EL
CIELO QUE LLEVAMOS DENTRO
Todo
está en ti.
Lo
que buscas y aquello de lo que huyes… Cuando juzgas al que grita es
porque sofocas tus gritos y te muerdes las uñas.
Cuando
miras con recelo al que miente es porque alguna vez te mientes y
autoengañas fingiendo que no te pasa nada, cuando tienes mil
emociones sofocadas dentro de ti por descubrir, comprender y
trascender.
Te
molesta ese compañero rabioso porque tú tienes tanta rabia
acumulada que detestas que él la suelte e invada la habitación con
ella cuando tú la almacenas esperando estallar…
Lo
que te asusta, está en un rincón esperando que lo descubras para
que te des cuenta de que es en realidad más pequeño y manejable de
lo que imaginas.
La
vida cada día nos da pistas para encontrarnos en lo que vemos y
olemos. Nos da pequeñas sacudidas para que nos sacudamos a nosotros
mismos. Para que nos zarandeemos antes de dormir y salgan los recelos
y los miedos afuera.
Somos
lo que amamos y lo que detestamos. Somos
lo que abrazamos y lo que dejamos para más tarde. La belleza que
podemos ver y la decadencia que nos asusta percibir.
Somos
el árbol que nos tapa la vista perfecta del balcón porque nosotros
tampoco nos permitimos ver lo que buscamos, lo que no deseamos
mostrar al mundo.
Somos
el amanecer en el mar cubierto de un cielo malva que acaricia un sol
tímido que nace.
Somos
el anciano que tanto sabe y nos cuenta sus batallas y nos cuesta
escucharle, porque nos recuerda que el reloj corre y nos hacemos
viejos… Y apenas hemos sido nosotros mismos y no estamos viviendo
la vida que deseamos.
Somos
la luna más rotunda y preciosa que jamás hemos imaginado pero no
nos damos cuenta.
Somos
la vecina cotilla que cree que todo lo sabe, porque no soporta vivir
su vida vacía y pasa los días hurgando en vidas ajenas esperando
encontrar más dolor que en la propia… Aunque nunca se sacia y
siempre está angustiada.
Somos
el niño que teme ir al colegio porque hay dos compañeros que le
humillan. Somos su pánico al rechazo y también somos las ganas de
los que le someten cada día porque llevamos dentro una ira immensa
por soltar.
Somos
ese recién nacido que huele a vida y todo lo vuelve hermoso y feliz.
Somos
el que aparenta porque teme mirar y no tener y el que no tiene ni
siquiera ganas de parecer nada, porque está roto y cansado de no
encontrar el camino.
Somos
el artista que no triunfa porque le asusta brillar y el que ha
hinchado tanto su ego que nada más verle te das cuenta de que va a
estallar.
Somos
la niña que juega en la arena de una playa y sonríe tanto que
consigue que el tiempo se detenga.
El
mendigo que no quieres ver en la esquina te recuerda que tú también
mendigas y no lo ves…
Somos
el viento fresco que llega cuando caminas cansado y te acaricia la
cara.
Somos
el que da lecciones de moral y luego hace trampa y esconde la mano…
Somos
todo lo que no podemos admitir y lo que queremos esconder… Y
gracias a ello, cada día damos un salto. Gracias a ser capaces de
dejar de ocultarlo y empezar a afrontarlo, podemos soltar nuestro
temor a ser. Gracias a navegar en el cieno conseguimos encontrar el
mar… Gracias a admitir que nos da miedo, le ponemos un nombre y
aprendemos a mirarlo a la cara…
Y
nos damos cuenta de que está ahí para abrazarlo y admitirlo. Para
darnos cuenta de que existe en nosotros y descubrir que no pasa nada…
Que todo tiene sentido y está ahí cumpliendo su función… Que
llega para marcharse cuando lo asumimos y dejamos de avergonzarnos de
ello. Que viene a mostrarnos el espejo para que nos reflejemos en él
y veamos que somos maravillosos…
Para
que sepamos que la belleza no es perfección sino coherencia…
Que
ya basta de brillar a medias por miedo a ofender o decepcionar.
Que
no necesitas pedir perdón por ser tú, sino perdonarte por esa culpa
que arrastras y que no es tuya.
Que
no llegarás a todo y eso te hace fantástico y te da la oportunidad
de seguir mañana.
Que
eres tus sueños, pero también tu forma de superarlos y amar tus
debilidades.
Que
eres tus cicatrices y tus manías que te convierten en alguien
distinto.
Al
final, bendeciremos al captor porque nos ha ayudado a sentirnos
libres…
Al
traidor por demostrarnos que sólo necesitábamos sernos fieles a
nosotros mismos.
Al
violento por mostrarnos la rabia que llevamos dentro.
Al
manipulador por hacernos ver que no queríamos ser responsables de
nuestras vidas.
Al
que nos ha rechazado porque nos ha ayudado a comprender que somos
nosotros quienes nos rechazábamos…
Al
que no supo amarnos porque nos enseñó que no sabíamos amarnos a
nosotros y buscábamos amor por ahí fuera sin saber que estaba
dentro.
Todo
lo que parece que nos rebaja no nos deja más alternativa que crecer,
que aumentar de tamaño. Todo lo que nos oprime, no nos deja más
remedio que volar…
Y
así descubrimos que el poder es nuestro.
Así
es la vida… Nos pone delante lo que necesitamos ver…
Gracias
por poner ante nosotros lo que hacía falta para conocernos y
descubrir que en realidad ya somos lo que buscamos y sólo debemos
quitarnos esa máscara de niños asustados. Que lo que nos faltaba
era mirar de otro modo lo que nos rodea para descubrir que la
belleza está siempre primero en los ojos del que mira porque si no,
no la ve… Que
en el fondo, no nos hace falta cambiar sino desnudarnos de hipocresía
y vivir sin corazas… Que
buscamos fuera y la respuesta está dentro…
Gracias
por hacernos de espejo y ayudarnos a descubrir que no alcanzábamos
lo que queríamos porque alargábamos la mano hacia el cielo cuando
lo que debíamos era fijarnos en el interior y descubrir que lo que
necesitamos para vivir intensamente ha estado allí siempre…
Gracias
por mostrarnos el mapa del tesoro que buscábamos y permitirnos ver
que en realidad lo llevábamos tatuado en la piel…
Gracias
por demostrarnos que perseguíamos el reflejo en lugar de la luz.
Gracias
por ayudarnos a ver que buscamos el cielo y en realidad lo llevamos
dentro…
Mercè
Roura
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