No
sé por dónde empezar… Aunque tengo claro algo, no es por el
principio. La vida se nos escapa porque damos muchos rodeos
para no movernos de la misma casilla, pero lo hacemos porque eso nos
da sensación de estar haciendo algo, de movernos, aunque lo único
que conseguimos es hacerle una coreografía a la incertidumbre y a la
angustia que sentimos. Hay que ir siempre a lo que importa de verdad,
donde está la esencia y la sustancia de lo que quieres y deseas, de
lo que te mueve y conmueve… Donde está el mensaje que quieres
compartir…
Mi
mensaje dice “estoy
asustada y siempre pienso que no estaré a la altura”. Hace
tiempo me hubiera avergonzado pero una parte importante de crecer por
dentro y desnudarse de límites es dejar de sentir vergüenza de ser
vulnerable, de quedarse indefenso ante el mundo y que te dé igual
qué piensa.
Por
más que he aprendido, o mejor dicho, desaprendido estos años
pasados en mi proceso por conocerme, cada vez me doy cuenta que no sé
casi nada… Es como si hubiera tirado del hilo de una madeja y a
medida que fuera siguiendo el camino que me dibuja me diera cuenta
que la madeja es un universo inmenso e infinito y que yo he estado
tejiendo cosas que nunca supe que tejía ni por qué.
Somos
un universo de pensamientos y emociones que se van acumulando día a
día en nuestro interior hasta que nos estallan en la cara y no
reconocemos como propios. Nos asusta lo que podemos llegar a crear
con el poder infinito de nuestras decisiones… Por eso no decidimos,
no sea que la gloria nos espere en la esquina y justo en ese momento
nos flaqueen las fuerzas y nos demos cuenta de que no nos sentimos
capaces…
Esa
soy yo. La que llega a la cima después de quedarse sin rodillas para
subir y no mira la vista porque no se cree digna, porque la cree tan
hermosa que sus ojos sólo podrían ensombrecer esa belleza, porque
piensa que todavía no ha hecho suficiente ni se ha machacado
suficiente para merecer…
Por
eso me he dejado a veces manipular y tomar el pelo… Sí, yo. Tal
vez alguien lea esto y piense “ostras, pensaba que no se había
dado cuenta” pues sí, siempre lo he sabido, en el fondo, pero a
veces hago que no lo quiero ver… Y ahora me doy cuenta de por qué
he dejado que algunas personas se aprovechen de mí. Y gracias
a eso, estoy aprendiendo algo importante de quién soy.
Tolero
que se aprovechen de mí y de mi trabajo porque no me creo suficiente
como para hacerlo sola y
creo que si alguien me acompaña me dará impulso. Porque siento que
la suerte no me ronda y espero que les ronde a ellos y se me contagie
un poco esa sensación de que todo es posible…
Tolero
que me exijan más de lo que es necesario porque yo lo he hecho toda
mi vida y así me aseguro una dosis extra de machaque y reproche por
si bajo la guardia y el listón… Para que otros vigilen como yo me
vigilo para no parar de hacer y hacer.
Tolero
que me extorsionen y me saqueen porque no me reconozco por lo que soy
y no me siento digna por el puro hecho de existir… Porque creo que
tengo que demostrar siempre y alcanzar la perfección.
Tolero
que me hagan chantaje porque yo me hago chantaje y me pido cada día
más.
Tolero
que me miren y no me vean ni valoren porque muchas veces yo no he
suportado verme ni valorarme…
Tolero
que me excluyan porque muchas veces no siento que merezca estar
incluida y que me toque lo mismo que a los demás. Como
si todo el mundo perteneciera a un club del que yo nunca podré ser
socia.
Tolero
que me pidan sin tregua porque yo me pido más, mucho más. Tolero
que no me respondan porque yo no me respondo y que me dejen con las
manos vacías porque yo siempre me dejo para el final… Tolero
que me pongan la vida muy difícil porque yo creo que es muy difícil
y siempre requiere un poco más de sacrificio…
Como si al mismo tiempo que persigo la madeja soñada, al llegar a
ella le diera un empujón con mis pies y siempre quedara lejos de mí.
Tolero
todo esto porque lo he proyectado en las personas que me rodean y en
mi vida para poder darme cuenta de lo mucho que me maltrato y lo
desconsiderada que soy a menudo conmigo… Tolero que la vida me
exija porque yo me exijo hasta no soportarlo más…
Y
estoy asustada porque me da miedo ser yo porque durante años casi
siempre que era yo no sentía que fuera nada...
Porque repasando mi vida, me asusta tener tanto poder y pensar
que si siento que no soy, no seré… Si permito que pase, pasa… Si
decido que sea, es…
Cuando
nos educan para machacarnos a nosotros mismos y descubrimos nuestro
poder interior, a menudo, en lugar de usarlo para sacarnos las pulgas
y superar nuestros límites, lo utilizamos para culparnos y
reprocharnos por no haber sabido reconocernos antes…
Por todos los años gastados rompiéndonos por dentro. Por el tiempo
perdido persiguiendo la madeja y dándole patadas al encontrarla…
Por no haber sabido ver que ya éramos grandes, solos o acompañados,
y que no había suerte que buscar sino amor por entregarnos a
nosotros mismos. Por no haber sido capaces de decir no y basta y
llegar a la cima después de un largo trecho y decir… “Voy a
contemplar este paisaje maravilloso porque cuando lo miro es todavía
mejor, porque lo que soy ya es todo lo que necesito”.
Y
así, soltar el traje de buzo, de guerrera siempre alerta y a la
defensiva, de bufón siempre dispuesto a hacer reír a los demás
pero vivir por dentro lleno de tristeza, de oveja indefensa y
dispuesta a que un lobo la devore, de niña buena y estudiante
excelente… De amiga que siempre da y no espera, de trabajadora
incansable, de la persona que nunca suelta el paraguas por si llueve,
por si quema el sol, por si la miran mal, por si todo se tuerce, por
si todo acaba pronto y por si acaba muy tarde… Quitarse todos esos
personajes y ser, estar, existir…
Tengo
miedo a los cambios porque a veces no confío en mí suficiente y no
me doy cuenta de que esto es una oportunidad disfrazada de obstáculo…
Sólo tengo que comprender que no pasa nada, no tengo que estar a
ninguna altura, sólo estar en mí… La moraleja del cuento es que
tú escribes la moraleja.
No,
no me avergüenza admitir que tengo miedo, que me asustan los
cambios, que a veces creo que no estaré a la altura y no me atrevo a
vivir lo que sé que inevitablemente toca vivir… No me avergüenza
admitir que soy vulnerable, que me siento rota, que estoy desnuda
ante un abismo y miro abajo y me saltan las lágrimas de pura
ansiedad… No me avergüenza admitir que llevo un siglo dispuesta a
saltar y no salto porque a pesar de creer en ella todavía no veo la
red.
Mercè
Roura
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