El
apego se entiende como un vínculo, un lazo afectivo muy fuerte que
determina el desarrollo de la personalidad, la forma de relacionarnos
con los demás, con todo lo que nos rodea e incluso en cómo vemos la
vida. Sin embargo, apegarnos tiene un inconveniente y es que
nada es nuestro.
Cierto
tipo de apego es necesario. Se trataría de aquel que precisa de una
figura estable en los primeros años de vida para un correcto
desarrollo cognitivo y emocional posterior. Por el contrario, el
apego inseguro es aquel que nos llena con ansiedad y
miedo frente al objeto o persona por el que lo sentimos.
De hecho, todas las relaciones tienen un cierto componente de apego,
aunque no todos los tipos son saludables.
Y
es que algunas de nuestras relaciones nos pueden provocar ansiedad
ante la perspectiva de perderlas. Para evitarlo, tenemos que recordar
que sea
lo que sea lo que la vida nos haya dado, es solo un
préstamo. Agradecerlo
es el primer paso para tener un apego seguro con las
personas que nos rodean. Lo mismo pasa con el trabajo, las vacaciones
y con cualquier situación presente.
“Agradece con todo tu ser todo lo que la vida te presenta, al fin y al cabo es lo que tu cosechaste”
Nada es tuyo: la vida te lo presta
Tener
relaciones en las que nos sintamos seguros no es un don, sino un arte
que exige voluntad y práctica. Cuando una relación se mantiene
solo por hábito, y no existen otras razones que le den sentido y
trascendencia, estaríamos
ante un apego inseguro.
Lo ideal para nuestra higiene mental sería terminar con
esa situación.
Si
no aprendemos a soltar, si no dejamos ir, las consecuencias serán
muy negativas. Si el apego puede más que nosotros y nos quedamos
atados, pegados a nuestros sueños, fantasías e ilusiones, el
sufrimiento crecerá sin parar y nuestra tristeza será nuestra
compañera de ruta. Buda, en
una de sus citas célebres, señaló que el origen del sufrimiento
está precisamente en el apego.
Nada es tuyo completamente, la vida te lo presta, te lo regala para que aprendas a disfrutarlo y también a despedirte.
Sin
embargo, no
todos los apegos son malos, hay algunos que son necesarios y
útiles. Un
apego seguro se basa en saber disfrutar de lo que tenemos en este
momento, sin necesitar que siga a nuestro lado para estar bien. Si
miramos lo que nos está provocando sufrimiento con una simplicidad
nueva, comprenderemos que no es ese objeto lo que nos causa dolor,
sino el modo en que nos aferramos a él.
Nuestro
problema con el apego se debe a que percibimos las cosas como
entidades permanentes. En
el empeño de conseguir nuestros objetivos empleamos la agresividad
y la competición como herramientas supuestamente eficaces, y nos
destruimos cada vez más durante el proceso. De ahí que para
evitarlo es necesario que entiendas que nada es permanente, sino que
la vida te lo presta.
“Las
personas son tan hermosas como las puestas de sol, si se les permite
que lo sean. En realidad, puede que la razón por la que apreciamos
verdaderamente una puesta de sol, es porque no podemos controlarla”.
Carl
Rogers-
Nuestro
contexto cultural nos invita a vivir dependiendo de otras
personas: padres,
hijos, parejas sentimentales… Desde pequeños nos han inculcado la
idea del amor
romántico,
aquel en el que los miembros de la pareja no pueden ni deben vivir
alejados el uno del otro. Sin embargo, la dependencia en las
relaciones románticas es altamente nociva, llevándonos a ser
personas totalmente incapaces a nivel emocional.
La dependencia, al
igual que cualquier otro constructo, no es buena ni mala en sí
misma.
En cierto grado, siempre está presente en nuestras vidas. Es algo
que todos deberíamos admitir frente al mundo y frente a nosotros
mismos, ya que nos llevaría a reconocer y adquirir estilos de
relación más sanos con los demás.
Actualmente,
se tiende a considerar con cierto desprecio a la dependencia, como
si fuera un signo de debilidad. Pero si nos paramos a pensar, casi
todos los aspectos de nuestra vida son el resultado de los esfuerzos
de los demás. Nuestra
preciosa y magnifica independencia puede ser más una ilusión o una
fantasía que un hecho tangible. Para disfrutar de una vida feliz,
necesitamos amigos,
buena salud y bienes materiales; curiosamente, ámbitos en los que
dependemos de los otros.
Nuestra
necesidad de los demás es paradójica. Al mismo tiempo que en
nuestra cultura exaltamos la más feroz independencia,
también anhelamos la intimidad y la conexión con una
persona especial y querida. El secreto, por tanto, está en
amar pero sin necesitar, así que recuerda: nada
es tuyo, la vida te lo presta, empieza a disfrutar de lo que tienes.
“En
nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que
queremos ser”
William
Shakespeare-
Fátima Servián
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