¿POR QUÉ NO BRILLAS?
¿Cómo
se consigue brillar? Es difícil de responder… Tenemos tantas ganas
todos de conseguir convertirnos en quién soñamos… A veces, esas
mismas ganas nos desesperan e impacientan y acabamos consiguiendo
todo lo contrario, reflejar caos y contradicción.
Lo que sé
seguro, es que nunca se brilla en solitario. Es verdad que el proceso
para conseguir “brillar” y sacar a la luz todo tu talento se hace
solo, soltando amarras y descubriéndote a ti mismo, pero siempre
tienes compañeros de viaje. Hay muchos, más de los que creemos a
veces o podemos contar.
Todo
el que se cruza en tu vida lleva un mensaje para que aprendas a
brillar, aunque nos cuesta verlo.
La vida nos va
poniendo por delante cómplices para conseguir avanzar. Algunos lo
hacen con gusto, son voluntarios, otros, apenas se enteran de todo lo
que te han aportado pero es mucho. Sin embargo, para salir adelante
es necesario reconocerles el mérito y ser capaces de ver su valor.
Nunca es todo negro o blanco, hay muchos puntos de vista y muchos
mundos en cada ser humano por conocer. Saber agradecer es sin duda un
síntoma de que brillamos. Si sabemos compartirlo, aún más… Si tu
brillo no ayuda a otros, se apaga.
Si no ves el
valor de los demás no comprendes el tuyo. Al menos, no lo ves con la
distancia necesaria ni con la mirada que tienen los que brillan.
¿Cuál es esa
mirada? La de un niño curioso y hambriento de saberlo todo, osado y
un poco imprudente preguntando, con ganas de empezar incluso antes de
saber cómo, con energía ilimitada… Esa es la mirada, que quedará
matizada por tu experiencia y tu conciencia de que a ese entusiasmo
infantil hay que saber encauzarlo, para que no se desborde…
Encontrar el equilibrio entre la pasión y la razón, pero sin matar
nunca el niño que todo lo ve posible y cree que los obstáculos se
podrán saltar.
Manejarse
uno mismo es un poco esa mezcla entre saber que no va a ser fácil,
pero entusiasmarse pensando que encontrarás la manera de capear el
temporal. Estar en calma pero preparado para la acción.
Los ojos
hambrientos de un niño te permiten ir por la vida lamiéndolo todo
con la mirada, atesorando cada instante. Sin estar todo el rato en
beta, nervioso y ansioso por lo que vendrá, sin vivir ni notar lo
que te pasa. Es necesario pensar en mañana pero no sirve de nada si
no sobrevives a hoy y no eres capaz de ver lo que te rodea para
aprovechar las oportunidades. Los niños pueden pasarse un buen rato
mirando algo que para nosotros carece de sentido y luego ponerse a
fabricar algo parecido para ponerlo en su habitación… Y en ningún
momento piensan que no vayan a ser capaces… Y cuando acaban, lo
exponen al mundo y vienen a ti, orgullosos y emocionados y te enseñan
su obra de arte…
¿Has visto la
cara de un niño que llega a casa con su dibujo para mamá?
¿Has
visto ese brillo contagioso? El niño se cree un genio, se ve tan
valioso que a nadie le cabe duda de que lo es…
Para crear hay
que ignorar a los que no crean nunca nada… Con una ignorancia
sabia, basada en la inocencia de pensar que todo es posible porque
todo puede soñarse e imaginarse. El problema es que a veces “esos
que no crean nunca nada” somos nosotros, nuestra voz interior
machacona que se ocupa de decirte que lo dejes correr porque no
tienes nada que hacer. No eres tú, es tu lado más gris y asustadizo
que nunca baja la guardia porque siempre está cansado y no sabe que
su cansancio se pasa con movimiento y no con reposo.
Los adultos no
queremos “perder el tiempo” imaginando, ni mirando las pequeñas
cosas, ni tocando lo que nos llega a las manos, ni recreándonos en
lo que nos rodea, ni quedándonos embobados ante lo que nos seduce…
Y por eso, nos cuesta tanto crear. Para ser creativo hay que
entrar en un mundo de infinitas posibilidades donde no hay vetos ni
restricciones, donde todo se puede imaginar y por tanto, todo se
puede hacer realidad. Un mundo que puede ponerse del revés en
cualquier momento si hace falta y acabar negándose a sí mismo para
descubrir que nada es dogma.
Los niños creen
en la magia y por eso materializan sus sueños. Ven un pedazo
de papel y saben que es un avión. No ven una enorme caja de
cartón sino una casa para muñecas o un garaje para coches…Durante
las dos horas que van vestidos de superhéroes pueden volar y
subir por las paredes…
¿Os
imagináis lo que se podría llegar a crear si fuéramos capaces de
tener esa visión de la vida? Y no hablo de no tocar de pies en el
suelo, que es imprescindible, hablo de creer en nosotros mismos y
descartar esa versión acomplejada en la que nos hemos quedado tantas
veces… Hablo de apostar a que sí, de visualizarlo, de vivirlo, de
enamorarse de la oportunidad y confiar…
Por
eso, si
cuando te miras a ti mismo eres incapaz de imaginarte haciendo lo que
sueñas, es que aún no estás preparado para brillar…
Si no ves al
gran comunicador, al genial abogado, el artífice de una nueva forma
de gestionar los Recursos Humanos, al maravilloso estratega y gestor
de Marca Personal, al piloto o al escritor… Si cuando te ves, no
ves en ti al líder, es imposible que ese líder salga de ti.
Lo sé, hay
momentos en la vida en los que es muy complicado y proponerlo parece
casi locura… Sin embargo, me he dado cuenta de algo… Hay muchas
personas que han fracasado en lo que se proponían, algunas
creían en sí mismas y otras no, pero las que han triunfado creían
todas. Además, lo del fracaso es tan relativo como lo del éxito. A
menudo para triunfar es imprescindible fracasar primero para
descubrir lo que no quieres y tomar las riendas de tu vida.
Hace
días que viene a mí una frase. En distintas fórmulas y con
distintas palabras Dice algo así como que el
mundo en el que vives es un reflejo de tu mundo interior…Porque
lo que vivimos fuera es una versión material de lo que estamos
viviendo dentro…
Una buena
lección de vida… Si quieres brillar tienes que sentir que brillas
y crecer por dentro primero hasta adquirir el tamaño que mereces…
Vivir en la
coherencia, vivir a conciencia y hacer lo que sientes que debes
hacer.
Conocerte
y aceptar todo lo que eres, los errores y los aciertos. Las luces y
las sombras.
Dice Francisco
Alcaide en
el blog de Elena Arnáiz que “En quién te conviertes se refleja en
lo que obtienes”.
La vida me lleva
a creer firmemente que materializamos lo que somos. Y somos lo que
pensamos, lo que hacemos con nuestra vida, lo que soñamos que
podemos llegar a ser cuando dejamos de soñar pequeño y desplegamos
nuestro potencial. Somos lo que aportamos a la vida, a las personas
que nos rodean, en cada pequeño gesto…
Por ello, vale
la pena pensar cada vez que actuamos, si lo que hacemos, viene desde
esa persona que llevamos dentro que puede llegar a brillar
intensamente o de esa otra que apaga su brillo porque tiene miedo a
fracasar, a perder, a ser valorado por ojos ajenos…
Si actuamos
desde el amor a la vida o desde el miedo a vivirla.
Si reflejamos lo
que realmente somos o estamos poniéndonos un filtro porque tenemos
miedo y eso no deja que mostremos todo lo que podemos aportar.
Comunicamos
lo que creemos que somos.
Eso es una
mezcla entre lo que somos y los filtros que nos ponemos para poder
soportar el pánico que sentimos a no ser aceptados. Si confiamos en
nosotros, transmitimos esa confianza. Si nos ponemos caparazones y
escudos protectores no podemos mostrar nuestra luz.
Una muestra muy
evidente de ello es nuestro lenguaje corporal. Cuando lo cambiamos,
poco a poco, cambiamos por dentro y viceversa. Nuestra postura afecta
a nuestro estado de ánimo igual que nuestro estado de ánimo hace
que nos movamos de forma diferente. Hacen falta pocos segundos para
descubrir si una persona tiene el cuerpo encendido o apagado. Se nota
cuando camina, cuando se sienta, por si está erguido o encorvado, si
levanta la cabeza o la lleva agachada, si gesticula libre, si sonríe
sinceramente, si su pose está contenida o abierta, si sus ojos miran
hambrientos como los de ese niño que todo lo sueña… Basta un
momento para mirar a los ojos de alguien y saber si brilla. A lo
mejor aún no brilla al máximo, pero está en camino.
Y cuando no
brillamos, no es que no lo merezcamos, ni porque no tengamos talento
ni mucho por aportar… No es que los obstáculos con los que
tropezamos y las pruebas que nos pone la vida por duras que sean
reflejen que no valemos, es que están ahí para demostrarnos todo lo
contrario… Para que nos demos cuenta de que cuando los superemos,
brillaremos más…
No hay personas
sin capacidad para brillar, hay personas que van por la vida
encendidas o apagadas… Conectadas a sí mismas o desconectadas…
No
hay personas opacas, sólo hay personas que aún no se
creen que pueden brillar…
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