ERES LO MEJOR QUE TE HA PASADO
Vayamos
de viaje a nosotros mismos. ¿Te
atreves?
Aunque
sabemos que vamos a salpicarnos y ensuciarnos, no nos pondremos el
impermeable como hacemos siempre, porque necesitamos sentir… Si
pasamos por este camino de puntillas o nos ponemos los guantes, no
servirá de nada.
No
lo pienses más. Hazlo. Pensamos tanto… Está bien pensar, es
necesario. Lo que pasa es que acabamos haciendo una bola de
pensamientos que nos recorre la cabeza y nos deja anestesiados.
Y llevamos dormidos algunos siglos…
Pensamos
siempre lo mismo, nos falta ese punto de osadía que nos
permitiría imaginar qué podría pasar si dejamos que nuestros
pensamientos salgan del cauce habitual.
Nunca
rompemos las normas que nosotros mismos nos hemos impuesto. Y
nuestros pensamientos no sirven porque están corruptos, estancados,
asfixiados… Porque son cíclicos, porque van de la cama al sofá y
como mucho pasan por la nevera de los pensamientos fríos,
congelados…
¿No
te sorprendes siempre pensando lo mismo? ¿No te vienen a la cabeza
siempre las mismas ideas y palabras y notas las mismas punzadas en el
pecho cuando las revives?
¿No
te has dado cuenta que paseas siempre por los mismos peldaños de
escalera y nunca llegas al rellano?
Vamos
del “necesito hacer algo con mi vida” al “mejor quedarse
callado y no decir nada no sea que pierda lo que tengo” Y ¿qué
tienes? ¿eres lo que crees que puedes llegar a ser? ¿te sientes
bien contigo mismo o eres un sucedáneo de ti?
Cuando
estamos en crisis, buscamos respuestas en el cajón de pensamientos
tristes, de culpa, de asco, de rencor, de resentimiento, de rabia y
frustración… Y nos pringamos con ellos hasta arriba, hasta que nos
sentimos tan poco responsables de nuestra vida que decidimos
sentarnos en el sofá y mirar otras vidas… Y criticarlas,
envidiarlas, maldecirlas…
¿Cómo
te hablas a ti mismo? ¿qué te dices? ¿usas siempre las mismas
palabras para definirte y definir tu vida?
Y
a veces, nos asalta una nueva idea. Algo distinto, insólito… Lo
imaginamos, lo tenemos en cuenta, pero enseguida nos refugiamos en
ese rincón donde todo es fácil y predecible, cómodo,
asqueantemente tranquilo… Es como el rincón de pensar en pequeño.
De matar al mensajero y encogerse. El del lamento, de la queja,
el llanto estéril porque no vacía sino que llena de dolor… El
rincón de maquinar venganzas, tragarse la rabia y programarse para
la envidia… El rincón de los que se conforman con mirar.
Y
pensamos mucho. Pensamos más, pero siempre lo mismo. Desde el mismo
ángulo. Con la misma mirada. Nos contamos siempre las mismas
historias y nos sorprendemos siempre en las mismas frases… Nos
contamos los mismos chistes con los mismos clichés y nos reímos de
las mismas personas para poder soportar que ellas hacen lo que
nosotros no nos atrevemos a hacer… Nos creemos que así pierden
valor sus actos y somos menos desdichados… Y volvemos a pensar…
Otra vez, como el hamster que da vueltas en la rueda buscando algo
sobre sus pasos estériles… Lo hacemos usando las mismas palabras
para contar nuestro relato interno, llegando a la misma conclusión
(llegar a otra es prácticamente imposible). Y nos cerramos.
Cerramos
nuestras puertas interiores presas del pánico porque esa idea
extraña casi hace tambalear nuestras vidas… El susto nos
deja petrificados. Aunque es el mismo susto de siempre, con los
mismos gestos y las mismas sensaciones. Como si hubiéramos hecho un
pacto con nuestros miedos para que nos asaltaran siempre en el mismo
sitio a cambio de no movernos, de no ir nunca más allá…
Y
a pesar de todo, una avalancha de pánico y sudor frío nos
encoje el pecho y nos besa la nuca… El miedo siempre te besa la
nuca cuando estás a punto de decidir algo nuevo… Y tú puedes
interpretar ese beso macabro como un freno o como una señal de que
estás en el camino correcto para salir de ti mismo y encontrarte de
verdad.
La
persona a la que buscas está al otro lado de todos los pensamientos
estancados y congelados. Al otro lado de la vida previsible y
razonable.
Cuantos
más besos en la nuca sientas, más cerca de ti estás…
Nuestro
viaje es largo y duro. En él vas dejando cosas que llevabas
incrustadas y adheridas a la piel y que llegaste a creer que formaban
parte de tu cuerpo cansado… No lo eran, no eran tú, eran tu carga,
tu peso sobrellevado que extenuaba tus huesos agotados de luchar
contra fuerzas exteriores cuando el enemigo era interior…
El
viaje implica dejar la lucha. No como resignación sino como acto de
amor supremo contigo mismo. Porque cuando batallas contra el mundo,
batallas contra ti, en realidad. Es un dejar de destruir para empezar
a construir. Es usar la fuerza del guerrero para llegar a tu paz
interior.
El
viaje pide desnudez y humildad. Pide paciencia, tanta que a veces se
hace casi insoportable… El viaje implica renuncia. Implica decidir
entre lo fácil y lo incierto. Entre el dulce engaño y la verdad
cruda pero liberadora… Implica salto al vacío confiando en una red
que jamás has visto.
Y
dejar de pensar un poco… El viaje a ti mismo, implica más sentir
que pensar. Dejar las obsesiones y los pensamientos cíclicos para
apuntarse a los pensamientos valiosos, nuevos, arriesgados,
prácticos, incómodos pero reveladores, casi mágicos, responsables…
Pensamientos que te hacen sentir que estás contigo, pensamientos que
hablan de lo que tú haces y no de lo que esperas que otros hagan por
ti… Pensamientos llenos de emociones vividas, analizadas,
conocidas, asumidas… Pensamientos para crecer y curar. Pensamientos
que cierran heridas y borran culpas…
El
viaje exige tomar las riendas. No te permite delegar funciones
básicas ni sujetare en barandillas ni muletas, no puedes compartir
el peso con otros compañeros para evitar decidir si llevarlo encima
o soltarlo… No te permite dejar en otros la responsabilidad de
elegir ni marcar el camino… No te deja mantener apegos porque corta
lazos que parecían indestructibles… El viaje te deja solo para que
aprendas a amar tu soledad. y descubras tu valor.
Durante
el camino, el viento está muchas veces en contra y la luz que llevas
para poder ver dónde pisas se apaga en los tramos más oscuros, tú
decides si pensar que es una conjura contra ti o si precisamente eso
pasa para que aprendas que todo lo que necesitas para seguir lo
llevas dentro…
A
veces, el camino es enorme y todo está a cinco palmos de dónde
alcanzas… Y eso es para que te des cuenta de lo mucho que aún
puedes crecer…
Lo
importante es seguir. Aceptar el camino y usarlo para descubrir lo
que hay en ti.
Cambiar
de pensamientos. Cambiar de palabras. Cambiar nuestra forma de mirar
para que ante nosotros se abran caminos que hasta hoy no hemos visto…
Dejar de ir a buscar las soluciones a nuestros problemas en el cajón
de los pensamientos prestados, tristes, rencorosos, ofuscados,
repetidos con ansiedad, perezosos… Dejar de poner nuestras
emociones en la nevera para cuando seamos capaces de asumirlas y
afrontarlas…
Sentir
mil besos de terror en la nuca y pensar que es la señal inequívoca
de que nos acercamos a nuestra meta.
Soltar
todo lo que no nos sirve para hacer el paso ligero. Amar cada paso y
cada tropiezo.
Y
una vez pisado, sellar el camino… Para que no haya vuelta atrás…
Todo lo que necesitamos del pasado después de revisarlo y entenderlo
es lo aprendido.
La
salida fácil lleva a seguir buscando en el mismo cajón donde nunca
hay soluciones o se quedan a medias.
La
respuesta rápida es un paso atrás.
Encontrar
salvavidas y compañeros de viaje que lleven tu carga es
retrasar el momento de asumir tu vida.
Creer
que todo cambiará sin cambiar de pensamientos es engañarse para
soportar el miedo que nos da asumir riesgos…
Conformarte
con lo que ya vives si no te sientes bien es renunciar a ti mismo.
Tú
eres tu propio equipaje.
Tú
eres tu propio refugio.
Tú
eres el único líder de tu vida…
Tú
eres lo mejor que te ha pasado.
En
este viaje sólo puedes agarrarte a ti mismo… Va de ser y de
sentir.
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