HUMILDEMENTE...
No
sabes si te pasas preparándote porque estás preocupado por la
consecuencias y el qué dirán o realmente respondes a tu intuición
que te dice que no te metas en según que embrollo.
El
miedo te atrofia tanto las ganas y la capacidad de ser tú, que
cuando decides mostrarte y comerte el mundo sin pensar qué dirán, a
veces te pasas de osado…
Y
yo defiendo la osadía, siempre… Casi siempre… Lo que pasa es que
a veces la línea entre amarte y decirle al mundo “esta soy yo,
valgo tanto como cualquiera” o “esta soy yo, más chula que
nadie” es delgada… En ocasiones incluso, puede parecer que estás
diciendo lo segundo cuando en realidad es lo primero. Por eso las
formas y los gestos son importantes… Abrazar la humildad de que
vales mucho, tanto como quieras o decidas que estás dispuesto a
conseguir, pero saber que eso no te hace mejor que nadie.
No
eres mejor que el que sólo sueña o pasa la vida arañando sueños
ajenos.
Ni
que el que no se atreve.
A
veces, yendo por el mundo (mi mundo, porque uno siempre viaja por su
mundo aunque llegue a las antípodas, ya que lo vemos a través de
nuestros ojos y experiencia) he visto personas que sonríen y llevan
a cuestas historias muy amargas. Y personas muy tristes que no
han sabido aún vivir esa tristeza sin que les desborde y acabe
ahogando.
No somos mejores… No sabemos qué haríamos si lleváramos
sus camisas o nos metiéramos en sus vidas un rato… No sabemos si
alguien les enseñó alguna vez a quererse y no han podido encontrar
la forma de darse cuenta… No
sabemos si sus miedos son aún más grandes que sus sueños… No
conocemos sus fantasmas ni sus rituales diarios para hacerlos
desaparecer…
Criticamos
a otros porque topan con un muro cuando nosotros nos encerramos entre
la paredes del resentimiento.
Juzgamos
al que no puede ver que al que no sabe escuchar o al que ni siquiera
lo intenta. Juzgamos, criticamos, siempre… Sin parar, como si
lanzar la rabia acumulada nos librara de nuestra amargura. Y no somos
nadie para decidir qué son o qué merecen… Ya tenemos suficiente
descubriéndonos a nosotros mismos como para meternos en sus vidas y
gestionarlas. Si a veces, nos quedamos paralizados porque no creemos
merecer nada bueno o no nos amamos lo suficiente… ¿Qué
lecciones vamos a dar?
Miramos
al mundo con nuestros ojos olvidando que nuestros sentidos nos
engañan. Que hay mil realidades en cada gota de agua, mil historias
en cada lágrima o pensamiento.
Nosotros
también fuimos educados para mirar así. Juzgamos
sin medir, sin saber, sin comprender… Condenamos
en los demás aquello que hay en nosotros, aquello en lo que nos
asusta convertirnos… Como si señalando con el dedo hiciéramos una
ceremonia para alejarlo, cuando es justo todo lo contrario… Sólo
constatamos qué nos asusta y nos precipitamos hacia ello si no somos
capaces de reconocerlo y dejar de mirar hacia otro lado en lugar de
poner la vista en nosotros.
Nos
dijeron lo que era justo y usamos esa vara de medir para todo… Y
hay otras. Algunas nos parecerán injustas, otras tal vez no las
lleguemos a conocer porque no abrimos la mente…
Todos
tenemos derecho a ir a contracorriente y defender nuestros puntos de
vista. Nadie debe parecerse a nadie, no es saludable y no aporta
nada.
Es
maravilloso tener las ideas claras y la esencia intacta. Es genial
vivir en coherencia con tus valores y forma de ver la vida… Mata
más personas la incoherencia que el colesterol… Aunque seguro que
de alguna forma están relacionados, la vida a veces es ironía pura
y nuestro cuerpo se va esculpiendo en base a lo que hacemos y
sentimos.
Sin
embargo, ser coherentes con nosotros mismos, no implica que otros que
no hacen lo que nosotros pensamos que está bien, sean incoherentes…
Significa que tienen otro mundo, otra forma de ver…
Tal
vez no hacen bien, hacen daño… Tal vez nos lo hacen a nosotros y
tenemos el derecho a decir que no y el deber humano de no permitirlo.
Y después de eso, la sana opción de disculpar y entender que tal
vez no saben más, no entienden… Y no hacerlo como perdonando desde
un pedestal a un ser inferior sino desde la convicción de que no
todos nacemos desde la misma posición de salida y muchos no pueden
adelantar hasta donde se les permite ver con claridad…
O
tal vez seamos nosotros los equivocados, los que no vemos.
Es
saludable pensar de vez en cuando que quizás nos equivocamos y poner
en revisión lo que pensamos que es sólido, porque la vida da muchas
vueltas y cada vez la realidad es más líquida y cambiante…
No
ha de darnos miedo cuestionar nuestros dogmas. Es la única forma de
ponernos y ponerlos a prueba y descubrir que son verdaderamente
nuestros… Vivimos con tantas creencias prestadas que nos limitan
que a veces morimos por defender algo que ni tan solo nos hemos
preguntado si es cierto y no creemos.
¿Cuántas
personas enferman por trabajar tanto para otros que ni siquiera saben
agradecer porque creen que parar y descansar un poco les hace parecer
débiles, poco eficientes, irresponsables?
Y
eso es porque les han educado para sufrir y necesitar ser perfectos.
Cuando hacer lo mismo pero con la moderación necesaria y poniendo
pasión en lugar de sufrimiento les llevaría a estar más sanos y
sentirse más realizados…
¿Cuántas
personas se quedan por el camino dándolo todo por el sueño de
otros?
Vamos
heredando de generación en generación esas creencias, de padres a
hijos, os rodean, nos invaden, nos muestran el mundo desde una
mirilla, desde un embudo, desde la visión de un túnel que sólo ve
el final y deja aparte la visión del camino…
Hay
muchas formas de llegar y no solo la nuestra es válida.
Hay
muchas formas de mirar al mundo que no son con nuestros ojos ni
prejuicios.
Si
de vez en cuando, al tomar decisiones o hacer juicios podemos
hacernos preguntas e indagar el por qué sin actuar como autómatas,
tal vez descubramos que hay mucho por aprender y mucho en nosotros
que no es nuestro…
Tal
vez no sea malo ni bueno, eso son parámetros primitivos aún por
desarrollar.
Preguntarnos
si decidimos desde el amor a nosotros mismos o a la vida o desde el
miedo a qué pasará si lo hacemos de otra forma…
Lo
que realmente importa es descubrir si nos define o si nos hace sentir
bien. Si va con nosotros. Si es lo que queremos transmitir… Si se
ajusta a nuestro modelo de vida…
Y
arrancar lo que no nos resuena dentro para poder mirar al mundo con
los ojos desnudos y descubrir cosas nuevas…
Y
tal vez el que está a nuestro lado con cara triste pueda hacer lo
mismo o sepamos verle de otra forma y encontrar los matices que le
hacen único…
Desde
el respeto que se merece… Con
la humildad que nos hace grandes… Seamos capaces de comprender
que en este mundo hay otros mundos que no son el nuestro…
Mercè
Roura
https://mercerou.wordpress.com/2017/10/02/humildemente/
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