LA DIRECCIÓN DE TU VIDA LA MARCAN TUS VALORES
¿Qué
huella te gustaría dejar cuando todo termine? A
veces podemos encontrarnos con la sensación de no tener el
control. Parece
que somos un gran autobús siguiendo las indicaciones de los
pasajeros que nos acompañan en el viaje. Tomamos
decisiones
que la gente de alrededor nos recomienda y terminamos cogiendo
calles que van en una dirección muy diferente a nuestros valores.
Cargamos
con una mochila de inseguridad que pesa cada vez más, dejando
nuestros valores en la cuneta. Como resultado no
somos conscientes
de que el tiempo prende igual de rápido que una mecha, y que dar
marcha atrás no siempre es posible.
Tomamos
caminos que no nos llenan,
no nos convencen y nos presionan. Caminos que nos indican desde
fuera, nos los repiten insistentemente bajo los convincentes títulos
de “es
lo mejor para ti” “créeme, es lo correcto”
“ahora
es lo que te toca”. Entonces un
día te descubres conduciendo sin las manos al volante.
“De
alguna forma, hemos llegado a la creencia errónea de que
no somos
más que carne, sangre y huesos y eso es todo.
Por lo que dirigimos
nuestros valores a cosas materiales”
Los valores son direcciones de vida
Para
empezar, un valor no es un resultado en sí mismo, no es una meta; un
valor no se agota, siempre está ahí. Los
valores definen las palabras que vas a utilizar para darle forma al
argumento de tu vida: aceptación,
persistencia, orden, conformidad, imparcialidad o intimidad. Una
larga lista compuesta de direcciones que te permite decidir qué
objetivos son los que realmente importan.
Por
lo tanto, una
vida valiosa es
el resultado de actuar al servicio de lo que valoras realmente. El
problema es que muchas veces no sabemos identificar cuáles son esos
valores y qué relación tienen con nuestras áreas vitales. Existen
nueve áreas principales que componen nuestra vida: las relaciones
familiares, las relaciones íntimas o de pareja, las relaciones
sociales, el trabajo, la educación, el ocio, la espiritualidad, la
ciudadanía y la salud.
“La
madurez se consigue cuando una persona pospone
placeres inmediatos por
valores a largo plazo”
-Joshua
Loth Liebman-
A
cada área le damos un nivel de importancia y en cada una actuamos
de diferente manera para solucionar
los obstáculos que
surgen. Sin
embargo, la trampa está en que muchas veces las soluciones que
ponemos en marcha no coinciden con nuestros principios. Por
eso hacemos cosas de las que nos arrepentimos o nos bloqueamos al
tomar decisiones. Todo ello nos lleva a sentirnos desbordados,
agotados o perdidos.
Lamentos a destiempo
Bronnie Ware, una enfermera
canadiense, recopiló a lo largo de varios años los últimos
arrepentimientos de sus pacientes en la unidad de cuidados
paliativos. Un artículo publicado posteriormente por Harvard
Business Review lo corroboraba. Existen 5 lamentos comunes que
se repiten en las personas que van a fallecer:
-
Ojalá hubiera vivido una vida fiel a mí mismo y no lo que querían los demás.
-
Me gustaría no haber trabajado tan duro y haber disfrutado más tiempo con mi pareja y familia.
-
Ojalá hubiera tenido el coraje de expresar mis sentimientos.
-
Tendría que haber contactado más con mis amigos.
-
Me hubiese gustado ser más feliz.
“La
felicidad es el estado de consciencia que procede del logro de los
valores propios”
-Ayn
Rand-
Las
personas se arrepienten de soltar las riendas de su vida,
de haber perdido tiempo junto a sus seres queridos, de no haberse
expresado por evitar conflictos con los demás o por tener miedo.
Nos atrapamos en un conformismo mediocre. Nos enjaulamos en
nuestra rutina y dejamos de lado el tiempo y esfuerzo que merecen lo
que realmente nos importa.
La
felicidad es una elección, el miedo al cambio nos encadena a
hábitos que no nos producen satisfacción. Pasamos
más tiempo haciendo creer a los demás que somos felices que
siéndolo.
Tú eliges hacia dónde ir
Piensa
que la clave está en adelantarnos a esta frustración, en encontrar
nuestros valores y en plantearnos objetivos que den sentido a
los trayectos que elegimos.
El primer paso es identificar tus valores y su jerarquía
en función del momento vital en el que te encuentras.
A
partir de ahí se establecen metas a corto y largo plazo. Es
decir, los
valores formarán los pilares sobre los que nos iremos marcando
objetivos a lo largo del tiempo.
Objetivos que realmente nos aportan sentido y con los que tendremos
la oportunidad de superarnos y de sentirnos cómodos.
Más
adelante concretaremos y planificaremos esos objetivos en acciones.
Esta es la parte que más miedo da por las dificultades que
anticipamos. Realizar cambios nos produce inseguridad y queremos
huir para evitar afrontarlos. Piensa
que no hay mayor bienestar que aquel que se consigue a través
de elecciones propias.
“Abre
tus brazos al cambio, pero no dejes ir tus valores”
-Dalai
Lama-
Valora
a quien te dedica su tiempo, porque nunca lo recuperará
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