INFINITUD
Nos va a salvar la vida hacer eso que llaman algunos perder
el tiempo.
Perdernos un rato en lo pequeño, en lo mínimo, en lo
absurdo.
Ver la esencia sin esperar que produzca nada, que sirva para
nada más que para verla y reconocerla, sentirla… Mirar al suelo y ver nuestros
pies que avanzan aunque no sepan a dónde van pero sí lo que buscan.
Quedarnos en un momento del camino respirando un aire
distinto y notando todos y cada uno de los cambios de aroma y temperatura.
Notar la soledad inmensa de quien no quiere ser encontrado porque se necesita a él mismo… Del que no quiere ser amado a cualquier precio… Del que no necesita que le digan quién es porque lo está descubriendo.
Nos va a salvar la vida reírnos sin saber de qué. Desde el
respeto más profundo y la necesidad más visceral de soltar la angustia y el
miedo acumulados en la garganta.
Llorar lo necesario para comprender nuestra tristeza.
Abrazar nuestra rabia más rotunda para amar a la bestia y
poder dejar de esconderla.
Decir en voz alta lo que callamos porque no podemos más y ya
no nos importa lo que de verdad no importa.
Sentir lo imprevisto. Mirarnos de forma desacostumbrada.
Dejar la rigidez y la compostura y sentarnos en la arena a
mirar el mar, aunque no haya mar.
Notar que estamos, aunque todavía no estemos porque la mente
nos tiene pendientes de qué pasará mañana, como si pensándolo mil veces y
preocupándonos pudiéramos hacer algo por cambiarlo más que llegar a ese momento
agotados y rotos por dentro.
Notar la vida que fluye aunque no fluyamos. Notarnos las
manos y las sienes. Besar y ser besados.
Perdonarnos una y otra vez por todo.
Ser conscientes de que no sabemos nada. Nada. Y en esa nada
gigante y descomunal hay mucha paz.
Nos va salvar la vida perderlo todo para que nos demos
cuenta de que no teníamos nada. Que éramos náufragos intentando impedir la
deriva de un barco del que nunca llevamos el timón… Que en realidad no éramos
dueños de nada sino esclavos de la ilusión por acumular, por asegurarnos un
invierno amable a cambio de perdernos la primavera y el verano… Anclados a un
miedo insoportable por dejar de ser lo que nunca quisimos ser.
Decidir que no decidimos nada y dejamos que la vida nos
muestre el camino a ver qué pasa.
Decidir que no vamos a medirnos ni desentablar más para
gustar a un mundo que no se gusta a sí mismo y finge que evoluciona cuando en
realidad se mueve en círculo.
Eso, eso que tanto nos asusta que suceda nos salvará la vida
porque acabará demostrándonos que somos algo más que el dinero que tenemos en
el banco, la tierra que pisamos, la ropa que nos ponemos, el trabajo que
hacemos, el miedo del que cada día intentamos huir.
Somos lo que amamos. Lo que sentimos. Lo que decidimos dejar
de pensar. Lo que nos queda cuando llega la marea y lo arrastra todo. Menos
eso, eso que no se puede llevar…
Eso que es inmenso y perdurable… Esa eterna llamada a verlo
todo de otra manera que siempre busca el amor. Eso que hay en nosotros y que en
realidad es infinito.
Lo que no se acaba aunque no estemos. Lo que no termina
cuando cerramos los ojos. Lo que no se puede definir con palabras. Lo que era
antes de que fuéramos. Lo que es siempre y siempre será.
Mercè Roura
No hay comentarios:
Publicar un comentario