El primer paso para iniciar la
 reconciliación con uno mismo es aceptar la realidad, tal como es.
La vida fluye permanentemente y en su
 discurrir nos deja un sinnúmero de experiencias que constituyen
 nuestro conocimiento. Este conocimiento se refiere a nosotros
 mismos, a otros y a todo cuanto nos rodea. Las experiencias pueden
 ser estimulantes, divertidas y trascendentales y esto otorga un plus
 de sabiduría a nuestra existencia.
Hay experiencias como no, dolorosas,
 porque en la vida pasamos por momentos de carencias, frustraciones e
 imposibles. Cuando esto no se logra asumir, despierta en nosotros
 temores, desconfianza y pesimismo. De hecho, terminamos culpándonos.
 Así, si llegamos a eso, es indispensable encontrar la manera de
 reconciliarnos con nosotros mismos.
Ese sentimiento de culpabilidad, es
 el que nos hace estar mal con nosotros mismos, alejarnos de lo que
 somos y si lo prolongamos en el tiempo es necesaria esa
 reconciliación con nosotros.
No es fácil, pero sí importante
 aprender a aceptar nuestras limitaciones y nuestras peculiaridades.
 No tenemos que ser duros con nosotros mismos, ni empezar una lucha
 contra nuestra personalidad pensado que no es la más acertada.
Si queremos estar bien debemos mirar
 dentro de nosotros aunque muchas veces ni siquiera nos miramos, sino
 que nos comparamos con un ideal mental, con ideas preconcebidas y
 creencias que nos han sido impuestas. Por eso es importante aprender
 a observarnos con cuidado y con cariño.
Otra de las ventajas de hacer ese
 ejercicio de introspección, es tomar conciencia que en nosotros hay
 virtudes y limitaciones como las hay en todo ser humano. Así,
 lograremos aceptarlas cuando entendamos que en todos, absolutamente
 en todos, reside la imperfección.
Si no podemos aceptarnos a nosotros
 mismos, no vamos a poder aceptar a los demás. Un valor añadido de
 quien se acepta y se aprecia es que también puede valorar a los
 otros. Por el contrario, quien mantiene una batalla interna sin
 tregua también traslada ese conflicto a los demás.
Para reencontrarnos y reconciliarnos,
 solo se requieren dos cosas: querer hacerlo y llevarlo a la
 práctica.
En el interior de todo ser humano
 anidan las dudas respecto a sí mismo. Por esta razón, en principio
 es muy importante aprender a identificar la manera en la que te
 relacionas con tus propios pensamientos. Es importante detectar esas
 líneas de pensamiento autodestructivas.
No importa qué grado de perfección
 busquemos alcanzar. La naturaleza humana, aunque maravillosa, es
 imperfecta. Y tal vez este sea su mayor atractivo, porque nos
 conducirá a intentar ser mejores en el día a día.
De igual modo, reconocer nuestras
 limitaciones es un paso importante hacia la madurez y la sabiduría.
 Y lo mejor: constituye una experiencia directa que cada uno vive de
 una forma diferente.
Cuando actuamos en contra de lo que
 sentimos, nuestro cuerpo se expresa. Entonces, no solo nos atacamos,
 sino que también nos desconectamos de ese equilibrio que existe en
 el universo. Piensa que muchas de las enfermedades que padecemos
 tienen un origen emocional y casi todas están relacionadas con la
 auto-aceptación y el amor propio.
Por contradictorio que parezca, a
 veces no logramos aceptarnos porque tenemos una gigantesca vanidad.
 Algunos le llaman también “narcicismo”. No nos interesa ser
 nosotros mismos, sino ser superiores a otros. Por eso, no logramos
 aceptar nuestros errores o fracasos. Nos señalamos con el dedo y
 nos maltratamos emocionalmente.
Piensa que los errores no conducen al
 fracaso, sino a la experiencia. Lo que sí constituye un error es
 quedarte en el lamento por haberte equivocado.
Siempre hay formas para corregir los
 desaciertos. Todo esto forma parte de una conciencia evolutiva que
 debe abrirse a nuevas formas de valorar y resolver las limitaciones.
 El principio de todo es reconciliarte contigo mismo y darte la
 oportunidad de disfrutar de la persona que eres.

No hay comentarios:
Publicar un comentario