EN BUSCA DEL EQUILIBRIO
Durante muchos años fui un devorador de libros de psicología, de
autoayuda, etc. Supongo que el desajuste del mundo real y de lo que sentía en
mi interior me hacían buscar obsesivamente una solución a lo que se le ha
llamado “la brecha existencial” -por cierto, algo inversamente proporcional a
la felicidad-, que no es más que la distancia que separa lo que vivimos de lo
que deseamos vivir. En esos libros que leía y en las muchas conferencias y
seminarios a los que acudía se me decía que debía marcarme un propósito en la
vida y seguirlo firmemente, pues si era ético y honesto, todo lo deseado se
haría realidad. Supongo que como todos, el objetivo era la felicidad!
Hoy todo eso me parece más simple y cotidiano! Y he aprendido que la felicidad
que buscamos no existe, ya está con nosotros cada día, en nuestro interior! No
hay que perseguirla, ni trazar planes para encontrarla. La mayoría de las veces
basta con estar bien atento a lo que sientes en tu interior y, a la vez, a lo
que sucede a tu alrededor. Ahí está la felicidad! Pero eso no es siempre fácil,
en un mundo que cada día absorbe nuestra energía y toda nuestra atención con
circunstancias pasajeras e irrelevantes. Demasiadas veces la supervivencia
ocupa nuestro tiempo y no nos deja ver ni vivir más allá…
Aunque debo reconocer que esa fue mi máxima en toda mi vida, estar
bien conmigo mismo en todo momento y, a ser posible, en soledad, también con el
tiempo aprendí que eso me privó en muchos momentos de vivir lo que la vida me
regalaba a cada instante como el amor o la felicidad! Porque la vida nos ofrece
oportunidades que nos ayudan a descubrir cómo somos en realidad y qué sentimos,
viviéndolo. Cuando observamos y vivimos -y, sobre todo, cuando sentimos- lo que
nos rodea, tenemos la inigualable oportunidad de sentirnos vivos y encontrar el
sentido de nuestra vida!
El dolor, la injusticia, el sufrimiento, el desequilibrio -propios o ajenos- nos despiertan a nuestra
realidad interna y externa, pues muchas veces no son más que reflejos de lo que
pasa en nuestro interior. Y es cuando el amor nos hace ser capaces de
trascendernos a nosotros mismos para acercarnos al otro y, en ese camino,
redescubrir toda la riqueza que poseemos en nuestro interior y queremos
compartir. Al fin y al cabo, amar es vivir y sentir plenamente, que no es más
que vivir fuera lo que sentimos dentro, donde está la paz necesaria para
percibir el exterior, sin distorsiones que nos impidan ver y aceptar nuestra propia
realidad.
Pero, para bien o para mal, la vida se aprende viviendo todo eso desde
el interior y confrontándolo con la realidad que nos envuelve, con equilibrio.
Siempre aparecen personas, momentos y lugares, para remover nuestro interior y
permitirnos despertar! Por eso la plena conciencia es el único camino hacia
nosotros mismos y no exige más que nuestra atención y capacidad de sentir. Es
entonces cuando te das cuenta que la sensibilidad es una fortaleza y no una
debilidad, como muchos creen y el mundo nuestro nos ha enseñado. Ser sensible
te permite ser consciente de lo que pasa en tu interior y, a la vez, ante lo
que sucede a tu alrededor. Y la madurez o crecimiento en esta vida no es más
que ser capaces de equilibrar ambos. En ese equilibro entre lo que pasa dentro
y fuera está la felicidad!
Escrito por Miguel Benavent de B.
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