AUTOCONOCIMIENTO:
EL CAMINO DE LA FELICIDAD
EL CAMINO DE LA FELICIDAD
La máxima escrita en el templo de apolo en Delfos
"conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses", se
revitaliza con fuerza renovada a través del tiempo, en todos los seres humanos
que aspiran a lograr su crecimiento interior y su progreso espiritual.
El conocimiento de sí mismo, la conciencia
del propio Yo, es lo que verdaderamente emancipa al espíritu, otorga libertad y
fuerza al ser y poco a poco lo introduce al conocimiento de la vida y de las Leyes
que la rigen, aportando a su existencia fe, esperanza y una seguridad
constructiva de su destino.
"La mayor parte de las alteraciones
fisicas, psiquicas y emocionales humanas están producidas por auto-exigencias
de algún tipo". Las exigencias (a uno mismo, a las demás personas, a la
vida) constituyen la causa y origen de la mayor parte de las disfunciones
mentales y en consecuencia, también físicas y emocionales.
Recomendaciones a tener en cuenta al
transitar el camino del auto-conocimiento:
Es perfectamente natural que los seres
humanos tengamos preferencias en nuestra vida, pero el peligro está en que
confundamos estas preferencias con necesidades. Necesitar, por ejemplo, ser
absolutamente eficaces, las 24 horas del día, y que todo el mundo nos quiera.
Necesitar que las demás personas sean amables, o que la vida sea fácil y todo
salga de acuerdo a nuestros deseos.
Cuando nuestras preferencias se convierten
en necesidades, el hecho de que las cosas no siempre sean como queremos que
sean pueden producirnos alteraciones emocionales, en forma de rabia,
hostilidad, culpa, ansiedad, o bien disfunciones del sueño, dolores de cabeza,
gastritis, úlceras o infartos. (Recordemos que el corazón es un perfecto
archivo de las emociones).
Para evitar esta confusión, es importante
hacer uso de valores o actitudes racionales, en vez de las creencias
irracionales, o destructivas, que rigen nuestra vida.
Uno de los principales valores reside
en la autoaceptación (y no la autoestima, que mide la valía del ser humano en
función de sus logros y la aprobación ajena). La aceptación incondicional hacia
la propia persona, las demás personas y la vida tal como es, constituye el
perfecto antídoto a las exigencias que envenenan y destruyen nuestra vida.
Aceptar las cosas como son, no es sinónimo
de conformismo o pasividad, sino que requiere una perfecta discriminación entre
lo que depende de mí y lo que no depende de mí. Lo que depende de mí puede ser
cambiado para mejor; lo que no depende no está bajo mi responsabilidad.
Una de las herramientas importantes para
tratar con las exigencias es el lenguaje. Las personas se acostumbran a hábitos
deficientes del lenguaje que interfieren en su aceptación de la realidad. Los
individuos son responsables en gran medida de sus propios lenguajes,
sentimientos y acciones disfuncionales y, por lo tanto, pueden modificarlas. Expresiones
del tipo "tengo que" (exigencias a una mismo), "es
horrible" (catastrofismo), "siempre ocurre lo mismo"
(generalización) o "me pone de los nervios, no lo aguanto" (no
soportabilidad), nos sitúan en desventaja ante la realidad y son perfectas
aliadas para nuestro malestar mental, emocional y físico.
El uso del sentido del humor es
importante para desdramatizar el sufrimiento (creado muchas veces por nuestros
propios errores de percepción e interpretación), así como recurrir a fuentes
filosóficas que nos ofrezcan alternativas de cambio, ya que las creencias
irracionales y nocivas deben ser sustituidas por otras creencias más
racionales, pragmáticas y beneficiosas para nuestra vida y nuestra salud.
Cada individuo tiene su propio tiempo de
maduración porque la evolución del espíritu es completamente individual,
responde al libre albedrío y a la voluntad del espíritu por acelerar este
proceso, amparados y conducidos por las leyes Universales.
Este conocimiento de sí mismo, no debe
abrumar al ser, ni inhibirlo para actuar, sino ayudarlo a tomar conciencia de
su realidad espiritual y de los caminos posibles para mejorarla, caminos al
alcance de cada uno, según sus fuerzas, su entorno, sus circunstancias de vida.
Diversidad de pensadores, filósofos,
científicos de distintas áreas, comparten lo trascendente que es para el ser
humano el conocerse a sí mismo, como la senda que nos permitirá acceder a un
mundo mejor, generador de una transformación moral del planeta que reclama una
etapa más pacífica y espiritualizada.
Conocerse a sí mismo, con sinceridad y
objetividad, fue y será siempre un reto trascendente porque en él, subyace la
génesis del progreso moral del ser humano, génesis que como una semilla,
aguarda el tratamiento adecuado, para trascender hacia el exterior y hacia el
amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario