LAS PERSONAS QUE ENCUENTRO EN MI CAMINO
Hay
personas que llegan a ti y te muestran tu luz y otras que te muestran
tu sombra. Las primeras vienen a enseñarte toda la belleza que no
sabías que estaba en ti. Las segundas, toda esa oscuridad y los
miedos que te niegas a ver porque no confías en tu capacidad para
asumirlos, porque todavía no te amas suficiente.
No dudes ni por un
momento. Ambas son maestros maravillosos que te están haciendo un
regalo valioso, conocerte, aceptarte, amarte. Y por ello, a todas
ellas les debemos dar las gracias, porque nos ayudan a crecer y
confiar. Porque nosotros también somos lo uno y lo otro y tanto en
nuestra luz como en nuestra oscuridad, somos seres increíbles y
enormes. Personas poderosas que no saben que tienen poder y que, por
tanto, no lo ejercen. Al encontrar a otras personas, nos
sincronizamos y nos proyectamos en ellas para poder aprender qué
estamos evitando o dejando de afrontar.
Las
personas que se cruzan en nuestro camino traen un valioso mensaje…
Con gestos, con palabras, con desaires, con abrazos, con historias de
amores perdidos o sin alma, con decepciones, con desencuentros, con
sorpresas… Nos dicen aquello que no somos capaces de decirnos a
nosotros mismos. Lo que callamos desde hace tiempo y llevamos
enquistado en algún lugar de nuestra conciencia. Nos cuentan lo
maravillosos que somos porque a veces no nos damos cuenta, no
apreciamos nuestro talento y nuestra capacidad para compartir y
ofrecer algo valioso a los demás… Nos ayudan a dar importancia a
lo que nos parecía pequeño… Nos permiten hacer relativo aquello
que nosotros habíamos convertido en una montaña muy alta o un
obstáculo insalvable.
Hay
personas que vienen a darnos la mano para cruzar un mar bravo lleno
de dificultades. Otras nos enseñarán a construir un puente para
poder cruzarlo. Algunas llegan a nuestra vida para decirnos que ese
mar hostil en realidad no existe, que es fruto de nuestra forma de
mirar al mundo con ganas de pelear, con resentimiento, con miedo, con
la mirada de alguien que busca hostilidad y la encuentra… Nos
explican que podemos aprender a mirar ese mar de otra forma y ver que
tiene rincones hermosos por descubrir, que guarda belleza y magia…
Que si lo cruzamos con actitud positiva y con ganas de aprender, nos
traerá grandes lecciones para seguir… Nos explican que el mar será
como decidamos verlo si somos capaces de aceptarlo y no juzgarlo. Que
nada es bueno o malo, que se convierte en lo que decidimos que sea al
juzgarlo… Como las personas que se cruzan en nuestro camino.
Algunas
personas nos dirán que no crucemos. Si somos capaces de mirar en su
interior, si comos capaces de mirar en el nuestro, sentir qué nos
pide la conciencia, notar que nos dice la intuición, nos daremos
cuenta que tienen tanto miedo a cruzar como nosotros… Puede que nos
pidan que no crucemos porque nos quieren sanos y salvos aunque eso
nos suponga no crecer, no sentir, no evolucionar. Es una forma de
amor que se confunde con el egoísmo y que está tan plagada de miedo
que se consume… Puede que no quieran que crucemos porque ellos no
se sienten capaces y no quieren que nosotros lo consigamos, ya que
eso les haría sentirse pequeños y ridículos… Porque no se aman
suficiente y echan mano del ego para sentirse cómodos… Tienen
miedo también.
No nos enfademos con ellos, no va con nosotros, forma
parte de su lucha interior por descubrir su verdadero poder, por
encontrar su misión y descubrir su grandeza oculta tras el rencor,
la envidia y la necesidad de amor. Ellos no son nosotros. No nos
obsesionemos con demostrarles nada ni responder a sus humillaciones,
sencillamente, comprendamos su dolor y no nos dejemos enredar en sus
palabras y gestos, no les juzguemos porque sus errores son los
nuestros y sus dudas forman parte de nuestras dudas… Están ahí
para recordarnos lo que podemos arreglar en nosotros.
Habrá
personas que nos incordien para que crucemos, que nos llamen cobardes
y se rían de nosotros. Personas que cada día con su actitud y su
mirada nos recuerden lo pequeños que somos… Cuando
vemos la pequeñez en los demás es porque descubrimos la nuestra
propia, porque todavía no sabemos que podemos ser tan grandes que
veremos grandes a los demás y dejaremos de exigirles que sean como
queremos, como creemos necesitar que sean…
Porque todavía no nos hemos dado cuenta que son como son y que de
esa forma nos llegará un regalo maravilloso… Los que nos increpan
se increpan a ellos mismos, se gritan, se menosprecian, se
infravaloran, se queman en una hoguera interior espantosa en la que
todo el rato deben demostrar algo para salvarse… Se confunden y
creen que si bajan tu autoestima, si merman tu valor ante el mundo,
ellos podrán bajar la guardia y dejar de sufrir… Mirémosles con
compasión y sigamos nuestro camino. Sus palabras nos refuerzan y
revalorizan.
En
realidad, se trata siempre de decidir qué tipo de persona somos.
Las llevamos todas dentro y somos capaces a cada minuto de escoger
con cuál nos quedamos. Si hoy damos la mano. Si mañana nos lanzamos
al mar y decidimos que pase lo que pase es maravilloso… Si le
decimos a otro que es capaz de todo… Si le abrazamos y no decimos
nada… Si un día cansados y hartos recriminamos a alguien lo que
nosotros no nos sentimos capaces de hacer y le vemos diminuto y
ridículo porque creemos que de esa forma seremos grandes y
ocultaremos nuestra cobardía… Se trata de decidir si nos amamos
suficiente como para aceptarnos y aceptar a los demás como son y
dejar de enfadarnos porque las cosas no pasan como deseamos…
Aprender a soñar lo que realmente nos hace sentir bien y nos llena
por dentro y no lo que nos dijeron que debíamos soñar…
Hay
tantas personas que nos ayudan a conocer quiénes somos… Desde el
primer momento de nuestra vida vamos recibiendo lecciones de lo que
somos o deseamos ser, de lo que no vemos y no queremos ver, de lo que
nos asusta, de lo que no aceptamos y en realidad nos hará libres…
Somos un pedazo de todas ellas porque dejan en nosotros una huella y
nosotros dejamos otra en ellos y en muchos otros… Y siempre tenemos
el poder a cada instante de escoger quién queremos ser, qué huella
dejamos. Todas las huellas son necesarias. Todos las lecciones son
valiosas. Por ello no podemos aferrarnos al dolor que nos han dejado
esos encuentros sino a la persona en quién nos han convertido, al
mensaje que nos traen sobre nosotros mismos y lo que vamos a hacer
con él. Hagamos el sano ejercicio de quedarnos con la rosa y olvidar
la espina, amemos la lección y perdonemos al que nos dejó la
cicatriz porque mientras nos hería también se estaba clavando en sí
mismo el aguijón…
Todo
lo que le hacemos a los demás, en el fondo, nos lo hacemos a
nosotros mismos. Todo
lo que damos nos lo estamos dando… Si damos lo que no queremos,
recibiremos lo mismo… Si damos lo que valoramos, recibiremos algo
muy valioso… Hay quién nos enseña echando sal a nuestras heridas
y quién lo hace con caricias. Los primeros están en el fondo
intentando cicatrizar sus heridas abriendo las nuestras porque tienen
miedo y no saben cómo… Nosotros a menudo también estamos perdidos
y golpeamos sin saber… Sólo podemos comprender su dolor y no
aceptarlo en nuestras vidas. Y a los que nos ayudaron a aprender con
caricias, honremos su gran trabajo siendo nosotros mismos, brillando
tanto que nuestro brillo les recuerde siempre cuánto brillan ellos…
Las
personas importan, importan siempre. Por ello, a todas las que
encuentro en mi camino, les doy gracias… Porque sé que nada es
casual y todo tiene sentido y porque vienen a mi vida con algo
importante para mí…
Nosotros
decidimos siempre. Y el mar siempre estará ahí pendiente de cruzar.
En algún momento asumiremos que somos inmensos y que el mar es un
reflejo en nuestra inmensidad.
Mercè Roura
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