MIEDO CON MAYÚSCULAS
No nos gusta tener miedo. No nos gusta porque es como
admitir que somos extraordinariamente vulnerables y que estamos perdidamente
indefensos… Aunque así es. El miedo nos paraliza, pero también nos pone alerta.
Aunque es un miedo que no se calma usando la fuerza para protegernos, ni
haciendo guardia para que no nos ataquen. Es un temor a desaparecer, a perder
la rutina, a no despertar de la pesadilla nunca más o que al hacerlo, todo sea
tan distinto a como era antes que queramos volver a quedarnos dormidos.
Es un espasmo lento que se repite varias veces al día y nos trae historias tristes que hablan de horror e injusticia y que se nos filtran por los poros y se quedan a vivir en nuestros pensamientos hasta habitar en cada una de nuestras partículas. Somos carne de cañón para un miedo atroz que nos impide pensar claro, poner orden y tomar decisiones sensatas. Vamos del “sálvese quien pueda” a la cadena de mensajes que no llegan a nadie que los necesite y que insisten en hacernos sentir pequeños, gastados, agotados, tristes y presa fácil de todo.
Consumimos miedo enlatado, miedo virtual, miedo en forma de mensaje positivo que te obliga a sentirte mal contigo mismo por no dar la talla en optimismo y actitud, que es tan dañino y poderoso como si llegara por vía intravenosa para que nos sintamos completamente solos, desnudos y culpables.Nos llenamos la cabeza de mentiras y contra-mentiras. De
bromas facilonas y tragedias terribles… Hasta que no nos queda más criterio que
el pánico ni más ánimo que la crítica repetida hasta la saciedad.
Hay miedo, hay mucho miedo esperando ser sentido y aceptado.
Mucha humanidad latente esperando ser percibida y honrada bajo la capa del
héroe que no tiene más remedio que salir al mundo aún a sabiendas de que puede
envenenarse en él.
Hay miedo pero también hay amor. Junto a las listas de
síntomas, hemos hecho listas de personas a las que no olvidar, a las que
preguntar cómo y dónde estar. Mientras llorábamos por perder lo que pensábamos
que necesitábamos, recuperamos el valor de lo que importa de verdad. El
deseo por seguir adelante y la gratitud por cada momento de vida que tenemos
por delante.
Mientras se nos iba lo cotidiano por el retrete, nos dimos
cuenta de que había mil cosas a las que no atendíamos casi nunca y que ya hacía
tiempo que estábamos perdiendo. Cuando la vida nos decía que estamos en
prórroga, nos dimos cuenta de que hacía una eternidad que ya perdíamos el
partido… Por desidia, por angustia, por estar pendientes de lo urgente y dejar
lo importante, por pensar que habría tiempo más tarde, por miedo a pisar un
suelo que se tambalea y sin saber todavía quiénes somos…
Cuando la noche asomaba por la ventana y el sol se ponía nos
percatamos de que había brillado durante horas para nosotros sin habernos
dejado tocar por él ni un instante…
Sólo nos dimos cuenta de que había estado sonando la música
cuando dejaron de tocarla… Sólo vimos cuánto necesitábamos los abrazos que
aplazamos para contestar al móvil cuando nos quedaron prohibidos.
Sólo dimos valor a la vida cuando vimos que la vida se nos
escapaba por la ventana… Sólo percibimos lo mucho que dejamos atrás cuando
estábamos al borde del precipicio.
Tenemos miedo. Un miedo necesario que debe ser atendido y
escuchado para que no nos tenga en un puño, para que no nos retuerza por dentro
y nos haga no poder levantarnos, para que no nos secuestre y podamos elegir en
todo momento… Para no dejar de respetarnos y respetar a otros ni caer en el
absurdo.
Para sentarnos a sentir y hacer otra lista, poner nombre a
lo que realmente nos asusta y decirlo en voz alta… Respirar hondo y decidir
hacer todo lo posible que esté en nuestra mano y asumir que hay millones de
cosas que escapan de nuestro control.
Sólo nos queda confiar. Confiar en los que nos cuidan, en
los que tenemos cerca y no podemos tocar. Confiar en nosotros mismos para salir
adelante y concentrarnos en dar un paso cada día… Cuando el paisaje a nuestro
alrededor esté desolado y nos angustie, demos ese paso y miremos sólo el pie,
observemos la huella que deja en la tierra y no pensemos en nada más. Seamos
útiles para otros y para nosotros mismos y permitámonos estar tristes,
cansados, ansiosos, asustados, irritables y todo lo que se nos ocurra, que es
mucho, porque las horas pasan en espiral. Sólo nos queda mirar a este abismo y
estar presentes, nada más.
No importa que tengamos miedo, pero que el miedo no nos
tenga.
Mercè Roura
https://mercerou.wordpress.com/2021/01/25/miedo-con-mayusculas/
No hay comentarios:
Publicar un comentario