Aprender
a nadar es importante, por ejemplo para que no nos pasen este tipo de
cosas:
En mi infancia me enviaron a un maestro, un maestro de natación. Era el mejor nadador de la ciudad y nunca me había cruzado con un hombre que estuviera tan enamorado del agua…
En mi infancia me enviaron a un maestro, un maestro de natación. Era el mejor nadador de la ciudad y nunca me había cruzado con un hombre que estuviera tan enamorado del agua…
Cuando
me llevaron a él ─porque yo quería aprender a nadar─ me miró y
dijo: “Pero no hay manera de aprender a nadar; yo sólo puedo
tirarte al agua y entonces el nadar llegará por sí mismo. No hay
forma de aprenderlo, no puede enseñarse. Es una habilidad, no es un
conocimiento”.
Y
eso es lo que hizo: me tiró al agua y se quedó en la orilla.
Durante dos o tres veces me hundí y sentí que casi me ahogaba. Él
estaba allí parado, ¡ni siquiera intentaba ayudarme! Desde luego,
cuando tu vida está en juego haces todo lo que puedes. Así que
empecé a mover los brazos; los agitaba al azar, a lo loco, pero
entonces descubrí la habilidad. Cuando la vida está en juego, haces
todo lo que puedes… y cuando haces todo lo que puedes totalmente,
¡las cosas ocurren!
¡Logré
nadar! ¡Me estremecí de emoción! “La próxima vez, dije, no
necesitarás empujarme; saltaré solo. Ahora sé que el cuerpo se
mantiene a flote naturalmente. Que no es cuestión de nadar sino sólo
de sincronizarse con el elemento agua. Una vez te sincronizas con el
agua, ella te protege”.
Texto del libro “Osho, autobiografía de un místico espiritualmente incorrecto”.
Honestamente
no estoy seguro de que esta sea la mejor manera de aprender a nadar.
En estos tiempos los niños aprenden desde muy chicos, de una manera
más relajada, muy rápido y casi jugando.
Pero
hay algo interesante en esta idea de que en realidad es el agua la
que facilita las cosas, que el cuerpo ya tiene una tendencia natural
a flotar y basta con que nosotros acompañemos esa tendencia con un
mínimo de sencillos movimientos coordinados. Claro que perfeccionar
un estilo o nadar con rapidez es otra cosa, sólo me refiero a
permanecer flotando en el lugar, que es lo que aprendió Osho en esa
primera lección.
Resumiendo
la idea: es el agua la que nos mantiene a flote, no nosotros. Sólo
debemos entender cómo colaborar con el agua, como fluir con ella.
Y
esta sencilla idea me parece interesante porque creo que puede
extenderse a otras situaciones más complicadas, en las que suele ser
más difícil entender cómo debemos actuar.
Quizás
vivir sea algo parecido a nadar. Tal vez para tener una vida plena y
feliz no sea necesario esforzarnos tanto, sino más bien que fluyamos
con la vida de una manera simple pero eficaz.
Hace
un tiempo pude hojear unos libros muy cómicos de Gabriela
Acher.
Leyendo aquí y allá encontré un párrafo en el que decía que le
causa pánico viajar en avión y contaba una historia muy exagerada
en la que ella no paraba de hablar con otros pasajeros acerca de lo
peligroso que puede ser volar, de todas las cosas que pueden fallar
en el avión, de cada uno de los errores fatales que puede cometer el
piloto, etc., hasta que una azafata finalmente le sugirió que
tratara de dormir para que todos en el avión pudieran tener un poco
de paz durante el vuelo. Y ella entonces le contestó: “Pero si yo
me duermo… ¿quién va a mantener el avión en el aire?”.
¡Cómo
si la preocupación de Gabriela Acher pudiera garantizar que el avión
llegara a destino y aterrizara sin novedad!
La
anécdota está contada en broma y todos entendemos que ese
razonamiento es ridículo. Sin embargo, en otros aspectos de la vida
(normalmente más complejos), creemos firmemente en ideas tan locas
como esta.
Si
nos preguntaran de manera directa si las preocupaciones sirven para
algo, la respuesta general sería que no, que preocuparse no resuelve
los problemas, que lo que hay que hacer es ocuparse en vez de
preocuparse, etc. Esa es la respuesta “correcta” que todos
conocemos. Sin embargo, en la práctica actuamos como si la
preocupación fuera algo así como un estado de ánimo necesario e
inevitable, anterior a la resolución de cualquier problema.
Permanecer
tranquilo y despreocupado frente a los problemas sería algo así
como continuar bailando tranquilamente en el salón principal del
Titanic mientras el barco se hunde.
Todos
conocemos la fábula de la cigarra y la hormiga: la cigarra pagó muy
caro el haber dedicado todo el verano a cantar muy relajada, sin
preocuparse por el futuro.
Tal
vez pensamos que es la preocupación la que nos pone en marcha, la
que nos moviliza, la que nos conduce hacia la solución de los
problemas.
Esta
idea de que es inevitable que las personas normales y responsables se
preocupen por lo malo que pudiera llegar a pasar está profundamente
instalada en nuestra cultura. Jesús, hace más de dos mil años, ya
tenía que decir cosas como estas para tratar que la gente se
relajara más y confiara:
Mirad
las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No
sois vosotros de mucho más valor que ellas? ¿Y quién de vosotros,
por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Y
por la ropa, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los
lirios del campo; no trabajan, ni hilan; pero os digo que ni Salomón
en toda su gloria se vistió como uno de éstos. Y si Dios viste así
la hierba del campo, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de
poca fe? Por tanto, no os preocupéis, diciendo: “¿Qué
comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿con qué nos
vestiremos?” Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas
cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis todas estas
cosas. Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas. Por tanto, no os preocupéis por el día
de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo.
Bástele a cada día sus propios problemas.
Mateo
6:26-34
¿Y
si la vida no fuera ese escenario hostil e impredecible que a veces
parece ser? ¿Y si hubiera otro enfoque para enfrentar los problemas?
¿Y si la vida fuera como el agua en la anécdota de Osho, que en
realidad le facilita las cosas al que sabe cómo interactuar con
ella?
Hace
poco volví a ver Forrest
Gump.
Es una película excelente. Combina con acierto elementos de
diferentes géneros: drama, romance y comedia. Y contiene también un
mensaje muy motivador. Prácticamente todos conocemos la historia: el
protagonista padece de un cierto grado de retraso mental, sin embargo
alcanza el éxito en diferentes áreas de la vida precisamente debido
a la sencillez y la coherencia con la que vive. Ya sé que se trata
sólo de una película y que en la vida real las cosas pueden ser
bien diferentes. Pero hay una idea muy valiosa que la película
consigue transmitir. No es precisamente la inteligencia lo que ayuda
a Forrest Gump, sino tal vez su vida simple, honesta y sin
expectativas.
La
inteligencia es una cualidad muy valiosa. Es mejor tener mucha que
poca. Esto vale también para cualquier otra virtud. La disciplina y
el esfuerzo personal son también muy necesarios. Pero tal vez lo más
importante sea aprender a utilizar todas esas cualidades en armonía
con la vida tal como se nos presenta.
Las
preocupaciones no ayudan. El perfeccionismo y la autocrítica sin
amor, tampoco.
Y
aquí está otra vez esa idea de Osho acerca del agua. Tal vez la
vida sea como el agua y esté siempre dispuesta a sostenernos y a
ayudarnos, con la única condición de que sepamos cómo movernos a
través de ella. Para recibir su ayuda debemos haber aprendido
primero a fluir con ella y no en su contra, a relajarnos y aprovechar
la fuerza de su corriente, a dejarnos llevar hacia adelante, sin
resistirnos y disfrutando siempre de la experiencia.
5
ideas sencillas que pueden ayudar a Sentirse bien
En
todo momento en que nos sintamos incómodos, apurados, enojados,
etc., siempre podemos relajarnos por un momento, tomar distancia de
lo que nos molesta, sonreír, y sentirnos aunque sea un poco mejor de
lo que estábamos unos segundos antes.
Respirar
profundamente
Cuando
estamos distraídos, actuando de manera mecánica, nuestra
respiración es inconsciente y superficial. Respirar profundamente
dos o tres veces es muy relajante y nos conecta nuevamente con el
momento presente.
Apreciar
y agradecer
En
cualquier momento y lugar siempre podemos dedicar unos momentos a
apreciar lo bueno que el momento presente nos ofrece. Siempre hay
cosas buenas por las que expresar gratitud, por ejemplo la salud, el
clima, la compañía, el sol, la ropa que llevamos puesta, etc. La
actitud de apreciar va de la mano de la de agradecer. Y la gratitud
atraerá más cosas por las que sentirse agradecido.
Actuar
conscientemente
Podemos
llevar a cabo cualquier actividad de una manera consciente y
deliberada, experimentando plenamente nuestras sensaciones corporales
y nuestros movimientos. Caminar, por ejemplo, es una experiencia
totalmente diferente si se hace de manera consciente. Además,
experimentar plenamente lo que estamos haciendo interrumpe el
desgastante diálogo interno de nuestra mente, que de otra manera no
se detiene nunca.
Continuar
haciendo lo que estemos haciendo pero moviéndonos un poco más
despacio es otra manera de recuperar la consciencia de nuestros
movimientos y sensaciones.
Quererse
y cuidarse
Dirigir
nuestra apreciación y gratitud hacia nosotros mismos, a cada una de
nuestras cualidades y talentos, es decir amarnos a nosotros mismos,
ejerce un poderoso poder transformador sobre nosotros, sobre nuestras
relaciones y sobre toda nuestra realidad.
Axel
Piskulic
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