Yo
pienso que quien más quien menos en alguna ocasión a lo largo de
su vida se ha sentido como alguien que está en mitad del océano en
una balsa a la deriva, perdido, sin rumbo, sin saber dónde está y
sin saber a dónde ir.
Posiblemente
los demás cuando nos observan, creen que lo tenemos todo o casi
todo y sin embargo, nosotros sentimos en nuestro interior, en
innumerables ocasiones un hueco vacío, indescriptible que no
sabemos con qué llenar.
Nos
movemos entre dos extremos. Unas
veces, tenemos muchas expectativas con todo lo que iniciamos y otras
pedimos demasiado a las circunstancias que nos rodean aun sabiendo
que no dan para más.
La
insatisfacción anida, de forma demasiado habitual, en nuestra
manera de vivir y siempre nos impulsa a necesitar hasta aquello que
no necesitamos.
Lo primero
que hay que hacer es parar y reconocer lo que sucede dentro.
Enfocarnos en lo que tenemos y no en lo que falta. Disfrutar de lo
sencillo, que siempre es abundante, y no esperar lo grande que suele
ser complicado y escaso.
Y
sobre todo, ser agradecidos, con lo que somos y lo que tenemos.
Hay muchas
razones, innumerables diría yo, para agradecer y el agradecimiento
conlleva, no lo duden, grandes contraprestaciones.
No
sabes cómo, no sabes cuándo, pero la vida, el universo, nuestro
dios interior, siempre compensa.
Les
propongo un divertido ejercicio:
Comencemos
por agradecer 3 cosas al levantarnos y 3 al acostarnos. Repasemos el
día, repasemos nuestra vida, agradezcamos hasta lo que no haya sido
demasiado favorable para nosotros porque hasta eso nos ha enseñado
y aportado algo que es motivo de agradecimiento.
Hagamos una
lista despacito, sin ninguna prisa. Un listado con 100 razones para
agradecer, poco a poco, lentamente vete añadiendo a tu listado
nuevos motivos. Desde atribuciones muy simples, hasta razones
poderosas por las que hay que sentirse encantados de lo que nos ha
ocurrido a lo largo de nuestra vida.
A medida que
crezca el listado iras tomando conciencia de todo lo bueno que
ocurre en tu vida y te ayudara a ser más feliz.
Te
encontraras con personas que no se conmueven con nada, que no
sienten la necesidad de agradecer a nadie ni a ninguna situación y
que por supuesto, viven dentro de su amargura o en un estado
vegetativo de cierta indiferencia o contrariedad hacia el resto. No
son felices ellos ni hacen feliz a nadie y tampoco sienten la
recompensa del agradecimiento y sus bondades. Simplemente déjalas
estar.
Lo
dice el refranero: “De bien nacido es ser agradecido”.
Vete
por la calle agradeciendo internamente. Lo que sea y a quien sea.
Revisa, siente, agradece… espera.
Y
algo bueno pasará en tu vida.
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