Hay un concepto que es
fundamental para sanarse a uno mismo y es el de conocerse, y para
conseguirlo existe un método básico que es la observación. O más
concretos aun, la auto-observación.
Una de esas frases de la
sabiduría milenaria es la que nos dice: “EL CONOCIMIENTO SE NUTRE
DE LA OBSERVACIÓN”.
Puede parecer una cosa ya
sabida, pero, lo cierto es que, dados los tiempos tecnológicos en
los cuales vivimos, observar es una capacidad que estamos perdiendo.
Observar es estar conscientes
del presente. Y el presente es dónde nos encontramos en todo
momento, pero, debido a la ilusión del tiempo en la que nos
desenvolvemos, viviendo en una estructura social dirigida
primordialmente por la prisa, no tenemos tiempo para sencillamente
parar y observar.
Cualquier cosa que quieras
conocer, ya sea externo o interno, tienes que pararte y observarlo,
para comprenderlo y conocerlo.
La auto observación es básica
para conocernos. Si realmente queremos dejar de movernos en los
efectos y empezar a movernos en las causas, ese es el siguiente paso
a incorporar.
Ahora bien, el fin de esta
observación es reconocer porqué hacemos lo que hacemos, de dónde
viene lo que sentimos y cómo dejar de reaccionar para comenzar a
responder.
DE ESTE MODO NUESTRA
EXPERIENCIA VITAL COBRARÁ SENTIDO Y SEREMOS CONSCIENTES DE QUE SOMOS
LOS RESPONSABLES DE ELLA.
La cualidad de un ser humano
equilibrado es que se mueve en las causas (responde) en lugar de
moverse en los efectos (reacción), pero para alcanzar esto, es
necesario un entrenamiento personal en el arte de gestionar las
emociones. Ni es tarea fácil, ni se consigue en un día.
Aprender a gestionar las
emociones para que no gobiernen nuestras experiencias de vida, pasa
por reconocerlas, para lo cual, es necesario un exhaustivo trabajo de
auto observación, y esa es una de las partes más importantes en
este proceso de sanación emocional, ya que no estamos acostumbrados,
como he dicho antes, a parar y a observar.
Cada vez que se nos presenta
una experiencia no satisfactoria, ésta activa una emoción negativa.
Ante esa emoción tenemos dos opciones; reaccionar, lo cual hacemos
de forma automática o responder, lo cual requiere práctica y mucha
atención con intención.
Pero cuando hablo de REACCIÓN,
no me refiero ante la situación (o los implicados) sino ante
nosotros mismos, dentro de nosotros mismos. Se trata de hacer un acto
de “recapitulación”, es decir, etiquetar la emoción que accede
a nuestro consciente a través de esa experiencia.
Ira, odio, culpa, abandono,
soledad, impotencia, indefensión, desamor, infravaloración,
inseguridad… Se etiqueta por resonancia, es tu Ser (a través de tu
físico) el que te hace resonar con la etiqueta correcta, cuando
aciertas, algo dentro de ti te dice que lo sabes.
Una vez puesto el nombre a la
emoción, de nuevo tenemos que hacer un recorrido “temporal”
interior conectando esa emoción con otras ocasiones en las que la
hemos sentido. Al hacerlo, nos damos cuenta que, en realidad, siempre
son las mismas emociones, siempre seguimos un mismo protocolo físico
y mental, y por ende, siempre llegamos a la misma reacción.
Las emociones siempre son las
mismas porque son las que no supimos integrar durante los primeros 7
años de vida, que es cuando se desarrolla nuestro crecimiento
emocional. Estas emociones se instalan en nuestro inconsciente y
toman el control remoto de nuestras experiencias vitales.
Al hacer este recorrido
temporal por el mapa de recuerdos emocionales, llegaremos, con toda
probabilidad, al origen (CAUSA), que estará relacionado con nuestros
padres o familiares cercanos. Pero no se trata de emitir juicios de
valor, se trata de conocer para comprender a través de la
observación. Y para poder integrar esa emoción cuando la
encontramos, hemos de sentirla.
TODA EMOCIÓN NO INTEGRADA, SE
INTEGRA SINTIÉNDOLA.
Las emociones no procesadas
acumulan en nosotros cargas emocionales negativas, por esa razón no
se sanan en un día, sino que necesitan de un tiempo para que vayan
saliendo (sintiéndolas) poco a poco hasta que se desvanezcan por
completo.
Conseguir esto es conseguir
dejar de moverse en los efectos para moverse en las causas de tu
vida, que tienen el origen siempre en nuestro interior. Por eso de
nada sirve culpar a las expresiones externas que nos proponen sentir
estas emociones, pues no son más que ayuda que nos manda nuestra
propia vida para crecer.
Nada en tu vida es ajeno a ti.
Todo tiene un alma y una
razón. Todo es una oportunidad de transformación constante.
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