INTUICIÓN E INSTINTO
Dos capacidades poderosas pero distintas
Intuición e instinto no son lo mismo. Mientras
el segundo da forma a una conducta orientada a permitirnos sobrevivir, la
primera traza un sentido más profundo en nuestra especie dotándonos de una voz
interna que nos ayuda a tomar mejores decisiones. Así, aunque ambas dimensiones
no tengan un origen común, nos ayudan a responder mucho mejor ante los desafíos
cotidianos.
Para comprender un poco mejor esta diferencia pensemos en dos maravillosos personajes literarios. Robinson Crusoe es ese valiente marinero de York que tras quedar 28 años aislado en una isla tras un naufragio, hace uso de sus instintos más básicos para sobrevivir a una azarosa y compleja situación. Por su parte, Sherlock Holmes, es la mejor referencia de una mente habituada a hacer uso de su instinto policíaco, de esas deducciones casi inconscientes, ágiles y certeras con las que resolver los más desafiantes enigmas.
Así, lo más interesante sin duda de estas dos competencias o
conductas es que ambas las aplicamos por igual en nuestro día a día sin apenas
darnos cuenta. No obstante, solo la intuición es característica del ser
humano. Saber usar ambos enfoques del mejor modo, y a nuestro favor, puede
ayudarnos a prosperar con mayor seguridad, a gestionar mejor los miedos y el
estrés, a valernos de nuestra experiencia y capacidades para tener una vida más
significativa.
Intuición e instinto, entre la biología y la percepción
Intuición e instinto
no son lo mismo, aunque caigamos en el error de usar ambos términos indistintamente
a menudo. Así, es muy común hacer uso de ellos en esos contextos
donde nuestras sensaciones o emociones nos orientan en una dirección u otra. Frases
como “mi instinto me dice” y “mi intuición me indica” son sin
duda el claro ejemplo de ese pequeño error conceptual que vale la pena aclarar
por un hecho muy claro: por nuestro beneficio personal.
¿Qué es el instinto?
Desde un punto de
vista biológico un instinto es un comportamiento innato. Son
nuestras necesidades internas y esas conductas que nos permiten subsistir en un
entorno determinado. De este modo, instintos como el de conservación,
protección, sociabilidad, reproducción, cooperación o curiosidad son facultades muy básicas que definen no
solo a los seres humanos, sino también a gran parte de los animales.
Ahora bien, resulta curioso cómo a partir del siglo XX y con
el desarrollo de la psicología moderna, el concepto de instinto empezó a ser
visto como algo incómodo. Era como ese vínculo que nos unía a una versión casi
salvaje del ser humano, una dimensión que era mejor reprimir o camuflar con
otras etiquetas. De este modo, figuras
como Abraham Maslow empezaron a popularizar términos como “deseo” o
“motivación” para simbolizar esas necesidades internas de cada uno de nosotros.
Ahora bien, llegado el siglo XXI, esta concepción ha
cambiado bastante. El binomio intuición e instinto vuelven a ser altamente
apreciados, y en lo que se refiera a la última dimensión, la reformulación que
se hace del instinto es tan interesante como reveladora. De este modo, nombres
como el del doctor Hendrie Weisinger, influyente
psicólogo clínico y autor del libro El genio del instinto, nos explica que los instintos no son
oscuros ni primitivos. No son algo que reprimir.
Si aprendemos a usarlos a nuestro favor podremos manejar
mucho mejor factores como el estrés o el miedo. Aún más, potenciar instintos
como la compasión, el cuidado, o la amabilidad nos permitirían crear entornos
más enriquecedores y significativos. Porque más allá de lo que pueda parecer, el “instinto compasivo” o de la amabilidad
existen en cada uno de nosotros, tal y como nos revela un estudio del profesor Dacher Keltner, de
la Universidad de California, en Berkeley.
¿Qué es la intuición?
Hay quien piensa que la intuición son un conjunto de
sensaciones que nos dan la pista sobre algo. Bien, cabe decir que esta dimensión no responde a procesos mágicos o a
percepciones sensoriales, son más bien “percepciones cognitivas”. El
propio Carl Jung definió a la persona intuitiva como alguien
que puede anticiparse a ciertos eventos o situaciones usando su propio material
inconsciente.
- Ahora
bien, ese material inconsciente es el resultado de todo lo que
somos, de todo lo vivido, visto y experimentado. Es la esencia de
nuestro ser, un arcón de información comprimida a la que recurre el
cerebro para obtener respuestas rápidas, esas que no pasan por el filtro
de un análisis objetivo.
- Así,
y por llamativo que nos resulte, los expertos nos indican que guiarnos por
lo que la intuición nos dice es tan positivo como recomendable. De hecho,
investigadores de la Universidad de Nueva Gales del Sur realizaron un
estudio donde demostrar que hacer caso de esa voz interna nos
puede ayudar en nuestros procesos de toma de decisiones.
- Los psicólogos
Galang Lufityanto, Chris Donkin y Joel Pearson publicaron sus hallazgos en
la revista Psychological Science. En este trabajo
se concluye una vez más con algo que el mundo científico y el campo de la
psicología ya avanzaba: hacer uso de la información inconsciente nos
permite no solo tomar decisiones más rápidas, sino llevar una vida
más acorde a nuestras necesidades y personalidad.
Para concluir, sabemos ya que intuición e instinto no
comparten un mismo origen: el instinto tiene una base biológica, mientras que
la intuición es el resultado de nuestra experiencia y el desarrollo de la
conciencia. Sin embargo, ambas tienen en realidad una finalidad
común innegable: permitirnos estar más ajustados a nuestra realidad, sobrevivir
en ella de forma efectiva, anticipar riesgos y dar forma a una vida más
conectada y satisfactoria.
Escuchémosles y pongámosles a nuestro servicio.
https://lamenteesmaravillosa.com/intuicion-e-instinto-capacidades/
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