NADIE LO HARÁ POR TI
“Como es arriba, es abajo; como es adentro, es afuera”
“Aquello en donde enfocas tu atención, eso crece”
Son hoy una retadora y desafiante
comprobación de laboratorio en la Ciencia más avanzada, donde conforme a la
Física Cuántica es el observador, con su actitud y expectativa, quien
determina el resultado del experimento, de la experiencia, de su experiencia (también
aplicado a nivel de colectivo).
La causa de algo que le sucede a
alguien nunca está afuera, siempre está dentro del individuo. Y la
suma de esas causas internas -de los miles de millones de individuos que
integramos la Humanidad- está siendo infaliblemente reflejada en el
exterior, en este panorama mundial actual. Vivimos en el gran salón de los
espejos. Afuera vemos reflejado lo que llevamos dentro.
Por eso es tan importante aprender a
escuchar y decodificar el contenido o significado real de lo que proyectamos a
través de la palabra, para así poder ser conscientes de lo que albergamos y
emitimos, de manera que, si ello no es armónico o acorde a nuestro deseo,
podamos modificarlo antes de que se refleje o manifieste en nuestra vida.
“No es lo que entra por su boca lo que
contamina al hombre, sino lo que de su boca sale; (…) porque lo que de su boca
sale, del corazón procede”. Mateo, 15:11-18
Nuestras creencias o certezas, articuladas y
manifestadas a través del verbo, crean nuestra realidad. Tal instrucción
capital, junto a otras adyacentes o derivadas, formarían parte de una Única y
Original Enseñanza, impartida desde tiempos remotos en muy diversos enclaves,
grupos, culturas y civilizaciones.
Aunque en nuestros días se conservan
antiguas escrituras, vestigios y restos arqueológicos que registraron de un
modo u otro estos Altos Conocimientos, ellos constituyen principalmente
una tradición oral, trasmitida de generación en generación por los
Maestros (chamanes, hierofantes, adeptos, etc) a los iniciados, hasta hoy.
Particularmente, el psicólogo e investigador
José Luis Parise comprobó a lo largo de su dilatada búsqueda, experiencia y
aprendizaje entre los descendientes directos de aquellos maestros y culturas,
que las claves relativas a la palabra y a la escucha se encuentran y
se repiten una y otra vez en las enseñanzas y sabiduría procedentes de las
llamadas Culturas Originales o Iniciáticas (Egipto, Mayas, Incas, etc), así
como en la Enseñanza Oculta de Cristo, la auténtica, íntegra y completa, esa
que él revelaba directamente a sus discípulos, a quienes lo seguían y
escuchaban (y que no podía ser comprendida a priori por las muchedumbres, por
los no iniciados o los curiosos).
Esa misma Enseñanza que la Iglesia
(siguiendo los lineamientos impuestos por Pablo de Tarso, que nunca conoció al
Maestro) se encargó de sepultar y combatir con todas sus fuerzas, siglo tras
siglo, para preservar así su auto-adjudicado poder terrenal y arrogarse el
papel de intermediaria entre los hombres y Lo Divino. Cuando, en verdad, lo
divino es y siempre fue nuestra propia e íntima naturaleza.
“Te advierto,
quien quiera que fueres, oh tú que deseas sondear los arcanos de la Naturaleza,
que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo
fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes
encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los
tesoros. Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al universo y a
los dioses.” Inscripción en el Frontispicio del Templo de Delfos, en
Grecia
Por favor, se acabó el buscar afuera, se
acabó el “echarle las culpas” a todo lo que hay afuera (personas, cosas,
situaciones, ideas, instituciones, papas, dioses y demonios).
Basta de proyectar “la culpa” y “cargarle el
muerto” a los políticos, los banqueros, las multinacionales, Bilderberg,
illuminati, masones, sionistas, Vaticano, etc (aunque ellos tengan que rendir
cuentas a la Humanidad y a Sí mismos por todos sus crímenes).
Es ineludible ahora que cada quien tome
responsabilidad por sus pensamientos, sentimientos, palabras y acciones, que
son los hilos que componen la urdimbre y la trama con los que diariamente se
teje nuestra realidad individual y colectiva.
Se acabó ya el evadir la responsabilidad por
lo que uno guarda dentro y emite afuera, por lo que uno siembra (y cosecha), y
por la propia vida.
Es tiempo de madurar, de crecer, de dejar
atrás la etapa infantil, como personas y como Humanidad. Es tiempo
de mirar adentro, y de trabajar internamente, a la par que
actuamos externamente en consonancia con lo que de verdad queremos.
Hay que ponerse cada uno manos a la obra
para resolver los propios bloqueos, tensiones, defectos y contradicciones
internas -sanando nuestras emociones y recuperando nuestra salud integral-
para dejar de ser “un reino dividido” y entrar al fin en armonía con toda la
Vida, fluyendo en el eterno ahora con todo lo que existe y con todos
los seres, aspectos nuestros; porque TODO ES UNO y TODOS SOMOS UNO.
La auténtica y duradera paz deviene
naturalmente con la integración, aceptación, reconciliación y comprensión
íntima de todo lo que somos, sin luchas, resistencias, repulsiones ni juicios
(lo cual no significa permitir o consentir el abuso o la agresión, sino verlo
desde una perspectiva más elevada, como experiencias que tienen su razón de ser
y su sentido de aprendizaje o superación en nuestra vida, para así lidiar y
trabajar sabiamente sobre ellas sin que ellas nos desequilibren, condicionen o
afecten).
Hemos, por tanto, de recobrar nuestra integridad,
religándonos a la Vida en su totalidad, empezando por nuestra propia
materialidad o sustancia (conectándonos a la Madre Tierra), para finalmente -y
tras sanar e integrar nuestro niño interior- realizar nuestra esencia
espiritual (sintonizando nuestro Yo Superior), haciéndonos conscientes de
Aquello que siempre fuimos y somos.
Así reunificados, sanados y liberados de
todo falso conocimiento -serenos, lúcidos y empoderados-, ya no quedará dentro
de nosotros (en nuestra mente subconsciente) ningún programa de limitación,
ningún residuo o remanente de dolor o frustración, ninguna creencia errónea o negativa
que pueda ya impedirnos vivir en la paz, el gozo y la realización, cocreando en
plenitud nuestra realidad desde el corazón.
Porque siempre lo exterior depende de lo
interior. Y lo que tu emitas o hagas a “otro” o a la Vida, a ti mismo te
lo haces y emites. Esta comprensión profunda, en la medida que es sentida e
integrada, hace que se actualicen o desarrollen en nosotros virtudes muy
elevadas, como son la empatía, la compasión (en su más puro y productivo
sentido), el servicio y la responsabilidad por nuestras vidas, pensamientos,
sentimientos, palabras y obras.
Llegó entonces la hora, en este escenario de cambios y desvelamiento
sin precedentes, de madurar, comprender y asumir nuestro enorme potencial como
individuos y como colectivo, porque creer es crear.
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