4.12.18

Solo vemos lo grande que son las cosas sencillas hasta que las perdemos

BENDITA NORMALIDAD
"Hemos confundido lo extraordinario con extracotidiano", dice José María Toro (*)
Este maestro volcado hace años al campo del desarrollo personal reivindica "el cotidiano” en su último libro, también a modo de toque de atención, y pone en valor lo inmenso que es todo lo pequeño de nuestra vida sencilla
-Con este nuevo libro, sales del ámbito educativo y hablas de otros temas, que tienen puntos en común, pero para todo tipo de lector.
-En realidad este libro es anterior a todos los demás. Yo inicio mi tarea como escritor en una reflexión más global, más amplia, que no sale del ámbito educativo. Este libro intenta compartir que hay otra forma de latir y pulsar con la vida. Y esto es una acción totalmente educativa ya que para mí la educación ha de ser en la vida, de la vida y para la vida.
-¿Por qué le das sustantividad y no adjetividad a la palabra cotidiano?
-No hay nada más sustantivo en la vida de una persona que lo que vive cotidianamente. Es una reivindicación de ese espacio, pero sobre todo una llamada de atención de que nosotros hemos confundido lo extraordinario con extracotidiano. Todo lo extraordinario sucede en lo cotidiano. Solamente valoramos la belleza de la normalidad, cuando la perdemos. Últimamente hablo de un concepto, “la bendita normalidad”, que me mostró un niño de cinco años.
Estaba cuidando a mi madre en el hospital y al lado había una familia que ya llevaba varias semanas allí. Un día el niño sentado junto a su abuela le preguntó: “¿Abuela, algún día recuperaremos la bendita normalidad?”. El hecho de despertar por la mañana, caminar por tu propio pie… es algo maravilloso. No nos damos cuenta de lo grande que son las cosas sencillas de cada día hasta que las perdemos. El libro pretende precisamente rescatar la conciencia de que todo lo pequeño de nuestra vida sencilla de cada día es algo inmenso.
-Distingues que no somos observadores de lo que nos pasa, sino que somos participantes en todo momento.
-La ciencia moderna lo afirma de una forma contundente. El observador siempre afecta a lo que mira porque la mirada es una forma de conexión energética. Proyectamos una energía que afecta lo que miramos. Despertar en las personas la conciencia del yo que mira, del testigo de lo que sucede es una tarea fundamental porque ese espacio que creamos entre lo que miramos y la conciencia de quien mira crea un espacio de libertad, de respeto incluso hacia eso que estamos mirando. Para mí es importante crear ese espacio. Este mirar “desde atrás” significa un descanso para los ojos y expresa una actitud de no control ni dominio de lo que estamos mirando.
-Ya que hablas de ojos, cuéntame del cuerpo. Afirmas que no tenemos un cuerpo sino que somos un cuerpo, no para ser mostrado ni observado, sino vivido.
-Hemos pasado de la cultura del cuerpo ignorado, condenado, censurado, a una especie de idolatría de la imagen del cuerpo, que no acaba, sin embargo, de entender bien la dimensión corporal. Cuidamos la fachada de la casa, pero no su interior. Existe un “cuerpo de cuerpos”: tenemos un cuerpo físico, mental, emocional, energético y el espiritual, como una especie de matrioska rusa. Mi propuesta de trabajo pedagógica y también general es muy ”metafísica”, pero siempre abordando lo que tenemos más a mano que es el cuerpo. Desde esta visión de mi cuerpo físico me abro a ver que también mi cotidiano es un cuerpo. Desde esta mirada, la sociedad es vista como un cuerpo y también la Tierra podemos mirarla, atenderla y cuidarla como un cuerpo vivo. En la escuela el cuerpo es la gran asignatura pendiente. No se trabaja la conciencia del cuerpo. Trabajar desde una visión integral e integrada del cuerpo favorecerá la vivencia de un cuerpo íntegro como el soporte físico de una conciencia íntegra, en el sentido de completa, honesta y ética.
-¿Una buena herramienta para trabajar esa integración es la respiración? A través de los pranayamas podemos hacer consciente lo que tenemos automatizado. Nos conecta con la vida.
-La respiración es la vida. Vivimos mientras respiramos. Cuando a Buda le preguntaron por dónde había que empezar respondió “por la respiración”. En la raíz de las palabras respirar, inspirar, espirar… está espíritu, el aliento. Es el proceso fisiológico que más significativamente afecta a nuestros estados mentales y emocionales. En mi libro “Descanser. Descansar para Ser” digo que la respiración tiene cuatro estaciones o movimientos que corresponden a las cuatro estaciones del año. Si esto lo vinculamos con la pedagogía, en primaria es importante que un niño, más que saber cómo es el aparato respiratorio, sepa, saboree, que en su respiración hay un otoño, que es la espiración, y que  así como el árbol suelta las hojas, puede soltar una pena o un enfado, a través de la espiración. O que descubra, que también hay un invierno, una pausa. Y que puede recuperar su paz mediante la pausa en su respiración.  Que pueda llegar a experimentar que si respira con pausa es imposible que sienta ansiedad.  Y que si está haciendo un trabajo y se duerme, activar la inspiración siempre lo reanimará y le ayudará a estar más despierto.
Me interesa la comprensión de este proceso de la respiración en la conexión de lo que nos puede servir su conocimiento para regular los estados personales, cómo podemos cambiar nuestro modo de funcionamiento desde el conocimiento de cómo funciona la respiración.

-Mediante la respiración también podemos llegar al silencio, algo tan depreciado en una sociedad tan ruidosa como la actual.
-La respiración como el objeto de la atención en la meditación. ¿Por qué casi todas las tradiciones espirituales meditativas convierten la respiración en foco de atención, mientras estamos en silencio? La mente no puede estar en blanco, lo que trabaja la meditación es la atención de la mente, la capacidad que la mente esté en lo que está. No una palabra o una frase, porque la palabra es connotativa, tiene mucha resonancia afectiva emocional y desata las conexiones neuronales que llevan a recuerdos pasados o a proyecciones de futuro. La conciencia en la respiración es una conciencia no-lingüística, no verbal. La respiración es “lo más sutil de lo denso y lo más denso de lo sutil”, un puente entre el cuerpo y la conciencia. Dado que la respiración ocurre siempre en el instante presente, si estoy atento a la respiración, estoy atento al presente. Es algo que me ancla a cada instante: la atención está en el aquí y ahora de cada respiración.
-Dices que leer es un gesto de amor. ¿Por qué?
-Leer viene de otro acto de amor previo que es escribir. Es una sístole-diástole, un diálogo. La lectura es un modo de responder a la expresión de otro. Aunque sea en diferido, el escritor está hablando al lector que lee. Es una de las magias de la lectura. Uno no “se pierde” en la lectura, más bien “se reencuentra” en ella. Y eso gracias a que alguien ha sentido la necesidad de expresar y compartir lo que siente. Quien escribe te abre una puerta, muestra un horizonte, comparte su propio camino y experiencia. La lectura siempre es una experiencia de comunión, una vivencia mágica y es, sin duda, una de las grandes conquistas y actividades del ser humano. Para mí el escribir es “escri-vivir”: lo que escribo tiene que ser expresión de lo que vivo o expresión de ese anhelo profundo y sincero de vivir eso que escribo. Tanto en el escribir como en el leer, el gran reto consiste en que la bibliografía se convierta en biografía.
-Deepak Chopra reivindica el deseo como chispa interna, intensa, divina, que puede ser utilizada como herramienta para llegar al desarrollo de aquello que está inacabado todavía. Tú hablas del deseo indeseable, y de ser austero pero no indigente.
-No se trata de no desear, si no estaríamos en una actitud dual. Volvamos a la mirada del mirar. Veo que se activa un deseo y “desde atrás” lo miro: ¿dónde surge?, ¿hacia dónde apunta?, ¿qué consecuencias puede tener satisfacerlo? Digo ser austero en el sentido de que nuestra cultura del consumo hace que nos inyectemos deseos que no corresponden a nuestra naturaleza profunda. Todo deseo que nace allí es un Deseo, tengo que estar atento para darme cuenta de ello y, sobre todo, trascender esa dualidad de no desear.
-Mencionas el compromiso sociopolítico. Es una carta nueva en la baraja de la espiritualidad.
-Si la espiritualidad no pasa por “la materia” no es espiritualidad. ¿Por qué el espíritu, que es tan inteligente, encarna en una materia densa, “bruta”? Evidentemente porque en su sabiduría sabe que es una evolución tremenda. El cotidiano es el cuerpo de nuestro vivir, lo espiritual no significa salirnos del cotidiano e ir a un templo en el Himalaya. La espiritualidad auténtica es aquella que transforma el cotidiano en un espacio donde el espíritu puede materializar lo que es. Socialmente se ve como una dicotomía: los activos y los contemplativos, por eso hablo de los “contemplactivos”. Tú no puedes anunciar una sociedad nueva, democrática, hablando siempre en tono amenazante y con unas actitudes que nunca tienden puentes. El otro, aunque esté en el polo opuesto de mi visión ideológica, nunca es un enemigo, sino otro ser humano. El co-razón debe ser el que sostenga la política, un corazón con racionalidad, sentido común y sabiduría.
-“La enfermedad es la experiencia que lo cuestiona todo”. Una frase tuya fantástica.
-En la enfermedad nos vemos en nuestros límites, en nuestra fragilidad. Cuando uno está bien es el “rey del mambo”, pero basta un dolor de muelas, el tobillo torcido y el no te puedes mover para “caernos del pedestal”. Para mí,” la enfermedad es el milagro” en el sentido de ver lo maravilloso que es el funcionamiento normal y cotidiano de nuestro cuerpo. Más allá de esa aparente fragilidad, para quienes tenemos ya unos años el cuerpo lleva muchos años atravesando numerosos puentes y barreras, y aquí estamos. La enfermedad sigue siendo ese espacio del cotidiano que nos instala en la humildad. Su gran valor es, como antes decía, que nos baja del pedestal, nos devuelve a la tierra, a la realidad, nos vuelve humildes y sencillos.
-Para quienes tenemos nuestros años, nos apremia el tiempo, el que tú aconsejas ordenar sin descomponerlo.
-Antes el hombre del tiempo era el filósofo y el poeta, hoy es el meteorólogo. Ha habido un empobrecimiento tremendo en nuestra visión y vivencia del Tiempo. Consideramos al tiempo como una cosa, hemos cosificado el tiempo como toda una existencia. Decimos “no tengo tiempo”. No es que no tengamos tiempo sino que tenemos un exceso de tareas. En lugar de carencia de tiempo lo que hay es abundancia de todo: expectativas, deseos, quehaceres y obligaciones. Ante tal abundancia y exceso, puedo soltar, regalar, compartir o delegar algunas tareas. La expresión del tiempo-cosa responde a ese dios Cronos que nos hace funcionar por el cronómetro. Como en el impresionante cuadro de Goya “Cronos devorando a sus hijos”, este tiempo-cosa nos devora, nos descabeza, nos deja sin norte, sin rumbo ni dirección. El reto entonces es recuperar nuestro tiempo. El segundo es el tiempo-casa, en el que cada estación es una forma de vivir la temporalidad, la estación como “la acción de estar”. No solo es un cambio meteorológico sino un cambio vibratorio, energético. Cada estación trae consigo una invitación a estar, ser, vivir y descansar de una determinada manera. El reto aquí es recuperar el sentido profundo del tiempo y habitar el tiempo cada segundo, instalarnos en cada estación. El tercero es el tiempo-causa. Como cada tiempo-estación trae su impronta, ahora que está a punto de empezar la primavera tenemos la ocasión de renacer. Hay una energía en mi entorno que puede ser la causa de que yo me abra a nuevos proyectos. Si puedo ahora florecer es porque vengo de un invierno donde he habitado una pausa y he estado en actitud de recogimiento. Y el último tiempo es el tiempo-cauce. Su expresión, el dios Kairós, el de la oportunidad. Para mí una hora, este minuto, es la posibilidad que la Vida me da para ser “un cauce histórico del amor”.
-Criticas la idolatría que se hace del presente como una característica del individualismo.
-Me refiero a lo que denomino “presentismo”. Eckhart Tolle habla del poder del ahora, pero hay un poder del pasado y del futuro, seguimos con esa estructura de la dualidad inoculada en el tuétano. Vivimos este instante, es lo que debemos cultivar, estar presentes en este presente que no oponemos ni separamos del pasado y del futuro. Luego hay otra dimensión cuando el presentismo lo desconecto de todo eso ya que mi gesto de ahora es semilla del futuro. El “presentismo” deviene en hedonismo, en individualismo, y puede convertirse en una burda expresión de mi falta de implicación con la vida.
-En cuanto al crecimiento personal y autorrealización, sostienes que hay un continuo encarnarse, que transforma y no destruye lo anterior.
-La transformación siempre integra lo anterior, lo honra. Sin lo anterior no estaríamos en este punto. No se puede ultrajar el pasado mirándolo desde ahora. En el cuerpo social no se puede ahora juzgar la transición política desde el presente, porque en aquel momento la situación era muy diferente. Se hubiera podido hacer de otra manera, pero ¿cómo estaban las cosas? Aquello fue un salto respecto a lo que teníamos previamente. ¿Ahora debemos dar otro paso?, de acuerdo, desde una mirada amorosa, comprensiva, crítica y creativa. La vida evoluciona, amando, bendiciendo cada paso que hemos dado. La dinámica del crecimiento personal es la conciencia de que un ser humano es como la luna: creces o menguas, no te quedas parado. Hay una dinámica del ser que es así, como la del universo, expansiva.
-Más allá de que crezcamos o mengüemos, el crecimiento tiene inteligencia propia, según destacas.
-Es la inteligencia de la Vida. Somos una expresión de la Vida. Podemos llegar a pensar que ella es fruto del azar, pero oí a una eminencia científica que dijo algo que me impactó muchísimo: “En términos matemáticos, la probabilidad de que la conciencia humana sea fruto simplemente del azar evolutivo de la materia sería similar a imaginarse un desguace con millones de piezas sueltas, donde pasa un vendaval y se forma un avión”. Esa es la inteligencia de la que hablamos. Abrirme a eso en este espacio pequeño mío es el gran reto. Vivir lo eterno en este momento presente, vivir lo infinito en este cuerpo finito, en este cotidiano, y vivir la sabiduría de la Vida en mi vida cotidiana.
Aurelio Álvarez Cortez
(*) Maestro de enseñanza primaria y especialista en creatividad, técnicas de estudio y en diversos ámbitos de la expresión y la comunicación, José María Toro ha publicado gran variedad de artículos vinculados con la educación y el desarrollo personal. Actualmente centra su labor en la investigación y divulgación del Sistema Consciente para la Técnica del Movimiento, así como aspectos como el desarrollo de actitudes creativas en el quehacer de la vida cotidiana. Es autor, entre otros, de los libros "Educar con Co-razón", La sabiduría de vivir”,“La hondura de lo simple es infinita”,“La vida maestra”, "Descanser. Descansar para Ser" y “El pulso del cotidiano”, este último motivo de esta entrevista y editado por Desclée de Brouwer. Información: jmtoroa.blogspot.com.es , @josemariatoro

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