Cuando
se habla de las tres marcas de la vida, se está hablando de la
esencia del zen. La transitoriedad, la insustancialidad y el
sufrimiento son los tres sellos que están presentes en nosotros
mismos y todo lo que nos rodea.
Las
tres marcas de la vida se refieren a tres características que son
intrínsecas a la existencia humana.
Originariamente se llaman Tri-Lasana, aunque también
se les conoce como los tres sellos de la existencia o los tres sellos
del Dharma. Se trata de una de las enseñanzas fundamentales del
budismo.
Estas
tres realidades tratan
de explicar cómo es la naturaleza del mundo percibido y de todos los
fenómenos que ocurren en el mismo,
además de suponer la base para la liberación personal. No obstante,
es importante no solo comprenderlas a nivel intelectual,
sino aceptarlas de
forma plena y auténtica a nivel emocional, siendo consecuente con la
actitud y el comportamiento.
Los
sentimientos van y vienen como las nubes en un cielo ventoso.
La respiración consciente es mi ancla”.
-Thich Nhat Hanh-
Gran
parte de los problemas que
nos atormentan tienen que ver con el hecho de que no aceptamos estas
tres marcas de la vida que
el budismo propone.
De ahí que en ocasiones nos sintamos confusos, desorientados y
perdidos. Veamos cuáles son estos tres sellos y qué les hace tan
profundos.
1.
Transitoriedad (Anitya)
La
transitoriedad es la primera de las tres marcas de la vida. El
budismo lo plantea así: “Todo
es impermanente”. Quiere
decir que todo tiene un comienzo y
un fin, nada dura para siempre y, finalmente, todo pasa.
Todo se encuentra en constante cambio y
por eso la quietud y la estabilidad son tan solo una ilusión.
Los
budistas señalan que todo lo que existe, dentro y fuera de nosotros,
es dinámico. Todas
las realidades nacen, viven, mueren y renacen transformadas, solo
para iniciar un nuevo ciclo.
Por lo tanto, lo que éramos ayer no es igual a lo que somos hoy.
Todo lo que nace, debe morir y no hay nada en el universo que lo
evite.
2.
Insustancialidad de un yo (Anattā)
El
budismo señala que “Todo
es insustancial”.
Con esto quiere decir que nada
existe y nada sucede de forma absolutamente independiente.
Todo lo que es y todo lo que ocurre está ligado con circunstancias,
factores y hechos múltiples. Hay vínculos entre todo lo que existe,
aunque esos no logren visualizarse de forma evidente o patente.
En
el plano individual, la insustancialidad se refiere a la inexistencia
de un “yo” o de un “ego”
reales. Puesto que todo está cambiando, el “yo” o esa identidad
fija, es una idea falsa. Cada uno
de nosotros somos algo que está incompleto y transcurriendo a cada
instante. Nuestra
existencia es solo algo que marcha rumbo a su desaparición.
De
ahí que desde esta perspectiva se llame a olvidarse de uno mismo, a
no atender al ego. También insiste en la
importancia de entregarse plenamente al momento presente,
el aquí y el ahora, al instante. Lo que éramos antes y lo que
seremos mañana, no cuenta. Lo importante es esa acción de este
momento. La meditación ayuda a comprender esto.
3.
Sufrimiento (Duhkha),
una de las tres marcas de la vida
La
última de las tres marcas de la vida es el sufrimiento,
que se expresa con este precepto: “Todo
es insatisfactorio”.
Quiere decir que no hay nada ni nadie en el mundo que pueda generar
una satisfacción constante y permanente. De hecho, para los
budistas, aquello que genera felicidad es probablemente la causa de
un sufrimiento posterior.
Este
sufrimiento se expresa principalmente de tres maneras.
La primera es el sufrimiento físico, que es la forma más básica de
dolor y padecimiento. La segunda forma de sufrimiento es la que
sobreviene a raíz de una pérdida, bien sea de alguien amado, o de
alguna de nuestras facultades o posibilidades. La tercera expresión
de sufrimiento es la más sutil y, al mismo tiempo, la más profunda.
Tiene que ver con ese dolor que acompaña a la existencia misma; con
esa pregunta por el sentido de la vida, que no tiene respuesta
definitiva.
Para
el budismo es
posible dejar de sufrir, siempre y cuando se comprenda que la
transitoriedad y la insustancialidad son un hecho ineluctable de la
existencia.
Hay sufrimiento porque esto no se acepta genuinamente. Tendemos a
aferrarnos, olvidando que todo pasa, que todo cambia y que todo
existe solo por un instante. Dejar fluir,
sin resistirnos, es la manera de desterrar la esencia del
sufrimiento.
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