CONSEJOS DOY, QUE
PARA MÍ NO TENGO
La vida es un
proceso más o menos largo por el que todos pasamos y aprendemos a vivir. Las
circunstancias van llegando una a una exigiendo que aprendamos a manejarlas y
aprendamos la lección que traen consigo. Al final, supongo que dure lo que dure
la vida todos llegaremos a ese momento mágico de, por fin, aceptar nuestra
realidad…
Parece sencillo,
pero aceptar la realidad no es siempre fácil. Antes debemos saber que la
realidad de cada uno de nosotros es distinta y específica. Depende de nuestra
percepción, por tanto es subjetiva. Por eso no hay mejor interpretador de
nuestra realidad que nosotros mismos, pues nadie más sabe a ciencia cierta qué
sentimos en nuestro interior. Y saberlo reconocer tampoco es fácil…
Quizás el primer
paso sea desenmascarar la realidad de lo que somos y sentimos, es decir,
sacarnos de encima la ficción de lo que creemos ser, que nosotros mismos nos
hemos creado o que los demás nos han impuesto sutilmente, sin saber quiénes
somos en realidad. Los padres demasiadas veces creemos tener una idea clara de
cómo son exactamente nuestros hijos, a los que afirmamos querer, sin habernos
siempre preocupado por conocerlos bien. A nuestros hijos les regalamos la
ilusión de ser lo que nosotros quizás quisimos llegar a ser. Nos miramos a
nosotros mismos en ellos, sin ver lo que ellos en realidad son. Les invitamos o
forzamos a ser como a nosotros nos gustaría que fueran. Y amar es respetar,
respetar lo que ellos son, en realidad.
Aunque es humano
desear lo mejor para quien más amamos, respetar es aceptar que cada quien es
como es, aunque no coincida con nuestra idea de lo mejor para él. Amar, en este
contexto, es comprender, aceptar y respetar cómo es cada quien. Se ama al otro,
no a la idea que tenemos de él! Es como amar a la vida por lo que es, no por lo
que creemos que es…
Hace unos días mi
querida hija casi quinceañera me comentó que tenía un problema con un amigo suyo. Estaba preocupada
y necesitaba comentarme su problema y que yo la escuchara. Seguramente, como
suele pasar, no deseaba que yo le diera la solución, sino que simplemente la
escuchara. Ella sabe que, aunque opino, no suelo dar consejos, sino que le
planteo una manera de enfocar los temas, para que ella lo haga a su manera. Creo que nadie tiene la llave de nuestros problemas, pues nadie
conoce cómo los vivimos interiormente y cómo nos afectan en la realidad…
Como he comentado
antes, la realidad de cada uno es singular y, por tanto, es difícil que alguien desde fuera y en otra realidad pueda aconsejarnos.
Normalmente cuando uno aconseja algo a alguien lo hace desde su propia experiencia o perspectiva del tema, sin
muchas veces intentar ponerse en la piel del otro, es decir, sin empatizar de verdad. Así, demasiadas veces los
comentarios, críticas y consejos se basan en una realidad ajena a nosotros, por tanto, no nos ayudarán
ni disiparán nuestras posibles dudas…
Como decía antes,
aceptar nuestra realidad personal no es siempre fácil… y los problemas que
tenemos habitualmente no son más que su claro síntoma! ¿Cuántas veces los
problemas -y el sufrimiento que traen consigo- son causados por no aceptar una
realidad evidente, aunque la neguemos o intentemos escapar de ella? ¿Tendríamos
problemas o sufriríamos si aceptáramos y viviéramos la realidad tal y como
viene, sin expectativas ni demandas?
Vivir la vida tal y
como es y llega es la única forma de no sufrir! Por ello, ayudar a las personas
a descubrir y vivir su propia realidad es una buena misión, aunque debemos
tener en cuenta que no todos y en todo momento pueden o quieren aceptar su
propia realidad, sobre todo cuando esa realidad incomoda o se aleja demasiado
de su
propia idea de ella!
Normalmente es más
fácil ver la realidad del otro, que la propia. O eso creemos, al menos. Pero la
verdad es que demasiadas veces somos tan ciegos ante nuestra propia realidad,
como con la del otro… aunque le demos consejos sobre ella. Si cada uno se
preocupara de reconocer su realidad personal -la consciente y la inconsciente-
en vez de mirar y juzgar la de los demás, en el mundo habría menos problemas y
malentendidos. Quizás así descubriríamos que el otro no es más que un reflejo nuestro… y lo que consideramos su realidad no
es la suya, sino la nuestra reflejada.
Y se refleja es para
que la podamos aceptar o cambiar. Eso hace que las relaciones con los demás sea
la mejor oportunidad -¿o la única?- para conocerse a uno mismo. Y si, además,
amamos de verdad al otro,
eso nos hará respetar y aceptar su propia realidad… y compartir la nuestra! ¿No
es ese el verdadero encuentro entre las personas y sus respectivas realidades
para compartirlas y así enriquecerse mutuamente? ¿No deberían ser así todas las
relaciones humanas?
Escrito por Miguel Benavent de B.
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