NADIE ENCUENTRA SU CAMINO SIN HABERSE PERDIDO ANTES
Hasta
que no nos sentimos perdidos, no empezamos a encontrarnos.
Esta reflexión de Henry
Thoreau pone
de manifiesto la confrontación personal necesaria para encontrarnos
a nosotros mismos. Admitir que nos hemos perdido no es fácil, llegar
a aceptarlo pone al límite a nuestras fuerzas.
Como
seres humanos, seguimos sufriendo ante cada fracaso, desilusión o
hecho que se contradice con nuestros esquemas. Lo que realmente
nos cuesta
aceptar no es que estemos perdidos, sino que hemos perdido
el control sobre
nosotros mismos.
El
control es uno de los aspectos más importantes en la conducta
humana. Juega un
papel muy importante en la generación y supervivencia de problemas
psicológicos como la ansiedad, la depresión, el dolor crónico, el
juego patológico, etc. Todos, alguna vez en la vida, nos hemos
perdido experimentando síntomas fuertes de ansiedad o depresión,
estados en los cuales no podemos o no queremos entender nada.
Tenemos
que reparar en las estrategias que hemos venido utilizando hasta
llegar a estas situaciones tan críticas. Analizando las conductas y
pensamientos que nos han llevado a tocar fondo, comprenderemos que a
veces los intentos de control no son la solución, sino el problema.
“Puedo enseñarle a cualquier
persona cómo conseguir lo que quiere en la vida. El problema es que
no puedo encontrar a quien pueda decirme qué es lo que quiere”
-Mark
Twain-
Estar perdidos nos acerca más a nosotros mismos
¿Cómo
se llega al conocimiento
de uno mismo?
Para empezar tenemos que dejar de vernos con las caretas que sacamos
a relucir cuando nos relacionamos con los demás. Conocerse
a uno mismo requiere una inversión en tiempo y energía –dos
de nuestros recursos limitados-, pero la gratificación de
conseguirlo puede con la terrible sensación de no entender
absolutamente nada de lo que nos pasa.
Todas
las personas tarde o temprano nos encontramos cara a cara con
nosotras mismas y tendremos que respondernos si de verdad queremos
darle sentido a nuestras vidas.
Llega un momento en nuestra existencia en el que tan solo
tenemos dos opciones: o tomamos otra actitud ante
la vida e intentamos estar a gusto con nosotros mismos o lo damos
todo por perdido y que la vida haga con nosotros lo que le viene en
gana. Es cuando decimos que una persona se ha rendido.
Por
raro que parezca perdernos
puede ser un gran golpe de fortuna, una experiencia de la cual
salimos conociéndonos más y conociendo más. Cambiamos
tanto que empezamos a hacer cosas que no acostumbrábamos y
vemos partes de nosotros que desconocíamos, en definitiva,
aprendemos a escucharnos de verdad.
Si no te pierdes, existe la
posibilidad de que jamás te halles a ti mismo.
Perderse para encontrarse
Es
preciso perderse, para poder encontrarse, incluso para llegar a
conocerse realmente por primera vez. Piensa
que desarrollarnos de forma plena como seres humanos es
incompatible con una alienación absoluta, con la negación de
la reflexión y con la ausencia de sinceridad ante la vida y el
mundo.
Quien
asegura estar en posesión de grandes verdades puede estar basando
sus presuntas certezas sobre cimientos ajenos a él, inseguros e
inciertos. En cambio, quien
no teme perderse y caminar por la vida, quien no ha renunciado
a su propia realidad, se
sabe poseedor de pocas certezas y verdades. Sin embargo, es dueño
de sí de sí mismo y del gozo de vivir con ilusión.
Es
normal que nuestra mente necesite perderse para ordenar ideas y
pensamientos. De esta forma escapamos durante un tiempo de la
realidad que nos rodea para luego volver más fuertes y la
posibilidad de ejercer un mayor control.
“Solo hay una pequeña parte del
universo de la que sabrás con certeza que puede ser mejorada, y esa
parte eres tú”
-Aldous
Huxley-
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