Si invertimos en tiempo de calidad ganaremos en reserva de salud. Practiquemos el arte de saborear la vida, de apreciar cada pequeño detalle, buscando la magia y la felicidad de las cosas sencillas para encender así, el combustible de la esperanza...
Hay
que saborear la vida, disfrutarla a fuego lento,
abrazarse al momento presente con intensidad, con los ojos bien
abiertos y el corazón siempre receptivo. De ese modo, haremos de
esas experiencias vitaminas de esperanza para el mañana, combustible
de emociones positivas para los momentos difíciles… No olvidemos
nunca que invertir en tiempo de calidad es ganar en reserva de salud.
Este
sencillo razonamiento parece sin duda una obviedad. Todos sabemos que
si fuéramos capaces de ir un poco más despacio,
de apreciar las cosas más simples de nuestro día a día, quizá,
nos sentiríamos mucho mejor. Sin embargo, tal y como nos señala
Nassim Taleb, las
personas, de algún modo, estamos fallando en ese que llamamos
“sentido común”.
Se
nos ha olvidado cómo saborear la vida. Asimismo, nos encontramos
atrapados en tantos laberintos singulares, en tantas presiones,
miedos, ansiedades, objetivos que cumplir y falta de certezas en las
que situar nuestra atención que la tarea de situar
la mirada en el momento presente y apreciarlo se complica.
Por
otro lado, no podemos olvidar que nuestro
cerebro siempre está pendiente de las posibles amenazas y riesgos.
A él no le interesa que seamos felices o no, a él solo le interesa
que sobrevivamos. Por ello, depende de nosotros situar la atención
en el aquí y ahora y aprender a apreciar un poco más la vida.
El
control consciente de la atención origina además un tipo de reserva
cognitiva y
emocional que revierte de manera directa en nuestra salud.
Un hecho importante que vale la pena tener en cuenta…
El
arte de saborear la vida y la memoria autobiográfica
Todos
habremos hecho en algún momento lo siguiente. En
un instante en que nos sentíamos bien, felices y plenos, hemos
intentado tomar una “instantánea mental”. Nos
hemos dicho a nosotros mismos aquello de “voy a guardar para
siempre en mi memoria este momento y las sensaciones que estoy
experimentando para no olvidarlas nunca”.
Algo
tan simple (y maravilloso a la vez) sirve para algo más que para
asegurarnos de que nuestra memoria no restará ni un ápice de
brillo a esa vivencia excepcional. Llevamos
a cabo un acto cognitivo y emocional voluntario sobre el momento
presente para
que tenga una utilidad en el futuro. Esperamos, de algún modo, que
la felicidad de
hoy nos
siga iluminando en el futuro.
Es
un ejercicio basado en la atención plena, en una mente consciente
impregnada de emociones positivas. El
arte de saborear la vida es precisamente esto mismo: ser capaces de
propiciar instantes de bienestar para integrarlos en nuestra
memoria y
que sirvan así de píldoras de felicidad para el día de mañana.
El
ejercicio psicológico de saborear la vida y la nostalgia
positiva
Marios
Biskas, de la Universidad de Southampton realizó un estudio en
el 2018 sobre la nostalgia. En este trabajo descubrimos una serie de
aspectos que deberíamos considerar:
-
Saborear la vida es algo más que una frase hecha, algo más que un mensaje positivo para el crecimiento personal. Es en realidad, un tipo de ejercicio psicológico muy saludable para nuestro cerebro.
-
Según este estudio, el arte de “saborear” es una actividad de atención profunda. Es un acto mental deliberativo donde capturamos la experiencia presente, la retenemos y originamos con ello lo que se define como “recuerdos nostálgicos”.
El
doctor Biskas demostró que generar este tipo de recuerdos nos ayuda
a que en el futuro podamos recuperar dichos fragmentos para
impregnarnos una vez más de emociones positivas. Es
una nostalgia enriquecedora, es disponer de una ventana a la que
poder asomarnos de vez en cuando para respirar,
para envolvernos de gratas sensaciones.
Construir
una memoria autobiográfica a base de instantes de equilibrio, paz
interna y bienestar, revierte a su vez en nuestro equilibrio
psicológico.
Es
un aspecto interesante a
tener en cuenta.
La
importancia de tener un control consciente sobre nuestra memoria
Para
saborear la vida, primero, hay que crear el instante. A
menudo, solemos decirnos a nosotros mismos que la felicidad viene y
va, que los momentos de bienestar son casuales y que no siempre
dependen de nosotros mismos. Ahora bien, pensar esto es un error.
La
voluntad es necesaria. Debemos
ser promotores de los buenos momentos y para ello hay que
propiciarlos. Ello
implica saber bajar el ritmo, establecer momentos de descanso, de
reunión con los que más queremos, instantes también de soledad
donde conectar con nosotros mismos.
No
hacen falta grandes eventos ni costosos viajes. Como mejor se
saborea la vida es con sencillez, con una mirada atenta, despierta y
humilde a la vez que aprecia las cosas más elementales. Asimismo,
cuando esto ocurra, cuando estemos experimentando ese instante de
bienestar, haríamos
bien en activar el control consciente de nuestra memoria y
decirnos aquello de “voy
a guardar este momento en mi mente”.
A
mayor control, a mayor voluntad para acumular instantes de
equilibrio y felicidad, más ejercitaremos nuestro cerebro para que
se oriente hacia la consecución de dicho objetivo y, a su vez, para
que guarde en nuestra memoria biográfica todas esas fotografías
mentales de bienestar. Es
una tarea que merece la pena intentar y que nos generará una buena
reserva cognitiva y emocional para el día de mañana.
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