ES MÁS DIFÍCIL RECIBIR QUE DAR
¿Qué hay de cierto en la hipótesis de que es más difícil
recibir que dar? En este artículo os traemos 5 razones que dan sentido a lo que
en principio nos puede parecer ilógico. En muchos casos se esconde el miedo,
pero, ¿miedo a qué?
¿Crees que es más difícil recibir que dar o al revés? ¿Cómo
nos sentimos cuando damos algo al otro? Ya sea parte de nuestro
tiempo, ayuda, amor, cariño, elementos materiales (por ejemplo regalos), etc.
Normalmente, dar nos hace sentir bien. Pero, ¿y recibir? ¿Sabemos
recibir? ¿Nos han educado para ello, o rechazamos los elogios? ¿Nos
genera inquietud recibir, como una sensación de que “le debemos algo al otro”,
como si esperaran algo de nosotros?
Está claro que las relaciones humanas son complejas y que no hay una respuesta universal para todo esto que comentamos. Además, ¡cada persona es un mundo! Sin embargo, para este artículo hemos seleccionado cinco de las razones por las que es más difícil recibir que dar.
Cinco razones por las que es más difícil recibir que dar
¿Qué crees que se esconde tras la dificultad que tenemos
muchas veces por recibir? ¿Por qué
no siempre nos sientan bien los elogios o los regalos? ¿Qué es lo
que tememos
realmente? ¿Y por qué nos cuesta, muchas veces tan poco, dar?
Miedo a sentirnos “atados”
La primera de las razones que explicarían por qué es más
difícil recibir que dar tiene que ver con el miedo a las ataduras, con la
conexión con el otro. Cuando hablamos de recibir, lo hacemos en plural: elogios, reconocimiento, regalos, atención, cariño,
amor… Como vemos, podemos ser el sujeto pasivo de múltiples objetos.
En el caso de los elogios, puede ocurrir que nos elogien no
tanto por lo que somos, sino por nuestros logros. Entonces, el hecho de recibir puede estar ligado a la
continua necesidad de “actuar” para que nos elogien.
El miedo a tener que demostrar
Así, en casos un poco más extremos, podemos llegar a sentir
que necesitamos, continuamente, demostrar
lo que valemos para recibir este tipo de elogios.
Esto se da sobre todo con personas que solo nos elogian por
nuestros méritos, y puede conducirnos a una presión social innecesaria y a
sentimientos de frustración, malestar o baja autoestima.
La creencia de que recibir es egoísta
Cierto tipo de educaciones o religiones pueden habernos
hecho creer, de manera inconsciente, que recibir es un acto egoísta. Si
tenemos instaurada esta idea, podemos
llegar a sentirnos mal cuando recibimos algo de alguien.
Esto es algo bastante irracional, pero que puede ocurrir en
muchos casos. De esto se derivarían sentimientos de vergüenza o malestar
cuando recibimos algo de alguien.
Si además tenemos la autoestima un poco baja o nos creemos
“insuficientes”, podemos llegar a pensar que no nos lo merecemos o que debemos
“compensar” al otro en cierto modo.
La presión de la reciprocidad
Relacionando esto con el punto anterior, puede ocurrir que
nos bloqueemos ante el hecho de recibir. Puede generarnos ansiedad la
posibilidad de contraer una deuda no escrita con otra persona.
En personas quizás más inseguras o con cierto grado de
paranoidismo, estas pueden llegar
a pensar que los obsequios o los cumplidos son intentos de control o
manipulación. La desconfianza, muchas veces, está en la base de todo esto.
Ante este tipo de situaciones, ¿cómo reaccionamos? Nos
defendemos de forma preventiva de cualquier sentido de la obligación o
endeudamiento, a través de no aceptar el regalo o el cumplido.
Un mecanismo de defensa
Cuando recibimos algo de alguien, se crea una conexión entre
nosotros. Hay personas que deciden priorizar el dar sobre el recibir para así mantener a las personas distantes de
su vida, como si quisieran protegerse de ellas.
Ante estas conductas, muchas veces se esconde el miedo a
sufrir, el miedo al compromiso,
falta de confianza, malas experiencias anteriores…
De esta forma, si tememos la intimidad, podemos tender a
rechazar regalos o cumplidos, como
una forma de “protegernos” de esa posible conexión que emerge del hecho de
recibir.
Miedo a no tener el control
Otra de las razones por las que es más difícil recibir
que dar tiene que ver con el control (o con la “búsqueda de control”). ¿A quién no le gusta tener el control de las
situaciones? ¿O la sensación de control?
No nos engañemos, eso nos hace sentir seguros. Por eso,
cuando damos, en cierto modo, tenemos el control. Pero, ¿y cuándo recibimos?
Probablemente sintamos que ahí no tenemos el control.
En realidad, recibir
nos invita a acoger una parte vulnerable de nosotros mismos. Es,
aunque suene paradójico, una forma de entregarnos al otro. “Recibo y te entrego
a ti mi control”. Pero si destapar esa vulnerabilidad nos da miedo, podemos
rehusar cualquier tipo de recibimiento.
¿Por qué nos gusta dar?
Aunque cada persona es un mundo, lo cierto es que no siempre
es fácil recibir, aunque pueda sonar algo muy sencillo a primera instancia. En
cambio, es fácil entender
por qué nos gusta tanto dar a los demás.
Cuando damos, en cierto modo, tenemos el control, escogemos
qué dar y en qué medida, nos
produce satisfacción reforzar al otro o ver cómo algo nuestro le anima o le
hace ilusión… Dar nos hace sentir bien.
Un miedo tras el hecho de recibir
En cambio, recibir implica aceptar un momento de conexión con
el otro que no siempre deseamos, que tememos o que no siempre nos es fácil
encajar. Y con todo esto tiene
mucho que ver el miedo y las inseguridades personales, el miedo
a las ataduras, fracasos anteriores en las relaciones…
La importancia de las relaciones equilibradas
Desde aquí os animamos a dar y recibir en la misma medida,
siempre que podáis, en vuestras relaciones personales: buscad relaciones equilibradas donde ninguna de las partes sufra
porque sienta que le da “más” o “menos” al otro, donde os podáis dejar llevar y
sobre todo, donde podáis ser vosotros mismos.
“Qué bella es una
persona cuando se muestra imperfecta y sin ninguna pretensión de ser lo que no
es”.
https://lamenteesmaravillosa.com/5-razones-por-las-que-es-mas-dificil-recibir-que-dar/
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