EL
NIÑO QUE DUERME EN TI
No sé qué decirte.
Me preguntas por una fórmula
mágica para cambiar el rumbo de tu vida y sólo se me ocurre decirte
que no hay ninguna… O que hay siete mil millones de fórmulas, una
para cada persona que habita el mundo y sueña con ser feliz.
Hay miles de libros que te
cuentan como acercarte a esa versión de ti que está oculta y que es
capaz de acariciar la vida que deseas, pero ninguno de sus autores
puede venir a buscarte a casa para que pongas en práctica sus
teorías…
Lo
sabemos, tenemos claro que para conseguir que todo funcione tenemos
que bajar a las cloacas de nuestra conciencia y ponernos a hacer
limpieza. Descubrir qué nos sirve y qué no, qué conservar y qué
tirar… Lo sabemos pero no lo hacemos porque es más fácil soñarlo
que hacerlo, imaginar que bailas, que sudar ensayando pasos…
Pensar
que corres que levantarte pronto para hacerlo…Es más sencillo
imaginarlo que hacerlo, aunque a la larga, dejarlo pendiente sea
doloroso.
Por
eso vivimos tanto de recuerdo, porque los recuerdos queman pero se
han convertido en rutinas cómodas. Nos pasamos la vida inundados en
nuestras sustancias bioquímicas y nos convertimos en yonquis de
nuestras penas. Estamos tan acostumbrados a nadar en nuestras
hormonas de tristeza y cansancio que cuando vamos por la calle y
cuando quién no pensábamos que nos iba a sonreír, nos sonríe, nos
sentimos mal porque nos está fastidiando la excusa, la coartada para
seguir viviendo en la queja.
Nos hemos sentado a mirar nuestra vida
como si fuera un televisor y protagonizamos un drama que nos destruye
día a día pero que nos permite un protagonismo que en una comedia
nos costaría mucho conseguir…
No
tengo la fórmula, pero habrá alguna para ti. A mí hay palabras que
reverberan muy dentro de mí y me zarandean, me hacen sentir cosas en
un chasquido de dedos, me ponen en órbita, me hacen sentir que
puede, que sabré cómo, que estoy aquí para algo y encontraré el
por qué… Estoy segura que eso activa mecanismos en mí que nunca llegaré a conocer…
Por
eso, tienes que buscar. Sin parar. Leerlo todo, intentarlo todo y
dedicarte a sentir, a notar, a pensar e imaginar en quién quieres
convertirte… Hay quién mira al mar y se encuentra en el mar y
quién camina sobre brasas… Hay quién se vacía con un buen
psicólogo y quién aprende a bailar. Nada te ahorra bucear en ti y
encontrar esa persona que duerme en las mazmorras de tu conciencia y
que un día, cuando era un niño inocente y libre, decidió limitarse
y encerrarse porque alguien le dijo que ese era su lugar…Porque se
creyó que no podría y no pudo.
Tienes
que hacer lo posible para encontrar a ese niño y liberarle. Tal vez,
necesitas hacerlo con sigilo o quizás a lo loco y sin pensar, porque
cada vez está más solo, más cansado, más desesperanzado y
recuerda menos lo que era la luz. Y cada minuto que pasa, te costará
más recuperarle, traerle de vuelta y hacer que entienda que ya puede hacer
lo que sueña… Piensa que va a tener que dejar de soñar pequeño,
que va a tener que acostumbrarse a volar y a imaginar que puede con
todo después de años de privaciones…Piensa que él tal vez no lo
sabe, porque se cree que el lugar donde vive es todo su mundo y no va
más allá… Tal vez imagina que los barrotes que le rodean no existen
y que sus pensamientos amargos y repetitivos son los únicos
pensamientos posibles… Tal vez, ama la puerta que le separa del
mundo y ve las paredes que le alejan de la vida como si fueran un
hermoso paisaje. Tal vez, no ve los candados que le atan ni se
acuerda de que hubo un día en el que escogía su camino… Tal vez
no sabe que ha nacido para elegir su vida y se siente atacado o
violentado al arrancarle las cadenas y le asusta pasar frío ahí
fuera.
Es
posible que se defienda con uñas y dientes, que te ataque, que no
entienda porque le arrancas ese dolor que siente, porque durante años
esa punzada en el pecho ha sido su única compañía. Es posible que
te odie por sacarle al mundo y despojarle de su miedo y su rincón
sucio. Que le mires y le veas sucio, huraño, arisco… Que te
parezca insalvable
y te culpes a ti mismo por haber sido incapaz de ir a buscarle antes…
No cargues esa culpa porque él las carga todas y necesita mucha
paciencia y mucha risa… Puede que no te reconozcas ninguna de las
facciones que ves en él y seas tú quién huye horrorizado al ver en
el fondo de sus ojos encarnados y llenos de rabia. No desistas, porque
si vuelves a dejarle solo, le enterrarás en una sala más oscura y
más triste de dónde pocos salen si no es con muchas ganas.
No
sé cómo podrás llegar a él, pero estoy segura de que una vez le
encuentres, necesita palabras hermosas, caricias, abrazos… Necesita
amor a raudales y comprensión, mucha compresión porque tendrá
muchas heridas por cicatrizar.
Tal
vez incluso, para poder encontrarle necesites primero quererle,
aceptarle tal como es, sin poner condiciones para su liberación,
acercarte a él sin reproches, sin preguntas, perdonar sus miedos y
todas las ideas absurdas que pasaron por su cabeza y que le llevaron
a encerrarse en ti y tirar la llave…
Ese
niño que duerme en ti necesita que le entiendas, que le des la mano
sin cuestionar, que le ayudes a quitarse las armaduras que lleva
puestas para no recibir golpes ni arañazos y que suponen una carga
pesada…
Ese
niño merece una oportunidad. Una tras otra. Infinitas oportunidades.
Hasta que aprenda a vivir sin que el miedo le abrace la espalda y le
presione la garganta… Hasta que oiga su voz diciendo lo que sueña
y no se avergüence de ninguna de sus debilidades…Hasta que se
quiera tanto que se de cuenta de que merece lo mejor y se muestre dispuesto a
conseguirlo y aceptarlo.
No
sé cuál es la fórmula, pero cuando encuentres a ese niño, tendrás
que cantarle nanas y contarle historias bonitas.
Tendrás
que vestirle con tus mejores ropas y dejarle bailar hasta que aprenda
los pasos… Y entender sus errores como peajes necesarios y sus
juegos como el método para permanecer despierto y no volver a vivir
con el piloto automático…Cuando se caiga, tendrás que darle
margen para que se levante sólo, porque si le haces el trabajo
corres el riesgo
de convertirte en su cárcel de nuevo y hacer que regrese a ese lugar
donde no se toman decisiones y se vive a medias.
Y
cuando tenga la tentación de volver a su celda, tendrás que
acompañarle y decirle que ya no existe ese lugar, que no la
necesita, que sólo reaparecerá si el miedo a ser él mismo gana la
batalla.
Este
camino será duro, pero no cierres la puerta, la recompensa es
enorme, inmensa.
Pasarás
mil días y mil noches junto él que te parecerán eternas, esperando
un gesto, una señal de que te reconoce… Hasta que un día, ese
amasijo de miedos te mirará a los ojos y verás en los suyos un
brillo especial. Y sabrás te quiere, que se quiere. Es el principio
de algo maravilloso…
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