LA FELICIDAD, AQUÍ Y AHORA
Todos podemos alcanzar la felicidad plena, aquí y
ahora. Aunque resulte muy difícil hacer de esta idea una experiencia real y
permanente, maestros de distintas tradiciones la expresaron de diferentes
maneras, en todas las épocas.
En cada momento de nuestras vidas, en cada
circunstancia, casi sin excepciones, existen los suficientes elementos
maravillosos como para colmarnos de dicha, de felicidad plena. Pero en lugar de
asombrarnos y de disfrutar de lo que cada instante nos ofrece, damos por hecho
esos pequeños milagros, los consideramos ordinarios, naturales y cotidianos, y,
en cambio, destacamos y nos concentramos en eso de lo que el momento carece.
A continuación un relato muy breve de Jorge Luis Borges, publicado en el año 1934, y que es en
realidad su versión de uno de las narraciones más originales y sugestivas de Las mil y una noches. Me gusta interpretarla como una
invitación a descubrir los tesoros que tenemos siempre a mano, como una
parábola que propone que la búsqueda del bienestar o de la felicidad “afuera”
de nosotros mismos puede conducirnos a la comprensión de que ese estado tan
anhelado siempre estuvo a nuestro alcance en nuestro interior… precisamente aquí y ahora.
Historia
de los dos que soñaron
Cuentan hombres dignos de fe que hubo en El Cairo un
hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió
menos la casa de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan.
Trabajó tanto que el sueño lo rindió una noche
debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño un hombre empapado que se
sacó de la boca una moneda de oro y le dijo: “Tu fortuna está en Persia, en
Isfaján; vete a buscarla”. A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el
largo viaje y afrontó los peligros del desierto, de las naves, de los piratas,
de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres.
Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa
ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita.
Había, junto a la mezquita, una casa y por decreto de Alá Todopoderoso, una
pandilla de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas
que dormían se despertaron con el estruendo de los ladrones y pidieron socorro.
Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel
distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea.
El capitán hizo registrar la mezquita y en ella
dieron con el hombre de El Cairo y le menudearon tales azotes con varas de
bambú que estuvo cerca de la muerte. A los dos días recobró el sentido en la
cárcel. El capitán lo mandó buscar y le dijo: “¿Quién eres y cuál es tu
patria?” El otro declaró: “Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es
Mohamed El Magrebí”. El Capitán le preguntó: “¿Qué te trajo a Persia?” El otro
optó por la verdad y le dijo: “Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján,
porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que esa fortuna que
prometió deben ser los azotes que tan generosamente me diste”.
Ante semejantes palabras, el capitán se rió hasta
descubrir las muelas del juicio y acabó por decirle: “Hombre desatinado y
crédulo, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo
fondo hay un jardín, y en el jardín un reloj de sol y después del reloj de sol
una higuera y luego de la higuera una fuente, y bajo la fuente un tesoro. No he
dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, engendro de mula con un
demonio, has ido errando de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño. Que
no te vuelva a ver en Isfaján. Toma estas monedas y vete.”
El hombre las tomó y regresó a su patria. Debajo de
la fuente de su jardín (que era la del sueño del capitán) desenterró el tesoro.
Así Alá le dio bendición y lo recompensó.
Jorge Luis
Borges
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