LA FELICIDAD: Un camino, no un destino
Es el recorrido el que
merece la pena
Dichosa
felicidad… y cuando llega, si llega, dura unos días, una hora o un suspiro…
¿Tanto esfuerzo para sólo eso? ¿Se ha perdido algo por el camino para que dure
tan poco? No, es que eso no es la
felicidad. Querido lector: el mejor amigo del hombre, un perro, tiene la clave.
Por
lo menos, el experimento que un gran hombre realizó con él y que nos puede
abrir un poco la puerta que permita entrever qué es la felicidad. Es irrefutable
(aunque dejemos la sana duda), pues muestra lo
que una biología hace al margen de una psique capaz de inventar qué es y qué no
la felicidad.
El investigador en cuestión llevaba décadas intentado, a
través de la ciencia, dar con el “alma” de esa intangible ecuación y lo logró,
en parte, tras un duro día de trabajo. Llegó a su casa. Allí, su querida
mascota le esperaba como cada jornada.
Entró
en su hogar y se dirigió a la cocina para dar de comer el habitual pienso a su
perro. Éste último, conocedor de tal hábito, se puso muy contento. Era feliz. Desde el momento en el que su dueño
comenzó el ritual de ofrecerle comida, comenzó a mover su cola. El investigador se
fijó esa noche, especialmente, en esa reacción que tantas veces había
protagonizado su querida mascota.
El
científico observó que el perro se sentía tan radiante y se movía para todos
lados porque iba a comer su esperado pienso. Ante tal hecho, y por primera vez,
prolongó el ritual para continuar observando la reacción; una reacción que no concluía mientras retrasaba el
momento de servirle la comida.
A
los pocos minutos el hombre se dio por satisfecho. Tras el singular análisis
decidió ofrecerle su esperado plato. En ese momento, el perro dejó de mover la
cola y sentirse eufórico para comenzar a “devorar” su deseada ración. A los
pocos segundos, el afanado científico pudo discernir que la mascota se sentía feliz por la expectativa de
lograr un beneficio, expectativa que concluyó al conseguir “el botín”. “La felicidad había concluido al llegar el
premio”,
pensó.
Así
llego a la conclusión de que la felicidad no era un destino, sino un camino. La felicidad era y es recorrer la distancia que te
separa de un premio, y el galardón es el fin de ese radiante camino.
Al
respecto pienso: ¿Cuántas veces se
obsesionan las personas con el premio y no disfrutan el camino? Casi siempre. ¿Qué te lleva a
ese esperado lugar, cosa o persona? Te lleva un camino, un feliz camino que tiene como premio la plenitud. Disfruta tu
camino.
’La felicidad: sólo un camino,
no un destino’ es el verdadero
viaje de vida que apunta y dispara la palabra de Miguel
Ángel Blanco Martínez,
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