Antes
de venir al mundo tú ya existías. Que no te importe lo que hayas
aprendido en la escuela o en los libros. Escúchame bien… tú ya
existías.
Y eras algo
más que un pensamiento en la mente de tus padres. Ya eras tú.
Antes de que tus padres te concibieran, antes de que tu cuerpo se
empezara a formar… TÚ YA ERAS.
Pero al nacer
empezaste un entrenamiento. Te entrenaron para ser otro ser humano
similar a los que ya vivían en la Tierra. Te programaron para que
pensaras y actuaras como todos los demás. Por eso perdiste muchas
cosas de tus recuerdos. Por eso dormiste todo aquello que no
necesitabas en esta vida.
Mandaste
al archivo de lo que no usas, al desván del olvido, todos los
recuerdos que tenían que ver con tu existencia espiritual. Poco a
poco te fuiste identificando con el personaje que tus padres crearon
para ti.
En la gran
trama de la vida, tú llegaste para ser un personaje dentro del
libreto de tus padres. Tú llegaste como parte de la obra de teatro
que tus padres estaban escribiendo para ellos y tomaste el lugar de
un personaje que ellos te asignaron.
O
tal vez, tus padres no te recibieron y se marcharon pronto y
creciste bajo el cuidado de alguien más. No importa, tú llegaste y
empezaste a actuar. Para eso te entrenaron. Y eso lo aprendiste muy
bien. Tan bien, que te olvidaste que tú eras un actor, no un
personaje.
Un actor
puede tomar varios papeles en su vida. Puede decidir si le gusta tal
o cual personaje, puede escoger en qué obra actuar. Pero un
personaje está encadenado de por vida a la obra para la cual fue
creado.
En
el mundo hay muchas obras representándose. De hecho, la vida es un
gran teatro, con múltiples escenarios. Cada ser humano está
siguiendo su propia obra. Pero no tiene opciones… porque se cree
personaje. No se da cuenta que es un actor. Y esto es un lastre, un
freno en su evolución.
Hace
mucho, mucho tiempo, cuando tú eras pequeño o pequeña, alguien te
escogió un nombre. Te lo pusieron como etiqueta. Nadie te preguntó
si te gustaba, sólo te lo escogieron. Y desde ese entonces, alguien
más empezó a delinear tu futuro, decidieron qué serías de mayor,
cómo sería tu personaje.
Y así te
educaron… sembrando semillas de ese futuro que ellos decidieron
para ti. Y nunca te preguntaron. Y aunque lo hubieran hecho… no
hubieras podido contestar nada.
Por
eso ahora vives una vida en la que muchas veces te sientes ajeno,
sientes que no es la tuya y deseas un cambio. Una libertad que no
has disfrutado.
Por eso a
partir de ahora, no olvides que Tú eres un actor o actriz. Y Tienes
la libertad de cambiar al personaje. Tienes la libertad de cambiar
la trama de tu obra de teatro. E incluso tienes la libertad de
cambiar la obra.
Esta
reflexión te ayudará a hacerlo si esa es tu voluntad, si decides
seguir interpretando el papel que ya has tomado, está bien. Esa es
tu libertad pero entiende que eres un actor no un personaje.
Interpreta el
papel que desees, pero hazlo con la libertad del actor que busca
desempeñar el mejor papel de su vida. Actúa como si fueras a ganar
el premio a la mejor obra… y nunca… nunca… permitas que el rol
que has escogido esclavice tu caminar por la vida.
ES EL ACTOR
EL QUE ESCOGE AL PERSONAJE, NO AL REVÉS.
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