ASPIRAR A LA FELICIDAD
En
mi opinión, los Seres Humanos nacemos con una tendencia genética
que nos encamina a buscar y alcanzar el máximo de felicidad posible.
O, por lo menos, a evitar la infelicidad y los sufrimientos.
Y eso es bueno.
Lo malo es, precisamente, rendirse ante la infelicidad, conformarse con ella –aunque sea a regañadientes-, aceptar que uno no está predestinado a ser feliz –lo cual es una tontería y una mentira al mismo tiempo-, o condescender y rendirse ante las temporadas continuadas de infelicidad y auto-abandono.
La felicidad está indicada por el nivel de aceptación y de satisfacción con nuestra situación y con las cosas que nos pasan.
Si uno no posee bienes materiales, pero lo acepta sin rabia y sin envidias, puede ser feliz “no teniendo”.
En una convención donde se reunieron los mayores intelectuales del mundo para debatir con respecto a la vida, llegaron a esta conclusión que resume todos sus debates: LAS COSAS PASAN.
Y eso es bueno.
Lo malo es, precisamente, rendirse ante la infelicidad, conformarse con ella –aunque sea a regañadientes-, aceptar que uno no está predestinado a ser feliz –lo cual es una tontería y una mentira al mismo tiempo-, o condescender y rendirse ante las temporadas continuadas de infelicidad y auto-abandono.
La felicidad está indicada por el nivel de aceptación y de satisfacción con nuestra situación y con las cosas que nos pasan.
Si uno no posee bienes materiales, pero lo acepta sin rabia y sin envidias, puede ser feliz “no teniendo”.
En una convención donde se reunieron los mayores intelectuales del mundo para debatir con respecto a la vida, llegaron a esta conclusión que resume todos sus debates: LAS COSAS PASAN.
Si uno acepta lo que le pasa en la vida y entiende que forma parte de su vida que las cosas pasen, y no se amarga la vida por ello, desde una actitud sanamente beatífica de comprensión, todo resulta mucho más fácil y la felicidad dispone de más posibilidades de manifestarse y de quedarse de continuo.
No confundir esto con “no hacer” –con no poner algo de su parte-, ni con aprender a resignarse y conformarse con lo desagradable que le proporcione su abandono.
Hay que aprender a ser feliz.
Es mejor ir desmontando todas las cosas que nos provocan infelicidad. Es mejor no darles a las cosas externas y ajenas poder sobre nuestro estado de felicidad. Que sea uno mismo quien decida.
Es conveniente ir aceptando que uno no tiene control sobre todo lo que le va a ir pasando en la vida –sobre algunas cosas sí, y esas sí que son responsabilidad propia-, y que sobre eso que le pase no siempre va a tener control porque no siempre dependen de uno, y que uno no tiene dominio sobre todas ellas, así que lo bueno es aprender a no darles excesiva importancia y, sobre todo, no permitir culpabilizarnos por aquello de lo que no tenemos la culpa.
La aspiración a un estado de felicidad –que sea serena, pero que sea continua-, es lícita siempre que se cumplan las normas legales y el respeto a los otros.
Por ejemplo, creer equivocadamente que la felicidad la proporcionan las posesiones –que lo que proporcionan, y efímeramente, es placer- y para tener posesiones robar o ser injusto, es un error que nos aleja aún más de la felicidad.
Tu conciencia te hará entender esto perfectamente.
Aspirar a la felicidad, más que el hecho de ser una atracción humana, es un derecho y una obligación.
El hecho de que sea un derecho implica también una obligación de hacer todo aquello correcto que encamine a su consecución.
Y es preferible que no se convierta en una tarea de esas que se van aplazando continuamente en la espera de un momento que nunca llega.
Esto es prioritario y casi casi casi el motivo principal de la vida.
La felicidad es un estado interior posible o un sentimiento que el Creador de los Humanos puso en cada uno y al alcance de cada persona, y es algo natural a lo que no han de condicionar las circunstancias personales específicas, por duras que éstas sean.
No es necesaria una felicidad grandilocuente y explosiva, ni es recomendable una felicidad que se base únicamente en la consecución de estados económicos o sociales muy notables.
La felicidad está, también, en las pequeñas cosas.
Las cosas materiales nos proporcionan satisfacciones, placeres, deleites, bienestar… que son situaciones y estados muy agradables, muy placenteros, que nos proporcionan un estado que fácilmente se puede confundir con la felicidad.
Está muy bien. Hay que procurarse todos los que se puedan. Hay que disfrutarlos, ya que nuestro Creador también incluyó la capacidad de disfrutar.
Pero la FELICIDAD, que para cada uno es una cosa personal y distinta, es algo que va más allá, que no necesita de expresiones efusivas, y que se asemeja más a un estado de satisfacción personal y de paz por quien uno es y por quien está siendo.
►¿Qué es la felicidad para ti?
Cuando seas capaz de responder bien a esta pregunta –sin caer en el error de relacionar la respuesta con asuntos materiales- comprenderás que no es imposible y que la tienes al alcance de la mano.
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