LA ANTIAMBICIÓN:
Cuando ser "mediocre" trae la felicidad
Los antiambiciosos no se obsesionan con el éxito o en ser
los más productivos. Ellos prefieren ser trabajadores normales a "dejarse
la piel" cada día a costa de perder su salud. ¿Han llegado para quedarse?
La antiambición es una opción lícita, respetable y hasta
justificable en materia de desarrollo personal y profesional. Es una
filosofía de vida que se está abriendo paso en nuestra sociedad de manera
silenciosa, y que nos invita a una profunda reflexión. Define a esas
personas que de un día para otro dejan a un lado la obsesión por tener éxito y
por darlo todo en sus puestos de trabajo.
La falta de ambición es una opción más en la forma de entender nuestra vida y de comportarnos. Habitamos en una sociedad en la que quien no lucha y está 24/7 enfocado en su labor para superarse y conquistar metas es alguien pasivo, falto de carisma y hasta un fracasado. Nos educan para demostrar nuestra valía y potencial casi a cada instante, lo que puede resultar agotador, y hasta peligroso psicológicamente.
Porque a veces en
ese intento por demostrar lo que valemos, nos dejamos la piel y hasta la salud.
Nos volvemos hiperexigentes, perfeccionistas, intolerantes al error y alérgicos
al descanso. Asumimos que descansar es perder el tiempo y “no
hacer nada” es una especie de maldición egipcia con catastróficas
consecuencias.
Los “antiambiciosos” han llegado para cambiar esta realidad
y vale la pena conocer su perspectiva.
No ser ambicioso no significa ser pasivo o tener miedo a
emprender retos. En la actualidad, estamos siendo testigos de una reformulación
del término: implica asumir una filosofía de vida más relajada en la que dejar
de competir y saber poner límites.
¿En qué consiste la antiambición?
La antiambición es
un concepto que ha introducido Paul Douard, redactor
jefe de la revista VICE Francia y autor del libro Je cultive
l’anti-ambition. En este interesante trabajo nos desvelaba una visión
personal, una filosofía de vida que resonó en mucha gente. En lugar de trabajar
duro para tener éxito, optó por poner límites y reformular metas.
Trabajar lo justo y realizar actividades que dieran
auténtico sentido a su vida se
convirtió en su principal prioridad. Tal y como explica en su libro,
estamos en un momento en el que no solo nuestros padres nos orientan para que
conquistemos un destino excepcional. Las redes sociales y los medios de
comunicación nos bombardean a diario con la idea de alcanzar el éxito, ser
líderes, gurús o influencers.
La “no ambición” es ahora mismo una forma de resistencia
o de revolución silenciosa. La única ambición que tienen las personas como
Paul Douard es ser hombres y mujeres normales, corrientes y felices. Atrás
quedó la necesidad de ser “excepcional”. Hay quien dice que es una manera de
cultivar una forma de mediocridad, es decir, el no esfuerzo, el hacer lo justo
y necesario para mantener un empleo, pero sin llegar a plantearse la excelencia.
La antiambición significa saber poner límites para no
convertirnos en esclavos de nuestros trabajos.
Cuando la ambición se convierte en la piedra de Sísifo
Decía Platón en La república que sin
ambición las buenas personas no llegan a la política. Esto era un
peligro, porque si la bondad no tenía aspiraciones, era la maldad la que
ocupaba los cargos más altos en una sociedad. Por tanto, algo que sugirió el
propio Platón fue la necesidad de imponer castigos con el fin de que los
hombres nobles tomaran esos puestos públicos.
Aristóteles, por su parte, explicaba en Ética
a Nicómaco que hay “ambición saludable”, “ambición malsana” y
“falta de ambición” y que era la primera la que más enriquecía nuestras
sociedades. En ella, la persona se define por buenas virtudes y aspiraciones constructivas que median en su
realización.
Aunque en ocasiones la ambición es una carga, porque
con ella no se logra objetivo alguno. Es casi como la piedra que
empujaba el rey Sísifo:
antes de llegar a la cumbre, esta se le escapaba y rodaba cuesta abajo,
convirtiendo su labor en frustrante y repetitiva. Sucede lo mismo en muchos de
nuestros trabajos: nos dejamos la piel y la vida, para que al final nada se
reconozca y cambie.
Hay muchas personas que están agotadas de hacer
sacrificios en nombre de la ambición. Llega un momento en el que asumen que
tanto esfuerzo no vale la pena.
La antiambición no es rendición, es un cambio de
perspectiva
Hace unos años, la Universidad de Cornell realizó un
interesante estudio. Querían averiguar si el tópico de que las mujeres
carecen de ambición comparadas con los hombres era cierto. Algo que pudieron
ver es que ya en la infancia, las niñas tienen muy claras sus ambiciones. Y
son elevadas.
Sin embargo, factores como el escrutinio social, la brecha de género y la salarial o la dificultad de
compaginar trabajo y crianza hacen que se reduzcan a veces sus ambiciones. Por
tanto, son muchas las maneras en
las que la antiambición surge en nuestras vidas. La más común es la
presión constante de demostrar valías trabajando sin contar las horas, cuando
esto no siempre trae beneficios.
Sin embargo, hay un aspecto que es bueno tener claro sobre
esta nueva filosofía de vida. La antiambición no es rendición. Uno no
claudica en la conquista de sus sueños:
lo que hay es una reformulación de prioridades y objetivos.
La antimabición significa ponerse límites y saber hasta
dónde podemos o queremos llegar para no perder la salud y la calidad de
vida.
El problema de la meritocracia
La meritocracia nos
dice que solo quienes se esfuerzan triunfan; el fracaso
sería la consecuencia lógica de quienes no se han esforzado lo suficiente. Como
bien sabemos, esta fórmula no siempre es exacta. No por invertir más horas en
un trabajo y dedicarnos sin descanso a un proyecto, alcanzamos el éxito.
La ambición puede ser a veces un ejercicio frustrante y por
ello, son muchos los que se autoperciben como antiambiciosos. No por
trabajar más alcanzamos el éxito o el ascenso, a veces perdemos la salud.
En ocasiones, hasta nos esforzamos en dar el máximo de nosotros mismos para
visibilizarnos, y lo único que logramos con ello es que en nuestro trabajo
asuman que siempre podemos rendir a ese nivel.
No sabemos si la antiambición ha llegado para quedarse, pero
lo que sí parece es que nos invita, de momento, a un ejercicio de reflexión.
https://lamenteesmaravillosa.com/antiambicion-cuando-ser-mediocre-trae-la-felicidad/
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