El
ser humano puede ganarse a sí mismo recobrando su sentido de “sí
a la vida” y aprendiendo que toda forma de existencia, de la más
infinita a la más infinitesimal, es sagrada y hay que darle la
bienvenida.
Las
personas sensibles y lo suficientemente evolucionadas tratarán de
no dañar jamás a ninguna criatura, porque saben que la vida de un
ser es de un valor incalculable.
Con
demasiada frecuencia, y debido a enfoques incorrectos, el ser humano
es despiadado y poco compasivo con los demás. ¡Cuán indulgentes
podemos llegar a ser con nosotros mismos y cuán inclementes con los
otros! Con demasiada frecuencia no nos ponemos en su lugar y, por
falta de sensibilidad y egoísmo, nos mostramos impositivos.
Demasiado preocupados de nosotros mismos, no somos capaces de
descubrir y verdaderamente satisfacer las necesidades ajenas.
La
generosidad comienza cuando valoramos a los demás como son y
tratamos de procurarles algún tipo de felicidad.
El
corazón, o sea, el interior del ser humano, es la sede de lo
Absoluto, como quiera que cada uno lo denomine o lo conciba, incluso
muchas respuestas que no pueden encontrarse en la simple razón, hay
que intuirlas en el silencio elocuente del corazón. Si nos
desorientamos con palabras y opiniones, conceptos y dogmas, lo que
está más allá de cualquier designación nos será desconocido.
Cuando el intelecto se rinde, brota lo que está más allá de él y
lo hace posible.
Llenamos
la vida de muchas actividades inútiles, pero no nos aplicamos
rigurosamente a la búsqueda interior y a la práctica para el
mejoramiento interno. Disipamos nuestras mejores energías en toda
suerte de insustanciales actividades, cuando bien podríamos
acopiarla para ponerla al servicio del autoconocimiento y la
realización.
El
verdadero autoconocimiento consiste en descubrir los propios
autoengaños, por sutiles que sean, y tratar de superar la imagen
que hemos conformado sobre nosotros mismos y que nos impide captar
nuestra naturaleza real.
La
máscara de la personalidad impide el acceso al ser real. El
desenmascaramiento es doloroso, pero necesario.
Mucho
más importante que hacer es ser. Incluso en la actividad hay que
aprender a mantener una actitud de calma y presencia de ser. La
voluntad de actividad debe complementarse con la de “seidad”. Es
la contemplación en la acción, la meditación en la actividad. En
el “simplemente estoy” hay una afirmación vivencial de ser,
porque no es estar para esto o para lo otro, sino simplemente estar
con uno mismo y sin urgencia ni compulsión, fluyendo con la energía
universal.
Permanece
atento, conectado con lo que es a cada instante, para renovar las
energías de la mente y percibir las cosas tal cual son. Así
el aprendizaje no cesa y la atención pone en marcha todos sus
recursos y va desplegando otros factores de iluminación, como la
ecuanimidad, el contento, el sosiego y la visión clara. Muchos son
los seres humanos que, creyéndose conscientes, no se ejercitan para
la evolución de la consciencia y que, creyéndose despiertos, no
ponen los medios para despertar.
No
desperdicies tu vida cultivando aflictivos estados de ánimo o
extraviándote en preguntas sobre el sentido o el propósito de la
vida. A cada instante puedes procurarle un significado. Ennoblece
tus pensamientos, tus palabras y tus actos… ¿qué mayor propósito
puede haber? Aprovecha que eres un ser humano y humanízate,
poniendo medios para que la consciencia evolucione y poder así
ganar un sentido dentro de cada uno de nosotros.
Todo
transita, muda, se modifica. A una estación sigue la otra, a la
tempestad la calma y a la calma la tempestad. Ante los eventos, lo
más sabio es mantener una mente firme, es decir, una actitud de
inquebrantable ecuanimidad.
Hay
que aprender a asir y a soltar, según lo requieran las
circunstancias. El arte de saber tomar sin apego, y saber dejar sin
amargura. Incluso hasta el cuerpo tendremos que soltarlo,
inevitablemente, un día. Soltar nos hace libres.
Nunca
es tarde para emprender el viaje hacia uno mismo y comenzar a
caminar por la senda hacia el autoconocimiento y la
autorrealización. Pero no debemos dejarnos tomar por la enfermedad
del mañana, que nos induce a dejarlo todo para el día siguiente,
incluso la búsqueda espiritual. La senda gradual hacia la
autorrealización está abierta para cualquier persona, pero en
cuanto descubrimos que existe debemos, para nuestro beneficio,
comenzar a recorrerla.
Toma
una dirección hacia la libertad interior, persevera y alcanza el
objetivo espiritual. No malgastes tus energías en fútiles
indecisiones, enfermizas vacilaciones o dudas escépticas. Una vez
tu discernimiento haya mostrado un camino, recórrelo. El mayor
estímulo para el verdadero buscador es tener consciencia de que se
está aproximando, por lentamente que sea, hacia la libertad
suprema. Esa firme motivación le permitirá redoblar sus esfuerzos
y no desfallecer.
¡Estrena
la mente cada amanecer! Porque para que algo pueda adquirirse, algo
debe abandonarse. ¡Arrójalo! Arroja fuera de la mente viejos
patrones, condicionamientos, filtros socioculturales y trastos
inútiles, para que pueda florecer como un cielo despejado y
creativo.
Para
el que se ha activado el mecanismo de la búsqueda y tiene
inquietudes espirituales, surgen muchas preguntas, incertidumbres e
incluso inevitables penumbras.
Para
el que ya avanza con paso firme por la senda directa hacia la
liberación, muchas preguntas cesan, porque las
experiencias sustituyen a las ideas.
Ramiro
A. Calle
Cuentos
espirituales de Oriente
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