OCHO
HORAS
Una
vez hace años me zarandeó mucho por dentro escuchar esta frase…
“si
dispusiera de ocho horas para cortar un árbol, usaría seis en
afilar el hacha”.
Es de Abraham Lincoln.
En
aquel momento pensé que dedicar seis horas en la preparación era
una barbaridad. Conociéndome, supe que yo me hubiera lanzado a
golpear el árbol de forma desenfrenada y compulsiva (es una metáfora
porque adoro los árboles y no podría sujetar un hacha). Y que
después de calibrar las dificultades, me hubiera entretenido en
afilarla un poco, demasiado poco, seguramente. Y no es porque no sea
una persona que ha invertido poco en formarse ni planificar, todo lo
contrario, pero siempre he sido más de “que la inspiración me
pille trabajando” como dijo Pablo Picasso.
Hice
lo que he hecho siempre cuando llega a mí una información que no
estoy preparada para asumir, la dejé a un lado y cada vez que
pensaba en ella, notaba una punzada en el pecho…
El
caso es que la frase me sacudió un poco por dentro, seguramente,
porque me hacía falta interpretarla
y entenderla. Tal vez porque soy muy intensa e impaciente y supongo
que me di cuenta que me estaba interpelando directamente. Entonces,
decidí que Lincoln, a pesar de ser un hombre sabio y dicen que un
buen estratega, tal vez no lo sabía todo, que cada uno es un mundo y
que yo era una persona de acción.
Aunque
en realidad, no era del todo cierto. Es verdad, soy una persona de
acción…
Prefiero
pedir disculpas a pedir permiso y arriesgar a pasarme la vida
preguntándome qué podría haber pasado…
Y
también soy de dar mil vueltas a las cosas y reflexionar mucho, eso
sí, cuando decido algo, me gusta llevarlo hasta el final.
Pasados
los años, lo mantengo todo…
Mi
impaciencia, mi necesidad de pasar a la acción…
Lo he
ido trabajando para aprender a esperar, pero me sigue costando
muchísimo. Y ahora me doy cuenta que esas seis horas afilando el
hacha no hablaban de perder el tiempo ni de esconderse como entendí
en un principio…
No
eran excusas para demorar la acción ni poner en peligro conseguir
derribar el árbol…
El
hacha no es el instrumento con qué cortar, eres tú. Y tienes que
estar en las mejores condiciones anímicas, mentales y físicas para
dar el máximo.
Reconozco
que ser un poco imprudente me ha llevado a grandes cosas, lo
reafirmo, me hace feliz esa necesidad de cambiar las cosas y salir de
mis dominios para adentrarme en lo desconocido, aunque me suponga
pasar un miedo terrible y tener que afrontarlo…
Sigo
creyendo que si no cambias tú, no cambia nada. Y sigo siendo una
persona que cree en la preparación, pero que sabe que no puedes
estar siempre esperando a estar al cien por cien seguro de algo para
lanzarse…
No
se puede esperar a que todo sea perfecto, porque jamás lo es…
Y
si alguna vez lo parece, es que nos estamos engañando…Lo
que pasa es que la necesidad te lleva a veces a forzar y hacer que
las cosas sucedan cuando aún no están en su punto y acabas
perdiendo las carreras por falta de entreno o porque te faltaban unos
días de mentalizarte para ser el ganador.
No
se pueden forzar las cosas. Hay un tiempo para todo y cuando haces
algo sin estar preparado para ello, el resultado no es nunca el
esperado…
Cosa
que por otro lado no significa que no sea válido o no te suponga un
gran aprendizaje. Todos
los errores son pura magia para poder seguir…
El
problema surge cuando repites siempre el mismo.
Lo
que ahora tengo claro es que esa preparación no habla de nada que
esté fuera de ti sino dentro. El aprendizaje real no es sólo el de
afilar el hacha (no tengo nada en contra de afilar el hacha, aunque
no es una actividad que me fascine) sino el de confiar en ti, de
aprender de lo que te pasa. Antes de cortar tu árbol debes conocerte
y saber quién eres y qué buscas, qué estás creando en tu vida que
te acerca a ser bueno talando árboles…
Afilar
el hacha seis horas no es quedarse en tu zona de confort demorando el
momento, es el gran cambio. Hasta que no te has convertido en esa
persona que es capaz de cortar el árbol, no tiene sentido empezar a
golpearlo para derribarlo o al menos, esa tarea será aún más
complicada.
Lincoln
desde la voz de la historia me dolió porque cuestionaba mi
impaciencia, ni necesidad de tocar lo soñado y anhelado enseguida,
mi búsqueda insaciable de seguridad dentro de la incertidumbre, el
apego a lo que es tangible y calculable, a lo que se almacena y se
cataloga…
Prefería
talar un árbol ya sin saber por qué, que esperar a saber si
realmente quería talar árboles…Porque
siempre he necesitado sentir que todo está controlado, que todo está
bien encarrilado…
Y
cuando te llega la miel sin saber que es miel, nunca es dulce. Si
derribas el árbol sin saber quién eres, nunca te sirve para nada…
Bueno,
no es cierto, me desmiento…
Todo
lo que hacemos nos lleva a nosotros mismos, a aprender, a conocernos,
a equivocarnos y reconducir nuestra vida…
Y
es cierto, hay que talar muchos árboles sin saber quién eres para
decidir si quieres o no talarlos. Para que uno de ellos sea el árbol
que realmente te lleva a algún lugar soñado…Aunque
perdemos muchas oportunidades por no saber encontrar el punto justo
para actuar…
Nos
preparamos mucho para aparentar sin llegar a ser realmente quienes
somos.
Nos
define demasiado la meta, cuando en realidad somos el camino.
Somos
cada uno de los cambios que hacemos en nosotros para aceptarnos y
encontrar nuestro potencial.
Afilar el hacha no es prepararse sino convertirse.
A
menudo hay que asumir más de lo que a veces estamos dispuestos a
asumir. Decidir es una mezcla entre asumir el riesgo y lanzarse y
saber realmente cuándo estás preparado para empezar. Prepararse y
actuar…
Hacer
y dejar pasar.
Hay
que decir que no a espejismos maravillosos para no desviarnos del
camino, que pinta arduo y complicado, pero que es tu camino. Hay que
renunciar a muchas cosas que huelen bien y suenan bien pero que son
humo que lo que hace es impedirte ver que no vas por dónde deseas
ir.
A
veces, para llegar a donde quieres llegar tienes que acercarte a
aquello que te molesta
o te duele para vencerlo, para superarlo, para descubrir por qué te
afecta tanto y saber qué mensaje lleva oculto.
La
impaciencia a veces nos deja en brazos de soluciones fáciles que te
llevan a las antípodas de tus metas y te dejan roto y perdido.
Hasta
que no somos, hasta que no nos conocemos…
Hasta
que no apartamos la mala hierba del camino, no vemos por dónde pisar
ni podemos definirlo…
A
veces, basta con necesitar algo para alejarlo más de nosotros,
porque nos falta confianza, nos falta sabiduría, nos falta
conciencia…
Nos
falta creer que somos esa persona que llega a la meta.
Supongo
que Abraham Lincoln hablaba de estrategia, de usar la inteligencia
para hacer las cosas, de medir fuerzas y no quedar exhausto haciendo
algo que no requiere tanto esfuerzo si le ponemos ingenio.
Hablaba
de amortizar y buscar la forma más efectiva de llegar al objetivo…
Para
cada uno, habrá una, la más indicada, personal e intransferible.
Hay
momentos en los que el hacha eres tú. Tu actitud y tu valor, tu
talento y tu misión en la vida…
Y
hay árboles tan difíciles de cortar, tan enormes y gigantes, que
sólo los más preparados pueden tomar fuerza para derribar…
En
realidad, seis horas afilando el hacha son seis horas descubriendo
quién eres para actuar, seis horas entrando en ti mismo para
decidir…
Seis
horas para aprender a confiar, a sentir, a conocerte, a creerte que
eres la persona que es capaz de cortar ese árbol y darle sentido,
encontrar a esa persona que llevas dentro que puede conseguirlo…
No
lo consigues hasta que no lo eres…
Tus
sueños no se cumplen, los cumples…
Y
no los acaricias hasta que no te conviertes en ellos. El aprendizaje
real es el de atar cabos con todo lo que te pasa y descubrirte a ti
mismo, prepararte para asumir y entonces, actuar.
Se
aprende cortando y mucho….
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