VAMOS A ROBARLE TIEMPO AL TIEMPO ANTES DE QUE SE NOS ESCAPE
El tiempo es el mejor
autor, siempre encuentra un final perfecto.
Charles Chaplin
Charles Chaplin
Todos contamos con una cantidad en el
banco de la vida.
Podemos decir que somos sus administradores únicos, con influencia de los
demás. Pero el tiempo no es dinero ni se debe parecer.
Pero lo cierto es que lo compramos y lo
vendemos. De hecho, ¿Te has preguntado alguna vez
por cuánto entregas una hora de tu tiempo?
Sin detenernos demasiado a pensar,
porque si nos paramos seguimos utilizando tiempo, y eso puede
dar más vértigo que atravesar un puente colgante en medio de dos montañas que
rozan el cielo.
Quizás, en verdad sea eso que gotea mientras hacemos otros planes. Mejor hacerlos entonces en un lugar
bonito y agradable, disfrutando de los demás y poniendo en la propia imaginación parte de nuestra propia vida.
No
podemos ir a ningún lado para que alguien nos diga cuantos segundos, minutos y
horas nos quedan. Alguna vez me he preguntado si nos gustaría
saberlo. Volviendo al puente y al acantilado, probablemente no, nos daría
vértigo.
De hecho, tengo la sensación de que dentro del pesimismo
reinante convertiríamos muchos de los días que nos quedan
en el aniversario de
nuestra muerte.
Sin embargo, luego celebramos nuestro
cumpleaños una vez al año, a veces ni eso porque a
pocos les gusta dar la imagen de celebrar en exceso; han cogido
tal acomodo en la melancolía que ya no se sienten capaces de disfrutar.
Es más cotidiana la monotonía, la rutina, el estrés; el hecho de que nuestro corazón
comience a correr desbocado cuando la mayoría de nuestros músculos están
quietos. El tiempo nunca se queda quieto -de hecho va a diferentes velocidades-
ni se guarda en nuestra memoria con igual fuerza.
En el fondo ningún reloj lo mide, salvo
el nuestro
Recuerdas la primera vez que te
declaraste, ¿cuánto tardaste en recibir una respuesta? Probablemente un mundo si lo comparas con lo que duró
tu primer beso,
aunque no fuera robado y tú un ladrón con la necesidad de salir corriendo…por
lo que pudiera pasar.
Eso sí, hablamos del pasado, pero ¿y
del futuro?. Un conocido psicólogo dijo que
somos el único ser vivo que es
capaz de experimentar emociones por algo que no percibe.
¿Os imagináis a una cebra asustándose y echando a correr porque de pronto se ha
imaginado un león?
Nosotros preparamos
comida de más por si nuestros invitados se quedan con hambre, estamos diez
minutos antes en la estación por si al tren se le ocurre salir antes o los días
nublados salimos de casa con paraguas por si tenemos que resguardarnos de un
buen chaparrón.
No se nos pasa por la
cabeza que nuestro futuro no existe,
que no tenemos ni idea
de los latidos que nos quedan.
Pocos o ninguno son los momentos que vivimos como si fueran los últimos
De hecho, la mayoría de nosotros cuando
somos mayores, por alguna extraña razón que se me escapa, les inculcamos a las generaciones venideras que lo que deben hacer
es prepararse para el mañana. Pero no solo que lo hagan, sino
que lo conviertan en su mayor prioridad.
Somos unos hipócritas. Es como si no quisiéramos que la
generación que viene detrás de nosotros no se escapara a la programación que
hemos recibido.
Siendo sinceros, ¿si volvierais a
tener 18 años, invertiríais los años siguientes en conseguir algo para dentro
de 20, 30, 40 o 50?
Llevas el suficiente
tiempo en este mundo para saber que la vida cambia en un instante
No digo que convirtamos a nuestra vida
en una celebración constante, pero desde luego poder disfrutarla se merece más que hacer lo contrario.
Siempre he tenido la
sensación que el sacrificio es algo muy sobrevalorado, algo en lo que
invertimos demasiado por si acaso.
Sin embargo, invertimos
poco en situar o en aumentar durante el día esos momentos imprescindibles y que nos hacen sentir vivos.
Quizá un día robamos un beso, pero… cada
vez le robamos menos tiempo al tiempo para nuestros deseos presentes.
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