DECISIONES
Me
preguntó hace unos días mi hija qué creía yo que era ser
valiente. Y en ese momento no se me ocurrió más que decirle que ser
valiente es tomar decisiones.
Primero porque tomarlas, sean correctas o no (yo creo que lo correcto
y lo incorrecto no existe), ya supone desencallarse, moverse, poner
en marcha el mecanismo…
Y el movimiento siempre genera movimiento,
sea para adelante o para atrás, casi da igual, lo que importa es
recordar que estás vivo, que tienes capacidad para generar cambios,
para responsabilizarte de lo que te pasa… Para generar ese
movimiento no hace falta desatar un temporal, a veces, decidir es
darse cuenta de algo que no éramos capaces de ver o comprender un
por qué. A veces, uno decide con el pensamiento, encontrando su
verdad, una verdad que ya no te permite volver atrás y enredarte con
otros pensamientos que ya has descubierto que no te hacen bien…
Llevar
las riendas asusta. Por eso, a veces, dejamos pasar los días
esperando señales que parece que no llegan cuando las tenemos ante
la nariz pero fingimos no verlas usando las gafas de la ignorancia.
Otras, sencillamente no las podemos ver porque no nos tomamos un
instante para atar cabos y notar qué sentimos.
La
vida es un poco eso de encontrar los momentos para zarandearlo todo
y también para saber cuándo parar y hacer que el agua deje de
estar turbia y se calme, hasta reflejarnos en ella. Si dejamos que se
estanque demasiado, se pudre. Si la agitamos siempre, nunca se queda
clara y transparente para poder ver el reflejo. En el fondo, ambas
actitudes son lo mismo, cualquier cosa que hacemos desde la
desesperación y la incomprensión nos lleva a más de eso que
intentamos evitar. Hacer para disimular que no pasa nada. No hacer
nada esperando que la solución caiga del cielo. La
vida es el equilibrio entre ambas cosas y la conexión con uno mismo
para saber cuándo hacer y dejar de hacer. Lo llaman fluir y muy
complicado… O
no, mi frase seguramente ya lo determina y me impide ver más allá y
facilitarme el camino… A mí, me cuesta a veces saber cuándo
escuchar y callar, cuando hablar claro y dejarse oír. Y un día
descubres que en realidad, a quién tienes que escuchar y hablar
claro es a ti mismo. Los demás son tus espejos, tus compañeros de
camino… Y si no te escuchas y te conoces, si no te calmas y te
activas cuando hace falta, ellos no podrán hacer nada por ti.
Últimamente me he dado cuenta de lo mucho que me he complicado la
vida siempre bajo la premisa de que la vida es complicada… Lo
turbia que he visto el agua siempre sin apenas acercarme a mirarla
por temor a que estuviera turbia…
La
vida no puede ser una excusa para no vivir la vida. La
vida es una motivación. La vida eres tú intentando vivirla y
equivocándote, aprendiendo de esos errores y volviendo a intentar…
¿Moverse o quedarse quieto? ¿sabes? en el fondo, da igual. Lo que
importa de verdad es que hagas lo que hagas sea desde la coherencia y
desde el amor por lo que eres y lo que haces. Me he dado cuenta de
que la coherencia es paz…
Si
te mueves por miedo es como si te quedas quieto porque crees que
no tienes más salidas. Lo
que pasa es que nos gusta engañarnos, nos gusta pensar que la vida
no nos deja otras opciones porque así no nos queda más que
resignarnos y vivir desde la ignorancia y el miedo. Le tomamos apego
al dolor, al sacrificio que nadie nos ha pedido, a la amargura de la
queja que es tan adictiva como la misma felicidad sin freno… Nos
agarramos al dolor porque a veces es lo único que nos queda (eso
pensamos) y lo incorporamos a nuestras vidas como si fuera nuestra
propia esencia… Nos encanta arrastrar cruces, nos educan para ello,
como si todos tuviéramos que cargar una culpa por algo que hicimos…
O algo que somos en esencia.
Confundimos
el resultado con el camino, creemos que somos nuestros miedos en
lugar de nuestros sueños… Y ¿sabes qué pienso? que no somos ni
lo uno ni lo otro. Somos
el trabajo que hacemos para estar y sentir. Pase lo que pase. Llegue
o no el día de la recompensa. Entre o no el balón. Sea del tamaño
que sea tu casa, tu coche… Te paguen lo que te paguen por tu
trabajo. Trabajes como trabajes. Te digan lo que te digan de tus
fotos en Facebook… No eres eso, eres el que decide si deja el agua
en calma o la agita a ver qué pasa… Eres el que toma las
decisiones de lo que va a ser su vida. El que camina y el que decide
parar para echar un vistazo a su vida pasada con ojos nuevos y ver el
amor en lugar del dolor.
Da
igual si te mueves y caes o si te quedas quieto y pierdes una
oportunidad. Lo que cuenta es que te sientas bien contigo. Nada más.
Sólo se trata de tomar decisiones pensando en lo que eres y no en lo
que deberías ser. Respetar y respetarse. Quitarse esas gafas de la
ignorancia que crees que te impiden sufrir pero que en realidad
alimentan un dolor innecesario porque te alejan de enfrentarte a lo
que eres… Subir
a la cima, no para poner en ella una bandera y dominar el mundo y
mostrar lo grande y lo bravo que eres sino para ver qué hay más
allá y dibujar el camino para otros que todavía no lo encuentran…
Y
decidir. Y si la decisión es equivocada, no pasa nada. Era ese error
necesario que te dejará darte cuenta de algo que va a cambiarte la
vida… Y darte cuenta de que te la cambias tú, gracias al error,
gracias a la decisión… Y si tu decisión es no hacer, que sea de
forma consciente, no como consecuencia de postergar tu vida y
encerrar tu alma en una jaula.
El
otro día me decía alguien que la gente tiene todo el derecho
a quedarse en su “zona de confort”. Me sentí interpelada porque
no hay nada más lejos de mi intención, puesto que yo no sé nada,
estoy aprendiendo… Si mis palabras hacen sentir así es tal vez
porque al leerlas les puede o no hacer darse cuenta de que están
dónde no desean. No hay más prisa que la propia necesidad de estar
cómodo con uno mismo, lo que a veces te obliga a estar incómodos
con la vida y lo que nos rodea… Moverse en sentido contrario al
resto o no hacer lo que tu entorno te pide. La gente tiene derecho a
hacer lo que ama y vivir la vida que le hace sentir feliz. Y eso, a
veces es saltando en paracaídas o sentándose ante la chimenea a
leer un libro. Uno puedo salir de la manida “zona de confort”
leyendo ese libro si le hace cuestionarse cosas y estar dentro de
ella mientras el paracaídas se abre en cielo, todo depende de dónde
estén sus miedos y cómo se enfrente a ellos…
En
la vida hay momentos para todo, Para saltar y para leer. Hay pedazos
de vida en los que damos grandes saltos y otros en los que nos
quedamos quietos y ambos son útiles y necesarios. Hay que estar en
la inacción para sentir, pensar, notar, reflexionar y encontrar
respuestas… Debemos hacer lo que sentimos que debemos hacer (hablo
de un deber para nosotros mismos, no para el mundo). Lo que pasa es
que a menudo, los miedos, que son muy listos y se alían al ego para
sobrevivir, nos hacen engañarnos y nos llevan a saltar en paracaídas
para mostrarle al mundo lo valientes que somos cuando en realidad lo
que realmente nos asusta es leer el libro donde dice que tenemos
pendiente una conversación con alguien a quién debemos perdonar…
Por
ello, cuando optamos por una u otra opción, ambas necesarias, es
bueno hablarse claro y saber por qué y para qué lo hacemos. Lo que
no afrontamos hoy queda pendiente siempre para mañana y hoy es sólo
una bola de nieve mientras que en poco tiempo es todo un iceberg. Lo
que realmente importa es no engañarse ni traicionase a uno mismo…
Es como cuando uno sabe que debe contestar algo que no va a gustar
pero que decir lo contrario sería traicionar su esencia y obligarse
a vivir una situación que le degrada…
Puede
encontrar la forma más digna de hacerlo sin herir, pero sabe que no
hay otra respuesta posible. Y puede no responder hoy ni mañana, pero
tiene claro que no podrá pasar la vida sin responder. Porque si no
lo hace, su vida no será su vida. A veces nos engañamos
a nosotros mismos y fingimos estar bien cuando en realidad estamos
cómodos, la comodidad es buena, aunque a veces hay que soltarla para
experimentar y saber si queremos volver a ella. La vida es cambio
constante. No importa si durante un tiempo no “hacemos nada” para
cambiar si ese “no hacer nada” lo sentimos necesario para vivir y
sentir y no nos traiciona.
A
veces, remover el agua turbia te muestra en realidad tienes que
dejarla en calma. Otras veces, que ya es hora de dejar de mirar el
agua y obsesionarse. Las
oportunidades no se ganan ni se pierden, se crean y se cazan al
vuelo. Y no están en la tempestad ni en la calma, están en ti.
Mercè Roura
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