TODOS SOMOS BUENOS EN ALGO
PERO NO TODOS SOMOS BUENOS EN LO MISMO
Si sientes que el entorno te presiona para que encajes o
cambies, quizá sea el momento de reconocer y valorar aquello que te hace único.
Todos somos buenos en algo, ¿sabes en qué eres bueno tú?
La comparación es inmanente a nuestra condición de humanos,
los demás son una referencia. Sin embargo, lo que también sabemos es que
solemos utilizar la información que extraemos de esta comparación para otros
fines.
A la luz de esta comparación, podemos sentirnos insuficientes, defectuosos o pocos válidos, lo que supone una amenaza para nuestra autoestima. Lo que ocurre es que perdemos de vista que, aunque no todos somos buenos en lo mismo, todos somos buenos en algo.
Desafortunadamente, la sociedad tiende a buscar la homogeneización. Igual que existen
unos cánones estéticos ideales en los que se busca que todos encajemos, también
existen habilidades, actitudes y rasgos de personalidad que de un modo u otro
se nos exigen. Parece no haber espacio para la diversidad, pese a lo
enriquecedora que esta resulta.
La heterogeneidad de la virtud
Como decíamos, es
evidente la presión social por hacer que todos nos adaptemos a unos ciertos
cánones -entre otras cuestiones, una sociedad más homogénea es más
fácil de controlar y plantea menos retos-.
Esto comienza, y se ve claramente, durante el periodo
escolar. El paradigma educativo actual sigue basado en el esquema clásico de
repetición y memorización. Así, los niños que destacan en estas áreas reciben
mejores calificaciones.
Por el contrario, los niños que quizá son más activos
y creativos, que necesitan moverse, hacer y experimentar para
aprender, son señalados como inadecuados o poco inteligentes. Lo mismo sucede
con las materias y asignaturas: poco importa que un niño sea bueno en música,
si no destaca en matemáticas.
Esta tendencia continúa a lo largo de la vida. Hay
un camino genérico trazado al que hemos de adherirnos si queremos
ser reconocidos. Estudiar en buenas universidades, tener trabajos estables
y formar familias tradiciones son las principales expectativas que recaen sobre
nosotros.
Así, quien escoge formarse de manera autodidacta, tener un
pequeño emprendimiento artístico o permanecer soltero, carga constantemente con
la losa de la comparación y la idea de “fracaso”
Cuando olvidamos que todos somos buenos en algo, nos
hacemos mucho daño
Todos esos procesos sociales no nos son indiferentes. Por el
contrario, moldean nuestra imagen de nosotros mismos y de la
vida, pudiendo generar emociones muy negativas. Generalmente, estas son las
estrategias que adoptamos ante la presión del ambiente:
Renunciamos a nuestra esencia
Cuando somos niños somos inocentes, espontáneos y confiados.
Hacemos lo que amamos, lo que nos gusta y no nos preocupa lo que otros opinen.
Sin embargo, rápidamente aprendemos
que el amor y la aceptación de los otros son condicionados y, para
ganárnoslos, no siempre podemos ser nosotros mismos.
Así, hay quienes renuncian a su esencia creativa y libre para
convertirse en personas obedientes y metódicas. Y, pese a que esto les conduzca
a un supuesto éxito, viven una existencia infeliz e insatisfecha, e incluso
puede terminar enfermando. Eso les sucede, por ejemplo, a quienes sufren
el síndrome de la niña buena.
Vivimos fingiendo y portando una máscara
Por otro lado, es posible que seamos muy buenos en algo,
pero si no somos buenos en lo que “deberíamos”, sentimos que no nos sirve de
nada. Si, por ejemplo, eres una persona introvertida, con un gran y rico mundo
interior, es posible que en múltiples ocasiones hayas llegado a rechazar tu sensibilidad y te hayas forzado a ser alguien más
activo y extrovertido.
De esta forma, restamos
valor a nuestras cualidades y virtudes y nos empeñamos en cambiar, en
ser como los demás. Desafortunadamente, esto nos lleva a vivir tras una máscara
y el esfuerzo de fingir ser quien no somos puede resultar agotador.
Nuestra autoestima se ve afectada
Es probable que pese a nuestros esfuerzos por ser excelentes
estudiantes, personas sociables, líderes y estables, muchas veces no lo
consigamos. Esto es natural, puesto que somos seres humanos diversos y no
robots sacados de un molde.
Sin embargo, esta
incapacidad para ser buenos en lo que se espera de nosotros puede hacernos
sentir fracasados y dañar profundamente nuestra autoestima.
Incluso, podemos llegar a sentirnos ansiosos y deprimidos.
Todos somos buenos en algo: abraza aquello que te hace
único
Para evitar las dolorosas consecuencias de compararnos y ser
comparados con otros, sería
importante que, a nivel social, comenzase a fomentarse y aceptarse la diversidad. Que tomásemos conciencia de que todos
podemos hacer aportaciones valiosas a la sociedad, aunque esta no esté siempre
preparadas para reconocerlas de manera inmediata.
Sin embargo, comencemos
por nosotros mismos, reconociéndonos y aceptándonos como somos. ¡Todos
somos buenos en algo!
Deja de compararte y degradarte y ponte en valor. Quizá no
eres extrovertido, pero eres excelente escuchando o aconsejando, aportando
calma. Tal vez no eres competitivo, pero eres muy artístico y creativo. Puede
que no te agrade viajar por el mundo, pero seas el mejor creando un hogar
cálido y acogedor en el que echar raíces.
No tienes que ser
como nadie más, no eres inferior o inadecuado. Por el contrario, todos somos únicos y todos somos
necesarios, el mundo estaría incompleto sin ti.
Abraza aquello que te hace único.
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