A
veces nos creemos muy valientes porque vamos por la vida plantando
cara a las adversidades y sacándole el aprendizaje a todo. Porque
cuando otros desisten, nosotros persistimos. Porque aportamos un poco
más cuando todo el mundo ya acaba y se va a casa… Porque
defendemos nuestras ideas cuando los demás bajan la cabeza… Porque
sabemos lo que queremos y parece que nada ni nadie nos arruga. Y eso
es genial, pero es al fin y cabo una lucha en círculo que topa
siempre con las mismas paredes.Tener que estar siempre
peleando por demostrar y por seguir. Estar siempre forzando la
máquina para salir del redil y no formar parte del rebaño pero sin
dejar el rebaño porque nos definimos a través de él intentando no
ser como él, jugando a las normas establecidas dentro de él…
Sintiéndonos juzgados por no pertenecer a él.
Una
vez me dijo una persona muy sabia que yo era una “cobarde muy
valiente” porque me peleaba con quien fuera por defender mis
valores, pero que al mero hecho de creer que tengo que defenderlos me
convertía en sumisa… Desde el momento en que casi pedía disculpas
por ser distinta y demostrar mi valor a pesar de mis diferencias ya
estaba diciéndole al mundo que me perdonara por no ser como debo,
por no responder a sus cánones y ya estaba pidiendo que me mirara
con otros ojos y suplicando clemencia… Estaba pidiendo
permiso para volver al redil.
Cuando nos pasamos la vida luchando por defendernos, estamos decretando que somos atacables… Estamos jugando al juego de aquellos a los que no queremos parecernos, estamos decidiendo que seguimos sus normas en lugar de soltar la necesidad de ser como ellos deciden, de vivir según sus reglas. De dejar de explicar continuamente porque no queremos lo que ellos quieren y no nos resignamos a lo que ellos se resignan…
No
te excuses. No pidas permiso para ser tú. No expliques tu “para
qué” pidiendo perdón por no buscar lo que ellos buscan y porque
no te llena aquello con lo que ellos tapan su vacío… No pidas
piedad por querer ir más allá, no esperes que te acepten,
sencillamente acéptate a ti mismo como eres y libérate de la
necesidad de ir por la vida intentando que te entiendan, que te
miren, que te vean, que se apiaden de tus ganas y tu fuerza y te den
el visto bueno… Suelta la necesidad de que te integren en su
círculo y mira en ti lo que la ha creado… Comprende qué hay en ti
que te hace creer que necesitas que te necesiten, que buscas que te
acepten y valoren, que quieres que te dejen formar parte de su club…
Descubre para qué quieres que te reconozcan y mírate en su espejo
para ser consciente de que estás esperando su aprobación porque no
tienes la tuya. Que luchas para defenderte porque crees que eres
digno de ser atacado y que te asusta tu vulnerabilidad…
Deja
de buscar la palmadita en la espalda y que te digan que has hecho
suficiente, que ya eres perfecto para ellos y sé perfecto para ti.
Date
cuenta que la verdadera valentía es no entrar en su juego, es no
tener que demostrarles nada, no caer en sus redes que nacen de las
redes que has tejido tú para que te acepten… Tu miedo a no encajar
les ha hecho grandes ante ti. Tú
mismo alimentas la necesidad de que te den el visto bueno porque no
te lo das tú mismo esperando encajar en su mundo.
Abraza
eso que sientes ahora. Tu miedo a no ser como crees que quieren que
seas. Tu culpa sinsentido por ser diferente en un mundo que te pide
que apuestes por ti pero luego te dice que te pongas un uniforme y no
salgas de la fila. Siente tu necesidad de amarte y respetarte por
encima de todo, digan lo que digan… Búscate a ti y deja de
mirarles a ellos buscando respuestas, esperando que noten tu valor y
te digan que sí… Date tú el sí que realmente necesitas.
Y
no luches más por ser tú ni te excuses… Sé. Sólo eso. Confía
en eso que eres. Descubre que no hay redil, no hay ovejas, no hay
pastor. Que eso es su sueño y tú caminas a tu manera, que tú
dibujas tu camino y pones tus normas. Porque cuando sabes de ti y
conoces tu valor no necesitas mendigar que lo comprendan y lo vean,
sencillamente lo compartes. Lo vives, lo expresas por cada uno de los
poros de tu piel, lo impregnas… Que en el mundo que te rodea hay
mucho por amar y mucho por aceptar y luego decidir que no te
interesa. Que no tienes que pasar por el aro ni hacer cola para
suplicar que te den algo que no va contigo, que no te define ni forma
parte de lo que sueñas o necesitas realmente.
No
esperes que otros te digan que vas bien, decide tú el camino. Puede
que ellos no sepan orientarte porque no van a dónde tú vas y no
buscan lo que tú buscas.
No
esperes que otros te acepten, sé tu propia inspiración. Ámate al
máximo de tus posibilidades… Ámate poco a poco si hace falta, en
los pequeños detalles, en los momentos difíciles y en los instantes
más oscuros mientras intentas buscarte y no te encuentras porque
todavía no te reconoces.
No
busques entre sus metas para encontrar tu meta, tú ya eres lo que
buscas pero no te has dado cuenta porque estabas ocupado metiéndote
en una horma que te va estrecha.
Brilla
desde lo que eres, como brilla una flor roja en un campo de flores
blancas… Como brilla el faro solitario en la costa sacudido por las
olas del mar sin más necesidad que orientar y ser luz…
Ser
valiente no es solo defender tus ideas, es vivirlas hasta sus últimas
consecuencias y hacer las renuncias necesarias para que lo que
realmente eres encaje en tu vida. Ser valiente es comprender
que llega un día en que puedes dejar de defender tus diferencias y
dedicarte a ser tú mismo. Que lo que toca, si así lo deseas, es
potenciarlas y usarlas para marcar el camino, para inspirar a otras
personas que también han decidido que no quieren ser ovejas y que
rompen con la necesidad de pasarse la vida explicando o
justificándose por qué no quieren formar parte del rebaño…
Deja
de intentar que te comprendan y compréndete tú. No hay nada más
valiente que aceptarse a uno mismo de forma radical en un mundo en el
que muchos se pelean porque los demás respeten sus diferencias y les
acepten a pesar de ellas.
Mientras
sigas peleando para que entiendan que eres diferente, les estás
dando coartada para seguir juzgándote por ello porque tú mismo te
juzgas. Ellos están ahí porque les das poder y sigues sus
creencias. Porque les alimentas esperando que te asuman y reconozcan.
Mientras sigas defendiéndote por ser tú, en cierta forma,
continuarás siendo ellos y mirándote con sus ojos. Crees que quedas
al margen, pero sigues jugando su juego y creyendo en sus normas y
esperas los mismos resultados que ellos esperan…
Tú
no necesitas que te permitan vivir tal y como eres y te integren en
sus vidas… Lo único que necesitas es dejar de pedir permiso y
abrazar lo que eres absolutamente.
Deja
de hacerte daño intentando encajar en un mundo en el que no cabes
porque eres demasiado grande y maravilloso…
Deja de luchar por
ganarte un puesto que no deseas y de justificarte por no ser alguien
que no eres.
Mercè
Roura
No hay comentarios:
Publicar un comentario