¿QUÉ ESPERA LA VIDA DE MÍ, AHORA?
Hay momentos en que la
vida se pone “patas arriba” y rompe nuestros esquemas, hasta entonces
confortables y seguros! Y solemos preguntarnos ¿por
qué a mí, ahora? o ¿qué
he hecho yo para merecer esto?, aludiendo a esa falsa culpabilidad
aprendida y adoctrinada por lo que todo pasa por alguna razón, aunque a veces
ésta permanezca escondida a nuestra mente limitada y a ratos confusa…
Seguramente deberíamos
aprender a preguntarnos el para qué, más que ese por
qué que nos paraliza y nos hace sentir mal. El para qué invita
a buscarle su sentido a ese momento o situación, para luego actuar en
consecuencia. El por qué, en cambio, apela a esos fantasmas del pasado que todos tenemos y que
reinciden de vez en cuando, recordándonos que tal vez no hicimos las cosas como
deberíamos o en algo hemos errado. Y ni que decir tiene que nos da miedo el
fracaso, aceptar nuestros errores…
Pero la vida no está
hecha de aciertos y errores, como parecen habernos enseñado desde niños, sino
de aprendizaje ante las diferentes oportunidades que aparecen en la vida. Cada nueva
circunstancia que llega a nuestra vida ahora (recuerda que presente quiere
también decir regalo), por imprevista que sea, tiene la misión de
poner a prueba nuestra firmeza para ser nosotros mismos y para invitarnos a
ejercer ese don humano que es la libertad. Son dos cualidades exclusivamente
humanas, que ningún otro ser vivo posee ni contempla. Ningún pájaro o árbol se
pregunta por qué llueve, qué ha hecho mal para que llueva o cómo le afecta la
lluvia que llega…
El ser humano, en
cambio, tiene el enorme privilegio de ser consciente de lo que ocurre a
su alrededor y de incluso decidir qué hace con ello, cómo le afecta o no. Es su libertad
la que le invita a aprovechar o desaprovechar en favor de si mismo
lo que aparece en su día a día. Eso es lo que nos hace libres y responsables de lo que hacemos en nuestra vida.
Pero no hay que confundir la responsabilidad con la culpabilidad. No llueve
porque hemos actuado bien o mal, sino porque la lluvia forma parte de la
climatología del lugar en el que vivimos y, además, tiene su propio sentido y
su devenir en el mundo que nos rodea. Aprovecharla o no, es nuestra decisión y
responsabilidad, nunca un castigo…
Recuerdo que de niño me ponía de mal humor el mal tiempo,
especialmente cuando llovía y debía ir al colegio. Ahora pienso que, al
parecer, algo o alguien me debió enseñar que merecíamos un fantástico y soleado
día, cada día. Tal vez nadie me enseñó a ver la lluvia como algo normal y necesario,
que forma parte del clima, como el sol, la nieve, los chubascos o cualquier
otro fenómeno atmosférico que existe, según la latitud terrestre en que
vivamos…
Lo sé ahora, era una
visión sesgada de
la realidad que me rodeaba, a partir de la cual fabricaba mi lista de deseos y
aspiraciones personales. Que haga sol se convertía en mi mejor deseo de cada
día! Seguramente me hubiera bastado viajar al Polo Norte o al África desértica
para cambiar mi opinión y aprender a desear la lluvia. Así es la vida y la miope
visión que a veces tenemos los seres humanos de ella…
Y aprendemos a vivir
así, desde la miopía y una vida a medias, sesgada, en la que solo
deseamos lo que torpemente consideramos bueno para nosotros, en un momento
dado. Pero, con la edad, uno aprende a relativizar lo bueno y lo malo, porque las más de
las veces basta que pase el tiempo o las circunstancias cambien para modificar
nuestra percepción de las cosas. Lo que un día pareció simplemente malo,
con el paso del tiempo lo entendimos como positivo y muy bueno. Deberíamos
aprender a no juzgar las cosas que nos pasan… dejando que la propia vida nos
enseñe su verdadero sentido. Quizás esta sea la mejor -o única- manera de vivir
lo que la vida nos trae, sin miedo y buscando siempre su “para
qué”, que invita a vivirlo de otra manera, sin escaparse de ello o
intentar evitarlo a toda costa.
Nos han enseñado a huir
de lo que no nos gusta o nos altera la vida, cuando posiblemente sea la única
manera de aprender a ser y a vivir lo que realmente somos y soñamos. Es difícil
soñar en el océano, sin atreverse a salir de nuestra confortable y pequeña
pecera!
Cualquier cosa que llega a nuestra vida tiene su
propia misión y sentido, aunque tal vez no lo sepamos ver en un
primer momento. Basta confiar en que si sucede algo es siempre por algo! Y
seguramente ese misterioso algo tenga
que ver con nuestra vida plena y, por qué no, con esa felicidad que
todos soñamos…
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