EL MOMENTO QUE TANTO ESTABAS ESPERANDO
Imagina a dos astronautas que viajan a la Luna y, cuando
están ahí, su nave tiene un accidente que les impide regresar. Sólo les queda
oxígeno para un par de días y no hay esperanza de que, desde la Tierra, llegue
alguien a rescatarles. Sólo les quedan dos días de vida. Si en tal caso les
preguntases: ¿Cuál es tu deseo más profundo?, ellos responderían: Volver a casa
y caminar de nuevo por nuestro hermoso planeta. Con eso les bastaría. No
querrían nada más. No les interesaría entonces ser directores de una gran
empresa, celebridades ni presidentes. Sólo querrían estar aquí, caminando por
la Tierra, disfrutando de cada paso, escuchando los sonidos de la naturaleza y
sosteniendo la mano de su ser querido en un paseo a la luz de la luna.
Deberíamos vivir cada día como personas que acaban de ser rescatadas de una
muerte segura. Thich Nhat Hanh («Vivir en el presente para superar nuestros
temores»)
La película Gravity cuenta una historia parecida. Sandra Bullock interpreta a una astronauta que forma parte de una misión espacial, en órbita alrededor de la Tierra. Pero las cosas salen mal y parece imposible que consiga regresar. La nave cae en un lago y la escena final muestra todo eso que parecía perdido para siempre: el cielo azul, algunas nubes, las tranquilas aguas del lago, mariposas volando por aquí y por allá y el verde del campo que se extiende hasta las montañas.
La mujer toma un puñado de arena de la orilla, cierra la mano y siente el contacto de la arena en sus dedos, sonríe a pesar de estar exhausta, se incorpora, levanta la vista al cielo y respira lenta y profundamente. Y cada espectador recuerda, al menos por unos minutos, que la vida es un verdadero milagro y que en todas partes hay cosas maravillosas que podríamos estar disfrutando. Luego vienen los títulos, se nos pasa la emoción y volvemos «a la normalidad».La excelente serie de televisión Orange
is the new black muestra la vida de un conjunto de mujeres que
están en prisión. No sólo están privadas de su libertad, sino que tampoco
pueden disfrutar de muchas cosas simples que cualquiera tiene normalmente al
alcance de la mano. No tienen la compañía de sus seres queridos. Viven en un
entorno hostil, muchas veces violento. Darían cualquier cosa por recuperar su
libertad.
En la película Náufrago,
tras la caída del avión en el que viajaba, Tom Hanks llega a una isla desierta.
Allí todo le cuesta horrores. Pasa semanas enteras tratando de encender fuego.
Hay cocos por todas partes, pero partirlos es una odisea. Caminar descalzo se
convierte en una tortura. Sus días transcurren en el más completo aislamiento,
comienza a perder la razón. Y un simple dolor de muelas se transforma en un
verdadero infierno. Su vida en esas condiciones ya no vale la pena, por eso lo
arriesga todo tratando de volver a la civilización.
Y también podemos imaginar, por ejemplo, a una persona a la
que le diagnostican una enfermedad terminal. Es probable que se sienta un poco
peor cada día, a medida que la enfermedad avanza. Quizá esté siendo sometida a
un tratamiento cruel para prolongar apenas unos meses su vida. Seguramente se
lamenta por todo lo que ya no tendrá tiempo de hacer. Daría cualquier cosa por
recuperar la salud.
Resumiendo:
Disfrutaríamos mucho más de la vida si nos sintiéramos
como astronautas que en el último momento se hubieran salvado de una muerte
segura, o como presos que hubieran salido de la peor de las cárceles, o como
náufragos que al fin hubieran sido rescatados de su isla desierta, o como
pacientes terminales que milagrosamente hubieran recuperado la salud.
Parece razonable que las personas que están viviendo
situaciones tan extremas, anhelen un cambio para mejor. Lo realmente raro es
que muchos de nosotros, a quienes no nos falta nada esencial, también parecemos
estar a la espera de que algo bueno suceda para sentir que nuestra vida vale la
pena:
¿Qué es lo que
realmente estamos esperando?
En general sentimos que lo bueno siempre está por venir. Que
solo nos sentiremos bien más adelante, en algún momento futuro, cuando suceda
eso que tanto deseamos. Que el presente es sólo una etapa aburrida, incómoda,
apenas un período de espera mientras llega eso que tanto queremos que nos pase.
Pero a veces tenemos suerte y lo que tanto anhelábamos por
fin se concreta. Y entonces podemos comprobar que nuestra vida en realidad no
cambia demasiado, que nos sentimos bien sólo por un tiempo. No todo el mundo es
capaz de reconocer esta inesperada verdad. Por eso, al poco tiempo, la mayoría
se fija alguna nueva meta que le permita, ¡esta vez sí!, alcanzar una felicidad
duradera.
Este es el mejor ejemplo que tengo para ofrecer: trabajé
durante veinte años en una oficina, siempre en el mismo edificio, más o menos
con las mismas personas, llevando a cabo tareas que no me resultaban
especialmente interesantes… hasta que finalmente conseguí la independencia
económica que tanto anhelaba y que me permitió dejar ese trabajo. Era el sueño
anhelado durante tantos años, convertido por fin en realidad. Y claro que mi
vida cambió mucho a partir de ese momento. Pude dedicarme a actividades nuevas
y estimulantes y casi todas las anécdotas interesantes que tengo para compartir
sucedieron después de que me animé a dar ese paso, hace ya diecisiete años. Sin
embargo, no puedo decir que de un momento a otro me convertí en una persona más
feliz. El cambio «exterior» en mi vida sí fue muy importante, pero en mi
«interior» seguía siendo el mismo, siempre preocupado por algo, siempre
esperando alcanzar alguna nueva meta.
Todos sentimos que necesitamos algo. Por ejemplo, que
nuestra pareja nos entienda. O que nuestros hijos nos hagan caso. O que nos
aumenten el sueldo. O que consigamos bajar de peso. Y condicionamos nuestra
felicidad a que esas cosas sucedan.
Pero lo que todos queremos es, en realidad, sentirnos bien.
Sólo eso.
Cometemos el error de creer que no están dadas las
condiciones para ser felices ahora, con lo que tenemos en este momento. Por eso
imaginamos que si tuviéramos algo más, algo que ahora nos falta, entonces sí
nos sentiríamos bien.
Pero se trata de un error. Lo que de verdad necesitamos es
ser felices aquí y ahora.
La felicidad es una
forma de ver la vida, un hábito, una costumbre
‘El esclavo’, de Francisco Ángel.
Cada momento que consagremos a apreciar lo bueno que nos
rodea, nos ayudará a desarrollar el hábito de ser felices. Estemos donde
estemos, haciendo lo que sea que tengamos que hacer, siempre habrá algo
positivo para agradecer. Basta con mirar a nuestro alrededor para comprobar que
ya están dadas las condiciones para sentirnos plenamente felices.
A veces nos toca experimentar una crisis profunda o una
pérdida irreparable. Pero estas situaciones graves, más pronto o más tarde,
derivan en un nuevo escenario de equilibrio donde podemos volver a apreciar
nuestro presente.
Es necesario que desarrollemos la actitud de disfrutar de
cada detalle agradable, que hagamos un hábito de esta forma de apreciar el
momento presente. No basta con que lo recordemos de vez en cuando.
Nuestra sexualidad puede revelar una clave de lo que tenemos
que aprender. El orgasmo se alcanza luego de una serie de estímulos agradables
que deben extenderse en el tiempo, normalmente a lo largo de algunos minutos.
Un único roce, un solo instante de placer, no alcanzan para desencadenar ese
clímax.
Salvando las distancias, el bienestar que estamos esperando
en nuestras vidas definitivamente no llegará nunca si nos acordamos de
disfrutar muy de vez en cuando del momento presente.
El momento que tanto estábamos esperando es este, es ahora.
Pero es necesario transformar nuestra manera de vivir, es necesario aprender a
apreciar y a agradecer todo lo bueno que el momento nos ofrece, de manera que
experimentemos una larga sucesión de instantes agradables y placenteros.
Axel Piskulic
https://www.amarseaunomismo.com/el-momento-que-tanto-estabas-esperando/
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