Muchas
veces estamos dormidos y, por tanto, no sabemos ni que estamos ahí
con nosotros. Recurrimos a mil y una estrategias para resolver los
problemas que vamos generando a lo largo de la vida y acabamos
buscando en el exterior las soluciones que ya tenemos dentro.
Solo
hace falta detenernos. Y si no lo hacemos consciente y
voluntariamente, no lo duden, la vida lo hará por nosotros.
Algo
llegará que nos diga ”quieto” y comenzará a pedirnos
explicaciones y hasta nos requerirá la decisión de comprometernos
en el proyecto más importante de nuestra vida… UNO MISMO.
Lo
cierto es que pocas veces nos paramos a pensarlo y menos aún a
llevarlo a cabo.
Nos
congelamos cerca del dolor, nos derretimos ante la pasión. Nos
enquistamos en los recuerdos. Nos olvidamos a favor de otros. Nos
expulsamos de nuestro corazón para regalarlo, cederlo, venderlo o
hipotecarlo.
Todo
menos saber que nos acompañamos hasta el final de la vida, que
debemos tenernos más en cuenta que a nadie, que nos debemos
fidelidad, lealtad y sobre todo amor, mucho amor incondicional que
solemos no encontrar si se trata de hacernos con él un regalo
personal.
Al
final de todo, al principio de todo hay solamente una biografía…
una
vida que nace y muere.
Entre
los dos momentos, entre ambos instantes mágicos, una chispa de vida
perdida en la inmensidad del eterno universo brillando, como un
espejo, la luz de otros.
Tenemos
luz propia. Somos el universo en pleno. Estamos para siempre.
Ya
es hora de que nos hagamos cargo de lo maravilloso de ser nosotros
mismos.
Como
dijo un gran sabio: puestos a ser, solo podemos ser nosotros mismos,
los demás sitios… están ocupados.
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