ANATOMÍA DE LA INTUICIÓN
“La única cosa realmente valiosa es la intuición”
Albert Einstein
Albert Einstein
La intuición es una poderosa brújula. Siempre marca
la dirección de nuestro norte particular. Consciente o inconscientemente, guía
muchas de nuestras decisiones.
Todos la hemos sentido en algún momento, pero cada
persona la vive de manera diferente. Para
algunos habita en las entrañas, y para otros, en el corazón. Es la pulsión que nos informa de si
estamos en el buen camino, sea cual sea nuestro objetivo. Nos conduce a través
de la tormenta, nos ayuda a entendernos mejor y nos ofrece certezas que pocos
datos pueden. Sin embargo, permanece oculta en un halo de misterio. Así, ¿qué
es la intuición? ¿Dónde se genera? ¿Para qué sirve? Y ¿cómo podemos conectar
con ella
Según el diccionario, la intuición es una percepción
clara e inmediata de una idea o situación, sin necesidad de razonamiento lógico. Una especie de relámpago de certeza
que no requiere de pensamiento reflexivo ni análisis minucioso. Si bien no hay
consenso en la comunidad científica sobre dónde se genera exactamente tan
escurridiza cualidad, lo cierto es que resulta útil para nuestra supervivencia.
Aunque no es infalible, nos facilita la toma de decisiones, especialmente
en los momentos más importantes de nuestra vida. Es una llave capaz de abrir la
cerradura de cualquier situación compleja, proponiéndonos una conducta
determinada o una postura concreta. La magia de la intuición reside en la
rapidez de las respuestas que nos ofrece. A diferencia del análisis racional,
que requiere de tiempo, atención y esfuerzo, la intuición nos aporta soluciones
inmediatas desde un marco mucho más amplio y sutil.
Por si fuera poco, nos muestra que sabemos más de lo
que creemos que sabemos. De ahí
la importancia de aprender a escucharla. Aunque no es garantía de que las cosas
salgan como esperamos, nos promete que nuestras decisiones serán coherentes con
la persona que somos, honrando
nuestros valores esenciales. Está íntimamente relacionada con nuestra voz
interior, por lo que cuanto más en contacto estemos con nosotros mismos, más
podremos apreciarla. Para ello, tenemos que aprender a crear espacios de
silencio.
LA SABIDURÍA DEL CUERPO
“Probamos por medio de la lógica, pero descubrimos
por medio de la intuición”, Henri
Poincaré
Por lo general, ante cualquier situación tendemos a
empacharnos de datos que nos dan un escenario, un marco de probabilidades que
nos ofrece una cierta seguridad. Antes de tomar una decisión, lo que buscamos
es la respuesta correcta, el camino que nos llevará a conseguir lo que nos
proponemos. El mejor resultado posible. Y para lograr acertar, nos basamos en
los datos de los que disponemos. Asumimos que a más información, menos
posibilidad de errar en nuestro criterio o nuestras decisiones. Y no nos suelen
faltar fuentes donde nutrirnos. No en vano, vivimos en la era de la
información, enchufados a la red. Pero la ecuación no siempre nos ofrece el
resultado esperado. No todo lo podemos resolver desde un plano mental
Según
un estudio realizado por el Dr. Barnaby Dunn, especialista del ‘Medical
Research Council’ de Inglaterra, la intuición cuenta con particulares
manifestaciones físicas. El experimento proponía a un grupo de sujetos que
contara con la máxima exactitud posible los latidos de su corazón en distintos
intervalos de tiempo. En los espacios de reposo, el Dr. Dunn les sugería jugar
a un juego para pasar el rato. Dejaba cuatro barajas de cartas encima de la
mesa y les invitaba a ir sacando cartas de las distintas barajas. Quien sacaba
la carta más alta en cada ronda ganaba un premio en metálico. Lo que no sabían
los integrantes del experimento es que las barajas estaban amañadas, dos tenían
más cartas altas que las otras dos. Mientras los sujetos jugaban, un sensor
registraba los cambios en sus latidos. Tras unas pocas rondas, el monitor
mostraba una alteración en el latido del corazón cuando se acercaban a las
barajas ‘malas’. El cuerpo, antes
que la mente lo hiciera consciente, detectó la trampa.
Un equipo de científicos de la Universidad de Iowa
condujo un estudio parecido, esta vez basado en la transpiración de las palmas
de las manos. Encontraron que a los jugadores comenzaban a sudarles las manos
cuando les tocaba sacar una carta de una de las dos barajas ‘malas’ sobre las
10 cartas, pero no comenzaban a sospechar del engaño hasta que habían cogido
unas 50 cartas. Sus manos húmedas les estaban avisando mucho antes de que su mente
consciente hiciera la conexión.
Lo cierto es que el cuerpo es una valiosa fuente de
información que a menudo obviamos. En demasiadas ocasiones, especialmente
cuando nos enfrentamos a situaciones dolorosas o incómodas, nos refugiamos en
la cabeza. Tratamos de entender
lo que sentimos en vez de permitirnos sentirlo. Cada vez más tendemos a vivir desde la
mente, a interactuar a través de pantallas. Parece que hemos olvidado que la
piel es el vehículo que nos permite experimentar la vida. La intuición es un compendio
de información que recogemos de forma inconsciente Y que nos advierte de potenciales
peligros y oportunidades.
SUPERPODERES Y SUPERHÉROES
“Escucha a tu intuición. Te dirá todo lo que
realmente necesitas saber”, Anthony
D’Angelou
Cuando conocemos a una persona por primera vez, nos
asalta una sensación particular. Nos gusta o no nos gusta. Decidimos confiar en
ella… o no. A veces, una simple mirada o un gesto particular del otro nos
genera atracción o rechazo. La intuición funciona como una especie de SEXTO
SENTIDO. Llegados a este punto, vale la pena apuntar que algunas de las
decisiones que más marcarán nuestra existencia no son racionales. Nuestra
pareja. Nuestros hobbies. Lo que nos hace disfrutar. Tienen un beneficio porque
nos generan placer, alegría, conexión. De no guiarnos por el instinto, para
emparejarnos realizaríamos un cálculo de probabilidades más propio de la teoría
matemática, donde sopesaríamos todas las cualidades y perspectivas de futuro de
las personas susceptibles de comenzar una relación romántica con nosotros. Y ni
siquiera así lograríamos garantías de un final feliz.
Lo cierto es que la intuición es una herramienta muy
útil para navegar en nuestro
particular mar de relaciones. Tal
vez no seamos conscientes de cómo acumula información de cada pequeño
movimiento, cambio de entonación o uso de distintas palabras. Pero nos susurra
cómo se siente la persona que está delante de nosotros. Nos informa de su
estado de ánimo de sus necesidades e inquietudes. Cada vez que nos piden consejo,
o nos plantean una situación para que demos nuestra opinión, conectamos con la
empatía e intuimos lo que puede necesitar esa persona.
Para activar nuestra capacidad intuitiva, tenemos
que empezar por despertar nuestra percepción. Escucharnos
nos lleva a escuchar más a los demás, y eso nutre cada una de las relaciones
que mantenemos. Podemos practicar la atención, dar espacio y cabida a lo que
sentimos en vez de catalogarlo y optar por esconderlo. Eso pasa por atrevernos
a entrar más en contacto con nuestro cuerpo, prestando más atención a lo que
percibimos a través de los sentidos.
En este proceso, también resulta útil minimizar los automatismos, rompiendo
con las inercias y las rutinas establecidas. Probar un itinerario diferente
para ir a casa o al trabajo, o dar espacio en nuestra agenda a actividades
nuevas y diferentes es un buen primer paso. Cuando hacemos algo distinto
estamos más sensibles, más conectados con lo que sucede a nuestro alrededor. De ahí que una buena forma de cultivar
la intuición sea asumir riesgos y salir de nuestra zona de comodidad.
Vivir desde la intuición puede dar miedo, porque
estamos muy apegados a nuestra mente racional y dejarla a un lado nos hace
sentir que perdemos el control. Lo que nos dicta nuestro interior no siempre va
en la línea de lo que proponen las convenciones sociales. Pero merece la pena
darle un voto de confianza. Cada vez que algo en nuestro interior nos dice ‘Creo
que tengo que hacer esto’, se abre una puerta que nos lleva a una nueva
aventura. No en vano, la intuición es un súper poder.
No nos transforma en superhéroes, pero nos convierte
en protagonistas de nuestra propia vida. Nos ofrece capacidad de influencia,
autoconocimiento y comprensión del mundo en el que vivimos. Para potenciarla,
antes de tomar una decisión podemos tratar de sentirla además de pensarla.
Escuchar a nuestro corazón, a nuestras entrañas, al
instinto que habita en nuestro interior. Apostar por la intuición supone un
ejercicio de valentía. Ser uno mismo, en los tiempos que corren, no siempre
resulta popular. Pero es la única manera de vivir una vida auténtica.
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