CAFÉ PARA LLEVAR |
CAFÉ
PARA LLEVAR
Este video es realmente bueno. Ojalá puedas verlo en un lugar
tranquilo y prestarle toda la atención que se merece. Y es un
excelente punto de partida para hacer algunas reflexiones:
Me
quedo con las palabras finales de la protagonista, que quería tener
dalias en su fiesta de casamiento sin poder aceptar que era imposible
en esa época del año. Y tampoco pudo aceptar los tiempos de su ex,
con quien las cosas podrían haber sido distintas.
Cuando
nuestros deseos se hacen tan fuertes que no podemos aceptar que no se
cumplan, pasan a la categoría de apegos y estamos en problemas.
De
estos asuntos trata este artículo, pero antes de desarrollar algunas
ideas acerca de los apegos es necesario que cada uno se responda una
sencilla pregunta: ¿soy completamente feliz?
En
mi caso tengo bien claro que la respuesta es “no”. Tengo salud,
mis necesidades materiales están razonablemente satisfechas y tengo
un conjunto de relaciones muy satisfactorias. Pero aunque en general
me siento emocionalmente bien o incluso muy bien, sé que mi estado
de ánimo habitual está lejos de la felicidad completa. He conocido
ese estado de plenitud en el que me gustaría vivir de manera
permanente, pero sólo lo he experimentado por períodos
relativamente breves. Esas experiencias fueron muy valiosas para mí
porque me permiten estar seguro de que hay algo más. No se trata de
algo externo que me falte sino de un bienestar interior que trato de
cultivar pacientemente.
Ese
estado de plenitud no depende de la solución de ninguno de mis
problemas. ¿Cómo lo sé? Porque las veces que tuve la suerte de
experimentarlo mis circunstancias externas seguían siendo las
mismas, los asuntos que tanto me preocupaban seguían estando allí,
ninguno se había resuelto.
Describiría
ese estado de plenitud como una serena alegría, completa y
desbordante. Y sé que es posible alcanzarlo.
Pero,
si ese estado de completa felicidad es posible, ¿por qué no es la
condición habitual de cualquier persona normal de nuestra sociedad?
¿Por qué no podemos liberarnos definitivamente del sufrimiento?
La
causa del sufrimiento, según Buda
Esto
no significa que la vida sea sólo sufrimiento (¡claro que no!),
sino que todas las etapas o circunstancias de la vida, aún las más
felices, implican siempre una cuota de sufrimiento.
Por
ejemplo el nacimiento, que por cierto es un proceso doloroso, lleva
implícita también la muerte.
Esto
parece inevitable y es relativamente fácil de aceptar porque más o
menos concuerda con nuestras propias experiencias.
Pero
luego hace una afirmación un poco más polémica. Dice que la causa
de todo sufrimiento es el deseo.
Claro
que los deseos insatisfechos pueden conducir a emociones negativas.
Eso parece bastante razonable. Pero entonces, ¿para librarnos del
sufrimiento deberíamos renunciar a todos nuestros deseos? Eso suena
bastante mal. Una vida así, en la que no deseáramos nada en
absoluto, ¿sería posible?, ¿valdría la pena? La verdad es que no
parece una alternativa muy emocionante.
Pero
en realidad hay algo más que decir acerca del deseo, que nos
permitirá comprender mejor cuál es la verdadera causa que nos
impide ser plenamente felices.
Por
ejemplo, yo tuve el deseo de escribir este artículo y algunas
personas tienen el deseo de leerlo. No hay nada malo con ese tipo de
deseos. Se trata de cosas que queremos hacer pero que si por algún
motivo no podemos concretarlas, no pasa nada, podemos aceptarlo.
El
problema surge cuando sentimos que nuestra felicidad depende de que
se cumplan ciertos deseos, cuando no podemos aceptar otras
alternativas. Estos deseos tan intensos son otra cosa. Son apegos.
Los
apegos
En
vez de una definición “académica” de lo que en psicología se
entiende por apego, prefiero esta otra:
Apego
es cualquier deseo tan intenso que sentimos que no podremos ser
felices si no se cumple.
Entonces
hacemos todo lo posible para cumplir estos deseos tan intensos (los
apegos), precisamente para alcanzar nuestra felicidad.
Pero
la felicidad siempre está a nuestro alcance aquí y ahora. Y,
paradójicamente, lo único que nos impide ser felices son los
apegos.
Los
apegos constituyen una verdadera trampa. Sentimos que son la
condición necesaria para nuestra felicidad y tratamos todo el tiempo
de alcanzarlos. Pero recorriendo ese camino nos extraviamos y
olvidamos ser felices.
Los
apegos se convierten en nuestros objetivos más importantes. Pero
contaminan de temor nuestras vidas. Sentimos temor de no alcanzarlos.
Y si transitoriamente los alcanzamos, entonces sentimos temor de
perderlos.
No
hay algo así como un “camino hacia la felicidad”. La felicidad
sólo puede experimentarse en el momento presente. Y siempre está
disponible. Se trata simplemente de hacer una pausa, respirar
profundamente un par de veces, sonreír apenas y agradecer por el
milagro de estar vivos.
Pero
nos extraviamos siempre persiguiendo nuestros apegos. Como si fueran
más importantes que la felicidad misma.
Esta
idea es tan importante que la repito aquí: En
una escena de la película Matrix se consuma una traición. Alguien
está entregando a sus únicos amigos, en realidad a la totalidad de
los seres humanos que quedan en el planeta. Se supone entonces que
pedirá a cambio algo de muchísimo valor. Pide ser rico y famoso:
No
pide ser completamente feliz. Pide ser rico y famoso. En el futuro
apocalíptico propuesto por esta película, los seres humanos están
conectados a una supercomputadora (la Matrix), y viven dentro de una
realidad virtual que es imposible de distinguir de la auténtica
realidad. Entonces, esta persona puede elegir cualquier historia
personal para experimentarla durante el resto de su vida. Bien podría
haber pedido ser completamente feliz. Sin embargo pidió ser rico y
famoso.
Es
que normalmente aceptamos que la felicidad es la consecuencia de
obtener lo que deseamos, en este caso fama y fortuna… aunque todos
sabemos que se puede ser rico y famoso y al mismo tiempo vivir en
depresión.
Anthony
de Mello, en su libro “Medicina para el alma”, propone el
siguiente ejercicio:
Suponte
que pudieras ser inmensamente feliz, pero renunciando a obtener lo
que más deseas. ¿Estás preparado para cambiar eso que tanto deseas
por la felicidad? No conseguirás ese título universitario o esa
pareja. ¿Estás preparado para cambiarlos por tu felicidad?
Imagínate que no alcanzarás el éxito soñado. Fracasarás, y todos
dirán: “¡Es un fracasado!”. Pero serás feliz, serás
inmensamente feliz. ¿Estás preparado para cambiar la “buena
opinión” de la gente por tu felicidad?
La
gente no quiere renunciar a esos deseos. “No quiero felicidad;
quiero fama. No quiero felicidad; quiero esa medalla de oro en los
Juegos Olímpicos.” Supón que te diga: “Mira, deja de lado la
medalla de oro. ¡Serás feliz, maldición! ¿Para qué quieres esa
medalla? ¿Para qué quieres ser el número uno, el jefe de la
corporación? ¡Te haré feliz!”.
Pero
la respuesta será: “¡No, no, no, no! Dame mi dinero”.
Bien,
esas cosas que anhelamos tanto no nos acercan a la felicidad, en
realidad son el obstáculo que nos impide ser felices.
Son
nuestros apegos.
¿Cómo salir de la trampa de los apegos?
Es
muy tentador sugerir aquí que simplemente abandonemos los apegos y
nos dediquemos a disfrutar de la vida tal como se nos presenta hoy,
ahora. Pero eso sería tan poco realista como explicarle a un
depresivo que debe salir ya mismo de su cama, darse una ducha y
cambiar la interpretación negativa que tiene acerca de su vida.
Simplemente no funcionaría.
Lo
que sí podemos hacer es identificar nuestros apegos. Esto es muy
fácil. Basta con preguntarnos qué debería cambiar en nuestras
vidas para poder sentirnos completamente felices. Lo que sea que
responda a esa sencilla pregunta es un apego. Aunque se trate de algo
muy básico o importante, si creo que no soy feliz porque me falta,
entonces es un apego.
Si
no estuvieras ocupado activamente en volverte desdichado, serías
feliz. Nacimos felices. Toda la vida está atravesada de felicidad.
Existe el dolor; por supuesto que existe. Pero, ¿quién te ha dicho
que no puedes ser feliz con dolor? Así, pues, nacimos con el don de
la felicidad, pero lo perdimos. Nacimos con el sentido de la vida,
pero lo perdimos. Debemos redescubrirlo. ¿Por qué lo perdimos?
Porque nos enseñaron a trabajar activamente para volvernos
desdichados. ¿Cómo lo lograron? Enseñándonos a apegarnos,
enseñándonos a tener deseos tan intensos que nos rehusaríamos a
ser felices a menos que fueran satisfechos.
Anthony
de Mello
Luego,
sólo nos queda observarnos a nosotros mismos con la mayor
objetividad posible. Observarnos cada vez que nos sintamos frustrados
o tristes e identificar la causa, que siempre será un apego. Cada
vez que no nos sintamos bien podremos comprobar que hay un deseo
intenso que no puede ser satisfecho, es decir, un apego.
El
simple acto de observarnos con atención y llegar a comprender cómo
funciona nuestra mente tiene un enorme poder curativo y hará que se
produzcan los cambios positivos que tanto estamos necesitando, hará
que aprendamos a desprendernos de los apegos… hará que finalmente
aprendamos a soltar.
Axel
Piskulic
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