No
crees en ti. Por más que la gente te diga lo mucho que vales, no lo
notas, no te llega ese calor, esa especie de emoción que sientes
cuando ves a otras personas que consideras admirables.
No
crees en ti a pesar de tus logros, tus metas, tus resultados, tu
aprendizaje… No importa, no hay nada que importe. No te llegan los
aplausos, ni los piropos, ni los halagos sinceros, ni las
recomendaciones de personas que para ti cuentan.
Tu
cabeza le da mil vueltas y te aprueba, te da incluso nota porque
últimamente has trabajado mucho, has comido sano y has hecho
deporte… Porque eres de esas personas que escuchan y tienes buenos
amigos. Porque cuidas de las personas a las que amas… Porque
empezaste de cero y has conseguido construir un pequeño imperio…
Miras
atrás y ves un camino largo, inmenso, repleto de situaciones y
emociones… Un camino de renuncias a muchas cosas para no desviarte
de lo que importa… De lo que siempre has creído que importa, de
tus objetivos, tus sueños, tu profesión, tus metas en casa y fuera
de ella. Tus ojos se pierden en los libros que has leído, las
calificaciones obtenidas en decenas de cursos que te han capacitado
para más y en los que has aprendido mucho… En las experiencias que
has vivido y que te han marcado.
Ves
lo que has hecho y lo que has dejado de hacer para no perder foco y
centrarte en lo que querías, de lo que pensabas que era primordial
en tu vida. Y a pesar de todo, a pesar del valor que aportas y de lo
mucho que haces, te sientes vacío. Como si en todas tus fotos tu
cara pudiera ser substituida por un interrogante o una especie
de bluf inmenso te cruzara los ojos. Porque lloran, porque no te ves,
no te notas, no te acaricias a pesar de lo mucho que haces y luchas…
Y
no es que el camino no haya valido la pena… Valer la pena… Menuda
expresión, parece que todo se pague con sufrimiento cuando quieres
conseguir algo y, en el fondo, siempre has pensado que debe haber
otra manera. Que valga la risa, el calor, el buen rato… Que valga
la pena el miedo superado si me apuras, pero ya basta de penas, no
más…
Para
hacer este camino hay que renunciar a mucho pero no a la vida, no a
la risa, no a la paz, no a ti mismo sino todo lo contrario. Ya basta
de pensar sólo en la cima y dejarse todos los fines de semana sin
tregua y hacerlo por obligación, porque no es lo mismo si se hace
con gusto, porque cuenta como disfrute, como risa, como paz, como
momentos ganados al dolor, al miedo… Cuando lo haces y vibras,
entonces no importa el resultado ¿verdad?
Basta
de enfocarse sólo en los sueños y no dejar margen para perder el
tiempo en lo sencillo, en lo que la vida te regala cada día mientras
tomas el café y miras la cara perfecta de una niña inocente que te
pregunta por qué no puede ser siempre sábado o la increíble
sensación de poner tus pies en la orilla y ver que las olas te
cubren hasta los tobillos y luego se van…Y disfrutar de ese placer
tan efímero que no puede aferrarse ni hacerse eterno y que cuando
capturas en una foto, te das cuenta de que en realidad te lo has
perdido…
Basta
de no desviarse del objetivo si el objetivo te desvía de ti… De
llenar el vacío con libros para descubrir cómo llenar el vacío y
cursos de rellenadores de vacíos, con refrescos light y mensajes
vacíos de personas que se sienten tan vacías como tú y quieren
tapar ese hueco contigo como si fueras un parche para que no se les
escape el aire y veas que pierden fuelle y se escapan por la ventana
como un globo en una fiesta infantil…
Ya
basta de sentirse bien contigo mismo sólo cuando la báscula baja o
corres suficientes kilómetros o consigues ese resultado anhelado…
Y no está mal ponerse metas y superarlas, es maravilloso, el
problema es cuando te castigas por no llegar a ellas o te crees que
no eres nada si no las alcanzas… El problema llega cuando la meta
deja de ser un estímulo más y se convierte en tu norte y cuando
llegas y necesitas otra y otra sin parar porque hay un lugar al que
no llegas nunca y eres tú… Porque estás intentando satisfacer a
alguien tan exigente que nunca te dejará descansar y parar
suficiente rato como para que te encuentres solo o sola y
puedas darte cuenta de que no puedes más… Que la carrera por
llegar sin treguas no tiene sentido y que hace tiempo que no valoras
el camino y que el camino eres tú…
Nunca
harás feliz a ese personaje que te habita y que esta dispuesto a
hacer lo que sea para que no te detengas y notes esa soledad inmensa
que se siente cuando no tienes nada más que hacer que estar contigo
y afrontar esos miedos pendientes. Nunca te dejará parar porque le
aterra que pares y te des cuenta de que hay otra forma de vivir sin
estar pendiente del marcador y que hay un tipo de motivación que no
depende de nada que esté ahí afuera…
Que
puedes fracasar y sentirte completamente feliz por el intento y el
aprendizaje y llegar a la cima y coronarla y sentirte desgraciado
porque sabes que lo inmediato será volver a empezar a entrenar para
la cima siguiente y no puedes más… Y ya no disfrutas durante el
trayecto porque te has obsesionado con llegar porque crees que si no
llegas no eres nadie.
Parar
para saber que estás en ti. Que todo cuenta. Que puedes renunciar a
mucho para conseguir lo que quieres, pero no a ti mismo, no a tu
risa, no al café en calma mirando una montaña plagada de pinos una
mañana de verano… No a perderte en las calles y encontrarte en los
escaparates mirando. No a bailar sin saber y notar el mar frío y
espumoso en tus pies y respirar la sal y la vida que te trae a los
pulmones. No a caminar sin tener que llegar a ninguna parte y
quedarte un rato a solas contigo, con tu miedo más atroz y notar qué
te cuenta, qué te dice de ti y cuáles son realmente tus metas…
No
crees en ti porque cuando llegas al final de la carrera y recibes la
medalla sabes que no has llegado por amor a correr sino porque huías
de tus temores más ocultos. Que ganas porque no soportas la idea de
perder y sentir que no eres nada sin premio, sin medalla, sin
resultado.
No
crees en ti porque tu curriculum habla de lo que has hecho y no de lo
que has aprendido y lo haces para no sentir, no notar, no enfrentarte
a lo que te asusta… El mundo te dice lo que vales y tú no lo notas
y si ese tipo de amor no te toca, no sirve… Porque no eres tú.
No
crees en ti porque no te arriesgas a notar qué sientes, qué te
cuentas, qué tienes pendiente por llorar y por descubrir, qué se te
escapa por el desagüe y qué necesitas realmente para sentirte en
paz… No crees en ti porque no has conquistado ninguno de esos
momentos de soledad extrema ni te has atrevido a sentirte
completamente vulnerable e indefenso ante la vida para ver que en
realidad no pasa nada… Porque te tienes a ti. Eso sí que te hace
que creas en ti…
Y
no es que las metas no sean importantes, es que nunca serán más
importantes que tú.
No
crees en ti porque no te conoces, si te tomaras un rato para estar
contigo, descubrirías un ser maravilloso que no necesita demostrar
nada.
Mercè
Roura
No hay comentarios:
Publicar un comentario