SI NO SABES A DÓNDE IR, SIGUE EL PERFUME DE UN SUEÑO
Un sueño solo se alcanza cuando uno se siente libre para transformar su realidad. Sin embargo, a veces, tenemos la clara sensación de que la propia sociedad orquesta mil y una argucias para cortar nuestras alas, para someternos a esos moldes donde poco a poco quedar supeditados a una rutina carente de brillo, de libertad.
En
cualquier librería encontramos un sinfín de manuales para
enseñarnos a alcanzar nuestro sueño y nuestros objetivos. Se nos
habla de la determinación, de la autoconfianza y de la motivación.
Sin embargo, no
siempre se describe la sutil relevancia de todos esos vetadores de
sueños que tanto abundan a nuestro alrededor.
Hemos señalado hace un momento a la propia sociedad, a todos esos
organismos que con sus políticas y ordenanzas nos controlan. No
obstante, también deberíamos hablar de las familias o incluso de
los educadores.
“No
duermas para descansar, duerme para soñar porque los sueños están
para cumplirse”
-Walt
Disney-
Decía María
Montessori que
la primera tarea de la educación es “agitar la vida”, pero
dejándola libre para que se desarrolle por sí misma.
A día de hoy, en el seno de muchas familias y en muchos centros de
enseñanza, en lugar de agitar, de favorecer y de encender esa chispa
para que los niños despierten a la vida en felicidad, se limitan a
encajarlos en una serie de parámetros donde quedar homogeneizados.
Cuando
damos al mundo personas que solo aspiran a ser iguales, a tener lo
que tiene el vecino o a conseguir lo que otro logra, la libertad no
es auténtica.
Este, no es ni mucho menos un terreno idóneo para que germinen los
sueños. No podemos olvidar que los
grandes sueños surgidos de las mentes más
afinadas son los que pueden cambiar el mundo,
los que nos ayudan a aspirar a un horizonte más digno, más lleno
de maravillas y posibilidades.
Los sueños nos hacen evolucionar como personas
A veces, tenemos la clara sensación que nuestros escenarios personales y laborales son como campos minados. Vivimos en un presente muy poco facilitador: la burocracia, los corporativismos, la falta de inversión en el capital humano y la rigidez de nuestras estructuras sociales son auténticas alambradas para nuestros sueños.
“Lo
que importa verdaderamente no son los objetivos que nos marcamos,
sino
los caminos para lograrlos”
-Peter
Bamm-
Vistos
todos estos enemigos, en ocasiones tomamos conciencia de
que para alcanzar una meta es necesario renunciar a algo. Son muchas
las personas que, por ejemplo, han tenido que romper con la familia
para estudiar esa carrera o para ser feliz al lado de una persona no
aceptada por los padres. También es
común que muchos emprendedores tengan que arriesgarlo todo para
apostar por ese proyecto,
por ese sueño en el que nadie confía, pero donde él invierte
esfuerzos, dinero, tiempo y sufrimientos.
Todos
estos ejemplos son sin duda auténticos actos de fe, actos de
valentía que nos revelan algo que no debemos olvidar. John
Maxwell,
nos explica que a
día de hoy el talento no es suficiente para poder alcanzar nuestros
sueños. Debemos
“batallar” en muchos más ámbitos. Sin embargo, en toda esta
lucha cotidiana lo que conseguimos a su vez es evolucionar como
personas.
La evolución y la ruptura de todos estos moldes es algo para
lo que el ser humano está programado: sobrevivir
en medio de la adversidad te capacita cada día para alcanzar tarde
o temprano tus metas.
El perfume de un sueño, tu compañero de cada día
En
medio de las complejas circunstancias actuales en las que muchos se
hallan inmersos, acontece un hecho verdaderamente paradójico. Gran
parte de nuestros sueños se hallan en los primeros escalones de la
pirámide de necesidades de Abraham
Maslow.
La aspiración a la seguridad y la protección es una meta que se
nos sigue resistiendo: un buen trabajo, una casa, un colchón
económico…
De
la misma forma, las necesidades de estima o reconocimiento son
también una asignatura pendiente en la que invertir cada día: la
confianza, la autoestima, la independencia,
la libertad… Parece
como si de algún modo nos costara mucho poder alcanzar esa
autorrealización,
ese potencial donde la persona es capaz de lograr la realidad que
siempre ha soñado.
Ahora
bien, tal y como decía Wayne Dyer, cuando bailas, tu objetivo no es
ir a un lugar determinado de la pista. Es disfrutar cada paso del
camino. Por lo tanto, lejos de frustrarnos por no haber conseguido
nuestros objetivos o tener lagunas en la
confianza que depositamos en nosotros mismos, hay que ser
conscientes de que este es un baile que nunca se detiene.
Si lo haces, la música se apaga y pierdes el ritmo, la magia, la
motivación.
Si
hay algo que siempre ha hecho el ser humano desde que miró al cielo
y descubrió las estrellas,
es soñar. No importa lo oscura que esté la noche, lo tupida que
sea la selva de nuestros mundos cotidianos, lo sueños nos alientan
cada día y nos empujan a luchar, a no rendirnos. Porque ningún
soñador es pequeño ni ningún sueño es demasiado grande.
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