Hoy
me he sentado delante del espejo a hablar con mi reflejo, a
aceptar que no soy perfecta,
pero es así como me quiero. A
mirarme por primera vez más allá de mi simple aspecto y entender
que lo que soy y cómo soy refleja todas y cada una de las
experiencias que he vivido.
Hoy he aprendido
que la vida se refleja en la piel y
las esperanzas en los ojos, y aunque dicen que los ojos son el espejo
del alma, también son la puerta de la esperanza. Quizás resulta
complicado mirar al espejo y ver no solo nuestro aspecto, sino ver
más allá de nuestro propio reflejo, ver que realmente
no solo estamos hechos de carne y hueso, sino que estamos hechos de
experiencias, esperanzas y sueños.
No somos solo carne y huesos, somos lo que hemos sido, y a la vez, lo que seremos.
Las arrugas son
el reflejo de las preocupaciones en los ojos y las carcajadas en la
boca. Son
el reflejo de las palabras que no hemos dicho y de las que se nos
escaparon con fuerza y después nos arrepentimos. Son una parte de
nosotros, una parte que nos ayuda a construirnos, una parte que dice
al mundo cómo somos.
Quizás mirar
directamente a tu alma en
lugar de tu aspecto, cuando te miras al espejo, resulte una tarea muy
complicada. Suele suceder cuando nos reprochamos el pasado en lugar
de mirar al futuro, cuando nos enganchamos a lo perdido en lugar de
valorar todo aquello que hemos obtenido. Cuando pretendemos
que nuestra piel y nuestro físico sean perfectos, de porcelana, como
si muñecas sin vida fuéramos y experiencias no hubiéramos vivido.
El
pasado sirve para aprender
Pero
resulta que somos más de lo que se puede ver, somos pasado, y su
reflejo recorre nuestra piel. Porque
el pasado nos ha enseñado de dónde venimos, pero no determina a
dónde vamos. Porque somos nosotros quienes dirigimos a nuestros
pies.
Aunque hay que
tener en cuenta que el
pasado sirve para aprender,
no para engancharnos a él. El
pasado forma parte de lo que somos, pero no define lo que podemos
ser. El pasado, al fin y al cabo, es la estructura, los ladrillos que
nos han construido, pero no nuestro interior.
Recuerda
que no somos el reflejo de lo que determinó el pasado, somos lo que
luchemos por ser mañana. Y
aunque tengamos presente nuestro propio pasado, aprendamos de los
errores y no hagamos que determinen todos y cada uno de nuestros
pasos.
Si decides rendirte y dejar que tu pasado sea tu presente, serás un mero espectador de tu vida y dejarás de vivirla.
El futuro es un reflejo de lo que puede ser
Escuchando a mi
reflejo, hablando sin miedo del futuro que quería ver a través del
espejo, he entendido que las ganas de luchar por lo que realmente
quiero tienen más valor que los tropiezos del pasado del que
provengo. Porque muchas
veces
no
hay que centrarse
en la realidad tal y como es, sino en la que podemos conseguir si
hacemos lo que nos proponemos.
Quizás tardemos
en obtener el futuro que deseamos, pero solo el que es paciente y no
se rinde obtiene aquello que desea, por muy lejanas que sean sus
metas. No
rendirse ante las dificultades siempre es una virtud, aprender de los
errores una habilidad y no encariñarse con la piedra que nos hizo
tropezar un signo de inteligencia.
Hoy
me he sentado delante del espejo a hablar con mi reflejo y he
comprendido que soy todo lo que he vivido y seré todo lo que quiera
ser. En
mis manos está luchar por mis sueños y
aprender de mis errores. En definitiva, los sueños están al alcance
del que se conoce más allá de la imagen que proyecta, porque nadie
es perfecto, pero sí sabiamente imperfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario