que las llamadas virtudes
cardinales –fortaleza, templanza, justicia y sabiduría– son
respetadas en cualquier sociedad humana ya que están fundamentalmente
relacionadas con la vida en común. Y del mismo modo, la compasión, la
amabilidad y la benevolencia conforman un rasgo de credos universalistas como
el budismo, el cristianismo y el islam, así como del humanismo laico.
¿Por qué funcionan?
Para Sheldrake, muchos experimentan a través de las
prácticas espirituales la conexión con una conciencia, una presencia o un ser
superior. “A menudo sienten esta conexión como alegre o gozosa. Incluso una
experiencia breve de un estado de conexión gozosa puede bastar para cambiar el
curso de la vida de alguien. Y tales experiencias transformadoras
pueden llegar espontáneamente, sin ninguna práctica espiritual, como en las
experiencias cercanas a la muerte y las experiencias místicas espontáneas”,
expresa.
Asimismo, señala que, pese a su creencia en que la
conciencia está encerrada en los cerebros, muchos materialistas realizan
prácticas espirituales, las que, por otra parte, están evolucionando a un ritmo
sin precedentes. ¿Por qué? Pues “los contextos sociales y económicos en los que
se practican han cambiado hasta ser irreconocibles, con las tecnologías
modernas, internet, el sistema económico global, los viajes, las migraciones y
la educación moderna”.
Es así que las técnicas meditativas de los
monjes budistas datadas durante centurias se han extendido en todo el mundo por
profesores de mindfulness y a causa de la diáspora de lamas y monjes tibetanos.
De igual modo, la difusión de la meditación trascendental y demás técnicas de
meditación de la India han llegado a millones de personas en todo el planeta.
El yoga es practicado por otros tantos millones y está
evolucionando velozmente a través de diversos métodos, como también las artes
marciales orientales, que experimentan su propia evolución.
Tras reflexionar que estamos entrando en una nueva fase de
la evolución espiritual y científica, Sheldrake destaca que los estudios
científicos de prácticas espirituales están descifrando cómo afectan a la
salud, el bienestar y nuestro comportamiento, estudios que a su vez pueden
ayudar a hacer que aquellas sean más efectivas, y se enseñen y transmitan
mejor.
Además de las prácticas que analiza en esta nueva obra y de
las comentadas en la anterior ya citada, el biólogo cita otras muchas, entre
ellas el yoga, el taichi, el cuidado de los moribundos, la adoración devocional
o bhakti, el perdón, el yoga del sueño, la incubación del sueño y
el arte.
Y por tomar sola una, fija su atención en la incubación
del sueño, de la que dice que es una antigua práctica espiritual (Salomón,
griegos y romanos) que “podría ser fácilmente revitalizada, estudiada
científicamente y reintegrada en las tradiciones religiosas que están
evolucionando”.
Quedan en el tintero los estados de consciencia inducidos
por psicodélicos como la ayahuasca, y tantísimos temas más que también se
detallan en este trabajo (muy logrado) del científico británico. Pero dejamos
la puerta abierta a la curiosidad de quienes compartan lo que señalábamos al
principio: el acercamiento de ciencia y espiritualidad.
Alejandro Ferro
https://tumismo.es/articulos/conciencia/la-exploracion-de-la-conciencia-2/
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