Ese
estado de placer que
nos embriaga en situaciones concretas es la felicidad. Todos quieren
alcanzarla, saber cual es el secreto para conseguirla y
experimentarla el máximo tiempo posible. Si pudiésemos, los
seres humanos intentaríamos estar felices todo el tiempo, pero esto
no es más que una idealización sin fundamento ni base en la
realidad.
La
felicidad no es un estado emocional concreto, es una forma de vida.
Hay personas que se han topado con numerosos baches a lo largo de su vida y son felices. Otras, por el contrario, han sido siempre unos privilegiados, lo han tenido casi todo y aun así, declaran no ser felices.
Claramente, no
es la situación, el contexto o lo que te toca vivir lo que determina
el que te sientas más o menos feliz. La
felicidad no nace de ningún logro, de una pareja,
de un hijo o de una casa en primera línea de playa.
Ser feliz pasa por tener un sistema de valores muy bien amueblado,
enfocarnos en el momento presente, amarnos de forma incondicional y
saber apreciar lo que poseemos.
Todo lo que
acabamos de enumerar va de la mano. Así, si nos esforzamos por
cambiar nuestra filosofía de vida, que en buena parte de nosotros es
bastante quejica, y adoptamos esta mirada alegre de la vida, nos
percataremos de cómo podemos
encontrar la felicidad exactamente donde queramos.
La
felicidad no hay que buscarla porque no existe en ningún lugar que
implique búsqueda. Es
decir, no está ahí afuera como muchas veces nos hacen creer.
Si esto fuera así, existirían dos
tipos de personas: las que llevan una vida envidiable y son felices y
los que carecen de todo y son infelices. Pero la realidad es que esto
no es así. Y vamos más allá: incluso los que menos tienen a veces
son los más felices.
No me gusta
generalizar, pero suele coincidir que la
gente que se ha acostumbrado a vivir con menos, a su vez, acaba
necesitando menos. La consecuencia es que su atención está más
dirigida a los pequeños placeres que
a aquellas gratificaciones que son efímeras.
Valoran mucho más las cosas y esto les hace sentir más placer que aquellos que no son capaces de otorgar tanto valor a lo que poseen.
Es por esto que
la plenitud psicológica nace desde dentro de la persona. No se trata
de creer que cuando obtengamos eso que pensamos necesitar, entonces
seremos felices. Si
no eres feliz con lo que tienes, difícilmente lo serás cuando lo
consigas.
El primer paso
que necesitas dar para sentir más felicidad es precisamente no
buscar esa felicidad. Cuando
nos exigimos a nosotros mismos que “debemos ser felices” y no
conseguimos serlo, nos frustramos y
la frustración no es precisamente sinónimo de felicidad. Además,
obsesionarnos con ser felices nos llena de ansiedad y
desesperación y acaba convirtiéndose en una lucha.
No podremos ser nunca felices si nos exigimos y nos presionamos. La felicidad es un estado de fluidez mental, de aceptación, de vivir el momento.
Para ser
feliz, deja
a un lado las necesidades absolutistas. Lo
cierto es que necesitamos pocas cosas para estar sanamente bien: un
poco de comida -no
demasiada o el placer pasará a ser aversión-, un poco de agua para
hidratarnos, un techo para resguardarnos, actividad física para no
enfermar, tener alguna meta que nos anime a levantarnos cada mañana
-pero sin enfocarnos en el resultado-, dormir, respirar y poco más.
Todo
lo que pensamos que necesitamos que se sale de todo esto provoca el
que seamos más infelices.
Esto no quiere decir que también encontremos placer en ello, pero
han de ser solo deseos, no necesidades.
El
creer que lo tenemos que tener, cueste lo que cueste, nos pone
ansiosos y
si lo conseguimos y finalmente lo perdemos, ya que todo en esta vida
es efímero, nos deprimimos.
Por otro lado, para ser más feliz es preciso enfocarnos en el presente. Nada existe ni nada es real si no lo que estamos experimentando justo ahora con nuestros cinco sentidos. La técnica del minfulness nos puede enseñar mucho sobre esto.
Cambia tu escala
de valores.
No te centres tanto en el trabajo, en encontrar pareja, en el dinero,
en el éxito. Cuando estés a punto de morir no te acordarás de
esto. Lo
que sí recordarás son las experiencias vividas con tus amigos, los
momentos con tu familia,
el café que te tomabas a media tarde viendo el mar o el sonido de la
respiración de tu perro cuando estabas leyendo un buen libro.
Que
tu prioridad sea el amor:
hacia ti mismo, la vida y los demás. Si eres capaz de amar lo
sencillo, lo humano y a los pequeños detalles, entonces conseguirás
ser feliz. ¿Te animas a ponerlo en práctica?
Utilitarismo,
la filosofía de la felicidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario