LENGUAJE CORPORAL
Las personas seguras de sí mismas tienen algo
característico, inconfundible. Transmiten confianza a través de sus
movimientos, de sus actitudes, de su manera de hablar. En general no son
atolondradas o nerviosas, sino que lo hacen todo con cierta lentitud, sin
perder la calma. Tienen una indefinible elegancia.
En una película cualquiera podemos ver que los actores que
representan a personajes seguros de sí mismos también repiten estos mismos
«patrones», que todos reconocemos inmediatamente. Valiéndose de este claro y
sencillo lenguaje corporal pueden comunicarnos rápidamente que su personaje
tiene confianza en sí mismo.
Al Pacino en la película «Perfume de mujer»
Los deportistas sobresalientes también muestran esa
elegancia. Los mejores nunca se permiten un movimiento torpe. Pareciera que no
les basta con ser efectivos, necesitan también ser estéticamente correctos. En
la alta competencia nadie puede dar ventajas, y a igualdad de otros talentos,
el que aprendió a manejar su cuerpo con ese aplomo, con esa seguridad, tiene
una ventaja adicional.
También es interesante observar a los animales. Más allá de
las lógicas diferencias entre un individuo y otro, cada especie tiene una
actitud general muy definida. Al igual que las personas serenas y seguras de sí
mismas, ciertos animales se mueven con gracia y lentitud. En un extremo, por
ejemplo, podemos ubicar al tigre. Sus movimientos son armoniosos y precisos. Y
aunque puede ser veloz como el rayo, normalmente se mueve con una elegante
lentitud. Incluso puede permanecer completamente inmóvil durante largo tiempo
mientras acecha a una presa. En cambio otros animales, como el conejo,
parecieran estar siempre inquietos e inseguros. Son asustadizos, cualquier
ruido o movimiento inesperado los hace entrar en pánico. Y dentro de cada
especie también puede notarse una diferencia similar entre el animal adulto (en
general más tranquilo y sereno) y sus crías (normalmente más inquietas y movedizas).
Lógicamente los animales no pueden elegir qué conducta adoptar. La Naturaleza,
siempre sabia, le impone a cada especie un cierto patrón de conducta del que
poco se puede apartar. Pero nosotros sí podemos optar. Podemos elegir qué
actitud adoptar en cada situación. Y siempre nos conviene actuar con seguridad,
confianza y calma.
Nuestra mente y nuestro cuerpo están estrechamente
relacionados. Nuestros movimientos y actitudes corporales influyen sobre
nuestras emociones y estados de ánimo. El solo hecho de detenernos por un
momento y respirar lenta y profundamente apenas un par de veces, es suficiente
para aquietar nuestros pensamientos y serenar nuestra mente.
La confianza y la seguridad en uno mismo se manifiestan
siempre a través del lenguaje corporal. Y podemos valernos de esta estrecha
relación para sentirnos mejor. Sólo tenemos que prestar completa atención a
nuestro cuerpo y movernos de una manera segura y armoniosa. Y esa actitud
corporal rápidamente modificará nuestro estado de ánimo, hará que nos sintamos
bien, seguros de nosotros mismos.
Si nunca te habían presentado esta idea, puede parecerte un
poco rara. Pero te animo a que la pongas a prueba, a que te tomes unos momentos
para experimentar cómo se siente moverse de manera consciente, con gracia y con
seguridad. Esa es la actitud que nos hace sentir bien, que nos pone alertas,
preparados para actuar o responder de manera creativa, que nos pone de buen
humor, que mejora nuestra capacidad de relacionarnos… y que a largo plazo nos
convierte en personas felices y exitosas.
Desconectemos el «piloto automático» y despertemos
Mr. Bean no es una persona segura de sí misma… y así lo
confirma su lenguaje corporal:
Cualquier actividad que involucre nuestro cuerpo y que
realicemos de manera consciente, atentos a cada movimiento y sensación, mejora
nuestro estado de ánimo. Se trata de movernos con deliberada lentitud y
elegancia… claro que sin exagerar, no queremos que nadie lo note, no se trata
de hacer el ridículo.
Te propongo tres ejercicios muy simples para experimentar
cómo se siente actuar de una manera diferente:
- Hacer
una pausa y tomar un café resulta agradable. Pero si además lo tomamos con
lentitud, saboreando cada sorbo, sintiendo su aroma, su calor… resulta una
experiencia mucho más estimulante. Claro que en vez de café puede ser un
té o alguna otra bebida. Cualquier experiencia repetida muchas veces se
convierte en una actividad rutinaria y se hace más difícil de disfrutar,
entonces lo mejor es ir alterando nuestro «ritual» para que capte siempre
nuestra atención sin que debamos esforzarnos. Si nos gusta el té, por
ejemplo, podemos ir alternando diferentes variedades y sabores. Las
oportunidades de tomarlo fuera de casa son ideales porque nos resultará
más fácil permanecer «despiertos», completamente conscientes de cada
detalle.
- Un
clásico: caminar. Salir a la calle, aunque sólo sea por unos minutos, nos
despeja y renueva nuestra energía. Mucho más si experimentamos de manera
consciente cada movimiento y sensación corporal. Mejor si alteramos el
recorrido, de manera de no repetir siempre la misma rutina. Hasta podemos
vestirnos de una manera inusual, sólo para hacer que el paseo sea distinto
cada vez.
- Un
ejercicio más raro: guardar silencio. No siempre es aconsejable permanecer
callado si estamos en casa, con nuestra familia, ya que nuestro silencio
puede ser interpretado como una señal de enojo o de tristeza. Pero a mí me
dio excelentes resultados hace muchos años, cuando trabajaba en una
oficina. Hablar mucho, hablar de más, siempre es una señal de falta de
confianza en uno mismo. Cuando hablamos por hablar, no sólo estamos
comunicando cosas irrelevantes, sino que estamos expresando y reforzando
nuestra propia inseguridad. En cambio, si podemos permanecer en silencio
por períodos más o menos largos veremos que ganamos en serenidad y
autoconfianza. Incluso es probable que nuestro entorno también cambie para
bien, ya que tal vez descubramos que ciertas situaciones desagradables que
se repetían a nuestro alrededor (como conflictos, reproches o discusiones)
se iniciaban a veces con un comentario nuestro, irrelevante e innecesario.
Más allá de nuestro aspecto físico o de la ropa que elegimos
ponernos, cada persona con la que interactuamos detecta quiénes somos realmente
a través de una rápida observación de un conjunto de señales que enviamos a
través de nuestro cuerpo. Embellecer ese mensaje es un verdadero arte, que
siempre podemos perfeccionar. Y como nuestro cuerpo y nuestra mente están
estrechamente relacionados, en el mismo proceso de aprender a ser más
conscientes de nuestro cuerpo, también comenzamos a despertar a un nuevo nivel
de consciencia y de bienestar.
Axel Piskulic
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