DESEOS FUGACES:
Anoche viajé hasta el cielo...
Anoche viajé hacia el cielo. Anoche huí de las angustiantes realidades y me invité a rebuscar en la magia del cosmos aquella ilusión que una vez supo acariciar mis deseos con tanta ternura. Anoche fui a visitarte al país de los velados secretos y quise volver a declararme, y quise volver a requerir tu amor...
Anoche cogí mi coche y me subí al monte. En la cima hallé un centenario
pino y en su regazo me senté. Posado en tan hermosa tarima escudriñé el
horizonte y quise recuperar aquella maravillosa vivencia que no hacía mucho el
destino me había regalado para mi diario. Un pedazo de cielo emergía ante mí
como un señuelo, tratando de capturar mi atención con la divina presencia de
miles de estrellas.
Cual bellas infantas reposaban en la fina cuna de la templada oscuridad
mientras su mamá, la reina luna, iba tarareando su canción, la azucarada nana
que peina los sueños. En verdad eran tantas y tan colosal era el chal que
arropaba los vacíos que las separaban que mis empeños no sabían adónde dirigir
mi mirada. Baldíos fueron mis inaugurales intentos: las luces que mi alma
buscaba eran esquivas y en mis tentativas no hallaba aquellos originales cruces
que tan asombrosamente solían quebrar la etérea calma del universo.
Converso de una férrea esperanza en mi mente bullían las evocaciones
que invitan a la paciencia a disfrazar la tardanza con preciosas
expectaciones... En un paseo rural encontré una vez la paz, lejos del mundanal
jolgorio maté mi prudencia y al aire lancé mi deseo de amor. En pos de una
estrella fugaz se elevaron como diosas mis odas. Más clara, más bella, la luna brilla... Y
se respira mejor...Y en el donaire me sentí Don Juan Tenorio, en el sentir fui
Romeo y en mi rara pretensión Don Quijote.
La tuna de mis suspiros coreó las bodas de una pilla pasión con la
secreta complicidad del infinito. Y sentí otra vez aquel emocionante azote: de
sus retiros volvieron con extraño brío y apasionante sensualidad aquellos
sentidos que tanto llevaban dormidos. Fue un rito genial, una ingenuidad de
crío, un original apaño, una locura de amor, una alianza que germinó en una
negociación con la más pura ilusión. Y se respira mejor... Y, quien lo vivió te
lo jura, se respiraba mejor.
Porque se produjo una hechicera y eufórica danza, una campechana
pantomima que aunaba el poder de la sincera y plana retórica con un querer que
con sus tenaces deseos mima sus fantasías. Y esperando aquellos fugaces paseos
se respiraba, se sentía, se olía, se amaba, se miraba y se escuchaba mucho
mejor... Como en las mejores poesías todas mis sensaciones rimaban sus
oraciones con los alientos mentores de los latidos de mi corazón.
Con todos mis pensamientos sumergidos en la recordación de tan serena
experiencia mi atención olvidaba el motivo de mi presencia en aquel lugar.
Sentado bajo aquel altivo pino, mi pena aspiraba a volver a practicar aquel
celestino tanteo con el espacio que una vez resucitó su contento. Reacio era mi
ateo hado a reponer en la enlutada tez celestial la más prodigiosa travesía.
Mas atento en el umbral de la espera confiada yo seguía, pues yo sabía que en
mi gloriosa historia la caprichosa probabilidad jamás olvidó parar la noria de
las oportunidades para ofrecerme la mía. Y tampoco en esta ocasión me falló…
Quiso la bondad de mi sino pagar mis ingenuidades con la irradiación de un
peregrino foco de los anhelos.
Guía su visión los vuelos de las platónicas demandas y en la oscuridad
sus itinerarios se dibujan como radiantes bandas que nos empujan a su
conquista. Primero fue una. Mi vista la cazó y mis pensantes odas quedaron
afónicas: "Qué me ame, qué me ame, qué me ame, qué me ame...".
Después fue otra. Y finalmente pasaron algunas más.
Todas escribieron en sus diarios mis imposibles deseos. Todas partieron
hacia el más allá. Se hicieron visibles por unos instantes y en sus paseos
escucharon mis pensantes palabras: "Qué me ame, qué me ame, qué me ame,
qué me ame... qué me ames...". Luego marché. Seguramente mi ruego se
perdió en el espacio, cayó en el vacío de algún agujero interestelar. Aunque,
si te soy sincero, sigo siendo reacio a creer que tan sentido experimento fuera
tan sólo el gaje de un encanto lunar.
Y sigo esperando, sigo aguardando que un día, con el canto de un
pajarillo, con el silbido del viento o con el brillo del rocío aquel engranaje
que con mis peticiones arranqué consiga que abras tu corazón para hacerte
llegar lo que nunca te conté. Mi razón ahoga mis esperanzas, pero mi enamorada
esencia aboga que tales andanzas, sean pasto de la nada o sirvan para el
secuestro de tu presencia, hermosean el vasto suelo de mis emociones... Tales
romanzas nimban el cabestro que guía el vuelo de mi más preciada pasión.
Anoche viajé hacia
el cielo. Anoche cogí el coche y fui a buscarte. Sabía que no iba a encontrarte
pero marché tranquilo. Iba a recrear aquello que en el pasado endulzó un muy
bello recuerdo. Iba a buscar la paz que con el sustento de la fe se consigue.
Iba a conciliarme con la armónica felicidad que las perfectas fantasías
conllevan. Y Dios sabe que lo conseguí. Porque anoche me sentí bien,
fantásticamente bien. Anoche, mi esquiva estrella fugaz, fui feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario