¿QUÉ ES LA FELICIDAD…?
A principios del siglo XX, un antropólogo del Gobierno colonial belga se
topó en el corazón de la selva congoleña con un grupo de pigmeos: Cuentan que
aquellos hombres, prácticamente desnudos y desposeídos de casi todo, le
parecieron tan risueños que no pudo resistirse a preguntarles si se sentían
felices. Para su sorpresa. Los pigmeos no supieron qué contestar. Los términos
“feliz” y “felicidad” no estaban en su vocabulario por la sencilla razón de que
no los necesitaban. Y es que el uso y la democratización del concepto
“felicidad” es relativamente reciente. A mediados y finales del siglo XVIII,
con la ilustración la revolución francesa y la americana, es cuando se
considera la felicidad un derecho de los ciudadanos. Desde entonces se ha ido
modificando hasta convertirse hoy en un codiciado objeto de deseo.
¿En qué consiste
la felicidad hoy, en el siglo XXI ?
En un mundo donde los indicadores de riqueza están aparentemente en alza,
algo no cuadra cuando, a la vez, las enfermedades psicológicas, la depresión,
la angustia o las urgencias psiquiátricas van en aumento. Quizás los pigmeos
con los que se topó el antropólogo colonial belga en el siglo pasado no
supieran lo que era la felicidad, pero era bien felices, y hoy tenemos aparentemente
muchas cosas que nos deberían procurar una felicidad que no es tanta como
cabría esperar. ¿Será que la misma obligación de ser felices genera
infelicidad? Éste es un enigma que sólo se responde hablando con muchas
personas de diferentes países y bajo diferentes prismas. Si el ejercicio se
lleva a cabo, nos damos cuenta de que la felicidad se construye no a través de
las cosas, si no en otras dimensiones más sutiles. Adentrémonos entonces en el
laberinto de la felicidad y veamos las paradas que debemos hacer en el viaje
hacia su encuentro.
PRIMERA PARADA: AMOR TERNURA Y AFECTO
“La felicidad es hacer felices a los demás” (François Lelord)
Según la neurobiología y los estudios de opinión, la materia prima
esencial de la felicidad es el amor. Nadie es más feliz que el que ama y a su
vez se siente correspondido. La ternura, el afecto y las caricias son la
primera parada obligada en el camino hacia el centro del laberinto de la
felicidad. El amor y la intimidad que de él se deriva constituyen la única manera
de aprehender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. En ese
proceso, la persona que ama posibilita al amado a que manifieste sus potencias.
Es a través de esa toma de conciencia de lo que podemos llegar a ser gracias al
reconocimiento y al apoyo de quien nos ama como se pone en marcha el proceso
que permite que nuestro potencial se convierta en realidad. Allí en el proceso
de desarrollo personal que nace del amor, se ejercita una experiencia mucho más
intensa que el placer: la felicidad.
SEGUNDA PARADA: CONCIENCIA
“La felicidad consiste en valorar lo que tienes” (Hellen Keller)
Otra característica común de las personas que se declaran felices es su
capacidad para valorar y disfrutar de lo que tienen. Y no nos referimos a la
posesión de bienes materiales, que, más que felicidad, procuran comodidad,
bienestar o placer. Al contrario, la felicidad parece emerger de la toma de
conciencia de aquello que es obvio y que, precisamente por ello, obviamos: un
buen estado de salud, la compañía de nuestros afectos, el contacto con la naturaleza,
una buena conversación, tener el privilegio de trabajar en algo que nos
gusta…Sin duda; los conceptos conciencia amor y felicidad van juntos. Ya lo
decía el sabio alquimista medieval Paracelso: “Quien conoce, ama. Y quien ama,
es feliz.”
TERCERA PARADA: VOLUNTAD DE SENTIDO
“Quien tiene un por qué vivir, encontrará siempre un cómo” (Víctor
Frankl)
Hay otro elemento común entre aquellas personas que se declaran felices:
La voluntad de sentido. El ejercicio voluntario y consciente de dar un
significado positivo y constructivo a lo vivido, sea cual sea el signo de la
experiencia registrada. Luego no es tan importante aquello que nos sucede como
el significado que le damos a lo sucedido. Dicho de otro modo: toda la
experiencia negativa que hemos padecido en el pasado puede ser el elemento
alquímico de la felicidad en el futuro.
Los ejemplos son múltiples y abordan todas las dimensiones de la vida:
“si no hubiera conocido a esa pareja que me hizo la vida imposible, no sabría
valorar la que tengo ahora”; “si no hubiese tenido aquel jefe tan lamentable,
que me mostró lo que nunca se debe hacer, no sabría valorar el hecho de tener
un buen jefe como el que ahora tengo”; “si no hubiera sufrido tal enfermedad,
no habría tomado conciencia de cómo desarrollar unos nuevos hábitos de cuidado
de mi cuerpo…”
La persona feliz intenta extraer la parte positiva de todo lo vivido. No
desde la ingenuidad, ni desde la estupidez, tampoco desde la sumisión, si no
desde el coraje, la fuerza interior y la entrega a la propia vida. En este
sentido Albert Camus aseguraba: “La propia lucha para alcanzar la cima basta
para llegar al corazón de un hombre”. Y concluía: “Sífido debió de ser feliz”.
CUARTA PARADA: EL LUJO DE LO ESENCIAL
“Es más fácil calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra”
(Anthony de Mello)
Nacemos ingenuos y felices, y la paradoja es que vamos dejando de serlo a
medida que buscamos la felicidad en los objetos, en la materia. También en
muchos casos, a medida que crecemos y envejecemos, la inteligencia nos lleva al
escepticismo. Pero el escepticismo no es una buena base sobre la que edificar
la felicidad; más bien es una parada necesaria en el camino de la sabiduría,
nunca la estación final. La misma inteligencia que nos llevó a él debe
devolvernos a la ingenuidad perdida no como un medio para alcanzar la
felicidad, si no como un fin. Y es en esa ingenuidad donde, de repente, emergen
la humildad y la gratitud, ingredientes imprescindibles en el viaje hacia el centro
del laberinto de la felicidad. Desde ellas valoramos lo esencial, lo simple, lo
auténtico, lo honesto: la amistad, la belleza natural, el arte que emerge de la
entrega, el lujo de lo esencial.
QUINTA PARADA: SERVIR
“Si queremos un mundo de paz y justicia, debemos poner la inteligencia al
servicio del amor” ( Antoine de Saint-Exupéry)
Llegados a este punto, aparece la pregunta inevitable: ¿cómo podemos ser
felices si vivimos en un mundo donde la justicia, la solidaridad, la paz y los
derechos humanos son aún una utopía en muchas partes de nuestro planeta? Quizá
en esa tristeza inevitable que nace al leer el periódico cada día esté el
acicate hacia la creación de la felicidad, pero no la propia, si no la del ser
humano que sufre. Si no hay tristeza, no puede haber ni compasión ni rebelión,
y si no hay compasión ni rebelión, no puede haber verdadero impulso hacia la
transformación.
La compasión, la entrega al otro, el servir a una causa mayor que uno
mismo son fuente de felicidad, aunque sólo sea desde el egoísmo inteligente que
hace que, al entregarnos al otro, consigamos olvidarnos de nuestros propios
problemas. Por difícil que sea su situación, las personas que construyen su
felicidad en el servicio al otro no ven la existencia como un coto cerrado, sino
como un universo de posibilidades en el que todo está por hacer.
SEXTA PARADA: LA ALEGRÍA
“Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la
felicidad” (Pearl S. BUck)
Finalmente si todo lo
anterior nos resulta demasiado complejo, siempre podemos
llegar a la felicidad de la mano de la alegría. Como los pigmeos que citábamos
al principio de este artículo, mucho tenemos que aprender de los humanos que
desde su desnudez nunca tuvieron necesidad de romperse la cabeza intentando conceptuar
qué es la felicidad, ya que ellos, simplemente experimentan la alegría. Ésta es
más directa, más simple más fácil, más inocente y más tangible que la
felicidad. La alegría nos espera en las pequeñas cosas de la vida para
susurrarnos al oído que, a través de ella, podemos ser felices. Y es que es
realmente difícil ser felices si buscamos incesante y angustiadamente en qué
consiste la felicidad. Porque ésta no es un lugar al que llegar; es más bien
una manera de andar.
Y mientras hay quienes se dedican a perseguir la felicidad, otros la
crean amando, sirviendo, desarrollando su conciencia, procurando cuidar lo
esencial o brindando pellizcos de alegría a quienes les rodean.
En el fondo los
pigmeos tenían razón; no es tan complicado ser feliz.
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